Un día San José soñó con ser una ciudad pulcra y refinada

Investigación analiza el camino de la capital hacia la modernización

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¿Sabía usted que, cuando se construyó el parque Central, este tenía un carrusel con caballitos y hasta un pequeño zoológico, o que en La Sabana hubo un hipódromo, y que en San José operó la Policía de Higiene que iba, casa por casa, para controlar el aseo doméstico?

A finales del siglo XIX y principios del XX, un grupo de costarricenses visionarios que controlaban el poder político y económico soñaban con una capital moderna, inspirados en los modelos de ciudades europeas como París.

La investigación publicada en el libro La modernización entre cafetales: San José 1880-1930 , de la historiadora Florencia Quesada, analiza el trayecto que recorrió nuestra capital para pasar de ser una sencilla aldea rodeada de cafetales a convertirse en una ciudad de avanzada, según estándares de la época.

En su obra, Quesada destaca cómo los miembros de la llamada “generación del Olimpo”, una élite de intelectuales y políticos que formaban parte de la oligarquía cafetalera, condujeron a San José por la senda del “orden y el progreso”, pero el desarrollo fue desigual.

“Para estos líderes liberales, entre los que destacaba el expresidente Cleto González Víquez, el San José moderno debía ser una ciudad bella, ordenada, limpia y culta.

“Todas las políticas y los programas se orientaron a transformar no solo el espacio urbano, sino a adoptar costumbres y estilos de vida que ellos consideraban como ‘cultos’”, destacó Quesada, quien es investigadora en la Universidad de Helsinki, Finlandia.

Estilo europeo. De acuedo con la investigación, los principales parques capitalinos que hoy conocemos surgieron como parte de ese afán de emular el diseño urbano de las grandes ciudades europeas. “Las antiguas plazas de origen colonial, en donde el pueblo se reunía, fueron transformadas en elegantes jardines diseñados para cierto tipo de entretenimiento considerado refinado”.

Así, en parques como el Central y el Morazán se construyeron quioscos como espacios exclusivos para que la banda militar presentara sus conciertos con repertorio, en su mayoría, europeo. Esos jardines, abundantes en vegetación y bordeados por una verja que implícitamente marcaba las diferencias, eran escenario para las famosas retretas, en las que las señoritas más distinguidas de la aristocracia josefina se paseaban por el parque a la espera del cortejo masculino.

“Las nuevas políticas de modernización también pretendían sustituir algunas tradiciones populares como las corridas de toros o las mascaradas, porque se consideraban poco refinadas y de mal gusto”, explicó la autora.

Otro aspecto que también obsesionó a los liberales de esa época fue la higiene pública.

Ellos creían que el progreso estaba asociado a los niveles de salubridad de la población y, por eso, iniciaron una serie de reformas sanitarias para mejorar las condiciones e higiene tanto en los espacios públicos como privados.

“Se creó la Policía de Higiene, cuyos agentes debían recorrer diariamente la ciudad y realizar una visita por lo menos una vez al mes a las viviendas para supervisar las condiciones de higiene domésticas”, declaró la investigadora.

Además, se construyó un moderno sistema de cloacas y cañerías para disponer adecuadamente de las aguas negras, proceso que tomó muchas décadas, pues se cometieron muchos errores en el camino.

Sin embargo, según la autora, los beneficios de la nueva infraestructura pública no llegaron a todos los ciudadanos por igual.

“El acceso al agua potable fue un lujo del que no podían disfrutar los nuevos barrios populares que comenzaban a formarse al sur y al noroeste de San José, pues estaba reservado solo para las clases media y alta que habitaban los barrios exclusivos al norte de la capital como Amón y Otoya”.

La obra que contiene esta investigación se vende en la Librería Universitaria, en San Pedro, Montes de Oca.

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