Una gran obra de Flora Luján

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Esta obra es una pieza representativa de los floreros que Flora Luján (1915-1979) pintó a mediados del siglo XX. Se trata de una pintura al óleo sobre tela que mide 93 cm de altura por 62,5 cm de ancho, sin título y sin fecha, pero que fue ejecutada alrededor de 1960.

En esta obra, la cotidianidad es objeto de una interpretación sumamente personal, que roza los límites del expresionismo abstracto.

El florero es el detonante de una explosión pictórica en la que la densidad matérica, la mancha y el grafismo emergen como fruto de un uso audaz del pincel, la espátula y el tubo de pintura mismo. Estos aspectos contrastan con el empleo de una paleta que se basa en tonos bajos, con importante predominio del blanco.

La fuerza y la expresividad de esta pintura son rasgos comunes en las naturalezas muertas, las flores, los paisajes, los interiores domésticos y otros detalles cotidianos que la artista trató, siempre con aproximaciones osadas, propias de una personalidad fuerte.

Flora Luján tuvo una vida artística corta; no obstante, desarrolló un cuerpo de obras sin parangón en su época. Su osadía técnica y su vehemencia estilística son rasgos inusuales en la pintura nacional de la primera mitad del siglo XX.

Adicionalmente, su abordaje del mundo de lo cotidiano y de lo doméstico se anticipó de muchas maneras a las exploraciones acerca de la intimidad, que se volverían comunes en el arte de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI.

Luján concluyó sus estudios en la Academia de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica en 1947. Desde entonces y hasta 1950, dictó clases de historia del arte en ese centro de estudios, y trabajó como profesora de artes plásticas en el Liceo de Costa Rica y en la Escuela Normal de Heredia, donde pintó un mural al fresco en 1955.

Su obra se exhibió en muestras colectivas en Costa Rica y otros países centroamericanos. También fue expuesta de forma individual en el Museo Nacional (1955, 1970) y la Galería Amighetti (1967), y, en forma póstuma, en la Galería Sophia Wanamaker , del Centro Cultural Costarricense Norteamericano (1988).

El deterioro temprano de su salud incidió en el cese de su trabajo artístico, factor que, entre otros aspectos, ha contribuido a que su obra sea poco divulgada.

Esta obra sin título forma parte de la colección de artes visuales del del Banco Central de Costa Rica. Puede ser apreciada en el espacio La obra del mes de los Museos del Banco Central de Costa Rica hasta el lunes 11 de mayo, todos los días, de 9:15 a. m. a 5 p. m. Las entradas cuestan ¢1.500 para nacionales, y ¢5.500 para extranjeros. Los miércoles. la entrada es gratuita para nacionales y residentes con cédula. Los niños menores de 12 años, los estudiantes con uniforme o carnet , y los ciudadanos de oro no pagan. Para más información llámese al tel. 2243-4221. En Internet: museosdelbancocentral.org/esp/

La autora es curadora de Artes Visuales de los Museos del Banco Central de costa Rica.