Warren Ulloa publica una novela policial: 'Elefantes de grafito'

Warren Ulloa

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Daniel Quirós danielquirosr@gmail.com

El género policiaco y sus derivados siguen creciendo en Costa Rica. En los últimos años se ha multiplicado el número de los autores interesados en todo lo “negro”; también ha crecido el público, cada vez más fiel, y algunas editoriales desarrollan colecciones específicas para saciar este interés.

Así, la Editorial Costa Rica tiene su propia serie negra, y editoriales independientes han publicado novelas que rozan, apropian, de-construyen o están de alguna manera en conversación con ese género.

Más recientemente, Uruk, Editores, lanzó su propia colección: El Cuervo. Bajo este sello, ha publicado novelas pioneras –como En clave de luna, de Óscar Núñez–, tanto de escritores consolidados como de aquellos que se dan a conocer. Mencionemos a Mario Zaldívar y a Guillermo Fernández, y al más reciente, Warren Ulloa.

La nueva novela de este último escritor, Elefantes de grafito , fue publicada en este año y se lanzó durante la Feria Internacional del Libro de Costa Rica. La colección completa de El Cuervo se presentará en la próxima Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México).

Elefantes de grafito es la segunda novela de Ulloa y su tercer libro. Se publicó tras la aparición de Finales aparentes (cuentos; 2008) y Bajo la lluvia Dios no existe (novela; Premio Nacional Aquileo J. Echeverría 2011), ambos con Uruk.

Elefantes de grafito toma elementos del género policiaco, pero se nutre de otras fuentes también. Después de todo, hoy quizás sea más exacto hablar de la apropiación del género, de la hibridez, y no tanto de clasificaciones nítidas.

Específicamente, Elefantes de grafito se nutre del denominado “policía procesal”, cuya historia se extiende a través de autores tan diversos como Ed McBain, Michael Connelly y Henning Mankell. Estas novelas se caracterizan por retratar el día a día del proceso policial, visto desde la perspectiva de los mismos policías.

La novela empieza desde ese punto de vista, aunque siempre en los territorios de la ficción. Así se nos presentan, en las primeras páginas, a los dos personajes centrales: Mauro Pacheco, estudiante de universidad que ha sido contratado temporalmente por el OIJ para hacer dibujos (retratos hablados), y Javier Brenes, agente judicial que investiga un caso. Este es el asesinato, en un hotel de la capital, de Arthur Sullivan, agregado cultural de la Embajada de los Estados Unidos.

Al caso se suman Jacqueline Aguilar, periodista que hará todo lo posible por informar de los hechos, y Juliana Salazar, mujer-enigma y mujer fatal, descrita como la posible asesina por el único testigo del crimen.

Entre todos ellos se desarrollará un juego de espejos e intereses que explotarán a través de un San José cada vez más parecido al Poisonville caótico de Dashiell Hammett o al Harlem sucio, hirviente, de las novelas de Chester Himes.

La novela, cuya extensión sobrepasa las cuatrocientas páginas, es bastante ambiciosa en este sentido. No solo sigue las líneas de la trama descrita anteriormente, sino que también nos introduce en una serie de personajes y tramas secundarios.

Pugnas de pandillas ligadas al narcotráfico, el mundo de los swingers , el tráfico de armas y el tráfico de influencias: todos estos espacios surgen en una Costa Rica multifacética, de historia alternativa, donde la Primavera Árabe acecha, y el presidente Jesús María Figueroa se dirige a la ciudadanía por la televisión.

En sus mejores momentos, la novela se convierte en una radiografía heterogénea e irreverente de lo nacional; le toma el pulso a una sociedad llena de culturas vivas, de luchas diarias y de una cotidianeidad untada con canciones de salsa, bares de mala muerte y espacios secretos de la clase alta.

La segunda parte, con un movimiento de tiempo y espacio más fluido que la primera, nos lleva desde lo macro de lo geopolítico hasta las pugnas domésticas del espacio privado. En este sentido, nos hace vivir los amores y desamores de sus personajes, pero también de un país con futuro incierto, con problemáticas nuevas que corresponden a un siglo nuevo.

Así, los elefantes de la novela, ligados al inconsciente de Mauro, quizás sean más bien un inconsciente nacional en ebullición: una sociedad que revela su lado oscuro y se carga de desilusión, pero también de mucho amor.