‘Tiempos y elementos’, en el jardín secreto del historiador

Víctor Hugo Acuña, reconocido por su trayectoria como historiador, habla sobre su primer libro de relatos

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Durante tres décadas y media, Víctor Hugo Acuña Ortega, uno de los historiadores más reconocidos del país, fue un jardinero en secreto. Si emergía con las manos sucias de tierra tras una jornada de trabajo, se las limpiaba pronto, “por pudor”. ¿Por qué correr el velo de la vida íntima? ¿Por qué abrir puertas y ventanas propias?

“En la esfera pública, he sido siempre historiador. Lo otro era un asunto personal que poca gente conocía y que poca gente ha conocido”, dice. Lo otro es un libro azul, esbelto y discreto, Tiempos y elementos , que recientemente publicó la Editorial Arlekín.

Nacido en 1949, Acuña se dedicó como historiador a investigar la historia económica, las clases populares y los movimientos sociales, y la conformación de identidad, Estado y memoria del país. En paralelo, iba tejiendo los cuentos que conforman este primer libro de ficción con su firma.

Flaco como es, Tiempos y elementos parece más bien una colección de fotografías, instantáneas que , con las manos en la página, hablan de toda una vida. “Todos tenemos un jardín secreto y ese es el mío”, dice el autor.

Al leer los relatos, se encuentra mucha preocupación por el tiempo, la memoria y la forma en la que interactúan dentro de una visión muy íntima. “Contrario a lo que se suele decir, creo que el problema de los historiadores no es el pasado; es la duración. Es el tiempo”, dice Acuña.

“El pasado por el pasado no me interesa, pero sí me interesa tratar de abordar un problema: fijar el flujo del tiempo con palabras”.

Cada texto es breve: captura una sensación o un cúmulo de ellas. Hay algunos difusos, casi poéticos; otros capturan rincones de Marrakech, París o San José. Hay un recuerdo de los “domingos alargados” de ver aviones despegar en La Sabana. Obras de Adrián Arguedas, Fernando Carballo, Liliana Porter y Mireille Lacaze conversan con los textos. Hay desamor. Y pasión también.

“Inevitablemente, se plantea el problema de la memoria. El recuerdo o el tiempo congelado, atrapado. ¿Cómo puede hablar uno del recuerdo? No es tan fácil, en la medida en que recordar es siempre olvidar. Con esa paradoja, intento decir con la palabra el movimiento, pero el movimiento siempre es inasible”, considera.

En el lugar más íntimo, hay mucho de nostalgia. “El paso del tiempo es irremediable. El tiempo remite siempre a lo que pasó, y eso da muchas vueltas en el tipo de inquietudes que tengo en ese libro”, asegura.

Vías paralelas

El contraste entre el ejercicio de Acuña como historiador y estos textos es claro, y plantea preguntas sobre cómo concibe la función del texto y la forma de abordar sus problemas.

“En mi caso, como historiador, me muevo constantemente en la tensión de intentar ser fiel a la huella, para usar la terminología de Carlo Ginzburg. Ando detrás de huellas y trato de ser lo más fiel posible a ellas. Trato de ser lo más imaginativo posible en la comprensión de esas huellas, pero las huellas no las invento”, explica Acuña.

En los cuentos, sin embargo, sí hay un ejercicio libre de la imaginación, un desafío: “La otra escritura es una prueba de cuánto puede decir la palabra el mundo”. “¿Cómo alguien es capaz, mediante la mediación del lenguaje, matrimoniar el mundo con la palabra?”, dice de su intento.

Pero ahora, ya hecho, tiene mucho de satisfacción y de agradecimiento; así se siente al leerlo. ¿Qué lo hizo decidir convertirlo en libro? “La conciencia de la finitud jugó un papel fundamental. Decir, bueno, yo ya no soy un muchacho, tengo que ocuparme de estas cosas…”.

No es, de ningún modo, algo “fúnebre”, bromea. “Es una especie de pérdida de pudor. A lo mejor estoy influido por esta época que es tan exhibicionista”, comenta. Pero más que eso, es un desafío a la época.

“Hay algo de resistencia que está implícito en ese texto”, dice Acuña. “Publicar ese texto era, para mí, dar testimonio de mi convicción, mi fe, mi creencia intacta en las humanidades y el humanismo como se entendía antes”, afirma el autor.

“En esta era tecnológica, tan terriblemente centrada en lo efímero, traté de decir que es por medio de las humanidades que nos planteamos un problema irremediable que vamos a tener los seres humanos hasta que muramos: cómo articulamos presente, pasado y futuro”, argumenta Acuña.

En Tiempos y elementos , los tres coexisten. Más que eso, los recuerdos se inscriben en el cuerpo de un autor que, ocupado en otras labores por muchos años, hizo de su intimidad un jardín de momentos. Recordarlos es olvidarlos; narrarlos es rehacerlo todo.

Trayectoria. Víctor Hugo Acuña nació en 1949. Fue profesor e investigador de historia en la Universidad de Costa Rica de 1970 al 2008. La nueva obra se encuentra en las librerías Andante, Duluoz y Universitaria.