Derribe con una chuza la rutina

Para unos cuantos, el boliche es toda una ciencia; para la gran mayoría, no es más que la válvula de escape perfecta

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Diez bolos al final de una pista aceitada de 19 metros son el reto. La escena es siempre la misma: alguien toma una bola del aparador, se impulsa, hace gala de lo mejor de su puntería y clava la mirada en el final de la pista para ver cuántos logrará derribar.

¿Chuza? Pues no, la mayoría de las veces, no sucede.

BOL Cariari

Dirección: 350 metros al este de Plaza Real Cariari.

Hora: De 11 a. m. a 11 p. m., entre domingo y jueves, y hasta medianoche, los viernes y sábados.

Precios: ¢16.000 por hora y ¢1.100 por cada par de zapatos.

BOLICHE Dent

Dirección: 50 metros al sur del Centro Cultural Costarricense Norteamericano, en barrio Dent.

Hora: Todos los días de 11 a. m. a 12 medianoche.

Precios: ¢13.000 por hora y ¢1.100 por cada par de zapatos.

Sin embargo, para suerte de quienes solo están ahí para deslizar en una pesada bola, todo el estrés de una semana agotadora, una sonrisa –aunque sea por la pena de un pésimo tiro– termina por convertirse en el denominador común.

Para quien llega por primera vez al boliche, un logro tan minúsculo como botar tan solo uno de los pines se convierte en motivo de festejo, en brincos de euforia y con brazos alzados en señal de victoria.

“No soy muy buena, pero aunque uno no es experto, siempre se comparte. Uno le agarra el toque después”, dijo Dayanna Barquero, mientras esperaba su turno cuando estaba por caer la noche del pasado viernes.

Para pasar un buen rato entre las pistas de bowling , no hace falta más que animarse a jugar y apostar por la suerte de principiante.

Ella llegó con sus compañeros del trabajo al Bol Cariari , en Belén de Heredia, para cerrar la semana con el sonido explosivo que provocan las bolas al golpear los pines.

Entre las pistas, poco importa la edad. Están los niños como Joel Vargas, de 4 años de edad, para quien la chispa del juego radica en los colores de las bolas; pero, a unas líneas de distancia están también los hermanos Éricka y Alberto Quesada.

Ellos, de 13 y 14 años, eran capaces de derrotar a casi cualquiera de los adultos que llegaron al boliche aquel viernes. Estos adolescentes heredaron el talento de su abuelo materno y comenzaron a entrenar hace tres años.

Ahora, son campeones nacionales y compiten en torneos internacionales con la Sub-15 de la Selección Nacional de Boliche.

Otros, como Dennis Rojas, también probaron las victorias del boliche y nunca pudieron olvidarlas.

“Me gustan los deportes individuales y diferentes. Te relajan, te sacan de tu rutina habitual, pasás dos o tres horas agradables y botás estrés como loco”, dijo.

Su afición al boliche comenzó seis años atrás, en el desaparecido Metrobowl, el cual se localizaba contiguo a Multiplaza Escazú.

Ahí, llegó junto a un grupo de amigos. El deseo de jugar más y más veces para perfeccionar la técnica, los atrapó y, poco a poco, comenzaron a comprar su propio equipo de juego.

Rojas debió alejarse un año de las pistas debido a su nuevo trabajo, pero la pasión regresó cuando la empresa para la que ahora labora organizó un torneo para los empleados.

Este cartaginés dejó boquiabiertos a sus compañeros cuando consiguió el primer lugar.

Ahora, asiste con regularidad al Bol Cariari para practicar junto a otros colegas que le encontraron la gracia al juego, el cual combina el principio de la inercia con la destreza del tirador.

“Lo bonito del boliche es que es un juego en el cual no impera el azar, sino que es un asunto científico. Vos podés tomar control de adónde va la bola, cómo vas a tirar y dónde tenés que colocar la bola. Definitivamente, es toda una ciencia ”, aseguró.

Antiquísimo juego. ¿Quién no recuerda la agilidad del célebre Pedro Picapiedra para correr en puntillas y lanzar con fuerza brutal una esfera de piedra, que terminaba por partirse por la mitad en los tiros más complicados?

Estaban en lo correcto sus creadores, pues las evidencias arqueológicas revelan que los primeros bolos fueron de piedra.

“Una forma de boliche era jugada por los niños egipcios alrededor del año 5000 a. C. Se parecía al juego de boliche tal y como lo conocemos hoy”, señala la historia publicada en el sitio web del Boliche Dent.

En la Edad Media, el deporte se popularizó en Inglaterra, donde causó tal revuelo, que el rey Eduardo III lo prohibió porque los hombres comenzaron a invertir más tiempo en los bolos que en la práctica de la arquería, entonces necesaria para la defensa de esa nación.

Pese a esto, los colonos ingleses llevaron el juego a Estados Unidos y fue en Nueva York donde surgió, a mediados del siglo XIX, una nueva fiebre por el boliche.

Hasta ese momento, la disciplina consistía en derribar nueve pines, pero los estadounidenses agregaron el décimo bolo, la modalidad con la que ahora se juega en todo el mundo menos en Europa, donde siguen siendo nueve bolos.

En Costa Rica, las primeras bolas se lanzaron en 1944 en las antiguas canchas del Costa Rica Country Club, según los registros del Boliche Dent, establecimiento que acumula 41 años de historia.

Hoy, también existen pistas privadas en el Costa Rica Tennis Club y en el Indoor Club. Solo las del Dent y el Bol Cariari tienen las puertas abiertas al público y alquilan las líneas (cada pista) por hora. Los fines de semana hay un verdadero llenazo.

Quien acuda hoy podrá constatarlo: el boliche realmente es uno de los pasatiempos favoritos en el país.