Rogelio López celebra el cosmos del cuerpo y una década de su compañía de danza

López Danza celebra 10 años como mejor lo sabe hacer: provocando los sentidos con el baile, el vestuario, la música y la video danza

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En el Teatro de la Danza, los cuerpos de los bailarines se mueven al unísono, en un caos coordinado de sensaciones. Es la nueva obra de Rogelio López, ganador del Premio Magón 2011.

El nuevo espectáculo de su compañía López Danza tendrá tres funciones entre el miércoles 8 y el viernes 10 de noviembre. Todas ellas serán a las 8 p. m.

Las entradas generales cuestan ¢6.000 y ¢3.000 para estudiantes y adultos mayores. Se pueden adquirir en la boletería del Teatro de la Danza (en el Cenac), horas antes de cada función.

Como otros de sus espectáculos, Mamando leche de las estrellas conjuga el baile con la música en vivo. Una video danza se convierte en el escenario ampliado para que los artistas de carne y hueso bailen con los de la pantalla.

El estreno es, entre otras cosas, una celebración: López Danza cumple una década de trabajo. En ese tiempo, su director se ha rodeado de bailarines y artistas de otras disciplinas que confían en su enseñanza y visión.

"Hay que celebrar estos 10 años con lo que yo entiendo por belleza... Es estimular la imaginación", aseguró López durante uno de los ensayos generales de Mamando leche de las estrellas.

El cosmos del cuerpo

Como creador coreográfico, López es un investigador disciplinado. Estuvo a cargo del proyecto Danza Universitaria por 28 años y, tras salir en el 2006, fundó su propia compañía. Sus colaboradores son bailarines, músicos y artistas visuales.

En todas sus coreografías, sus inquietudes son transparentes. López se preocupa por estimular los sentidos de sus espectadores y los bombardea con imágenes sensuales del cuerpo humano.

Cada pasa y cada giro tienen una investigación. La interpretación de Mamando leche de las estrellas mezcla las caderas de la danza popular, las formas gráciles del ballet, los entrelazados del tango, entre otros. El estilo de López está lleno de referencias.

Mientras sus bailarines se mueven, una secuencia en video presenta la piel a nivel macro: pliegues de brazos, vello corporal, ombligos y pezones.

"El cuerpo humano es un mapa maravilloso del cosmos", dijo López.

El cuerpo es el instrumento favorito del coreógrafo, inclusive cuando están rodeados de la "arquitectura habitable" del vestuario –diseñado por Paula Ortiz y Hazel Torres–.

En un primer segmento, dos bailarines trabajan con pesos colocados alrededor de sus cuerpos. Más adelante, tres de ellos tienen que manipular unas extensas faldas blancas como si fueran papel de "origami", como lo llama López.

"Uno adquiere otro cuerpo y tiene que aprender a controlar otro cuerpo. Con estos nuevos materiales –las bolas y las enaguas– estamos aprendiendo a usar otro cuerpo", explicó el bailarín David Jiménez, uno de los cuatro intérpretes que ejecutan la coreografía en vivo.

"Es darle vuelta al cerebro y dejar de ser lo que siempre he sido", detalló la bailarina Valeria Jiménez sobre el trabajo de manipulación del vestuario. "Va de la mano con la ideología que presenta el espectáculo: somos un montón de cuerpos diferentes pero, al final, todos necesitamos el contacto físico (...) La arquitectura es habitable porque hay algo adentro".

Sentir con el cuerpo

No todos los estímulos de López se pueden describir con palabras.

El coreógrafo admite que para disfrutar su arte hay que "sentir". Hay que escuchar el crepitar de las llamas que acompaña un seductor solo de la Hazel Torres, hay que observar la luz que cae en los torsos de varios desnudos, hay que oler el perfume de los cuerpos en plena transpiración del espectáculo.

"Soy un provocador de oficio. Me gusta más invitar al espectador a que se llene de sensaciones que hacerle narraciones literales. Desde hace mucho tiempo, insisto en que me gusta que el espectador sea el quinto elemento. Esto es un arte de comunicación", explicó López.

Mamando leche de las estrellas está salpicada por algunas de las dicotomías que fascinan al coreógrafo: la luz y la oscuridad; la fuerza femenina y la vulnerabilidad masculina; lo sublime y lo ordinario de tener un cuerpo humano.

Como parte de esa dualidad, la danza del espectáculo opera en dos niveles: el primero, el efímero, en el escenario del teatro y otro, más permanente, en una video danza que corre durante la mayoría del espectáculo.

El audiovisual realizado por Roberto Peralta (mejor conocido como Cocano) proyecta paisajes de Guanacaste –provincia natal de López–, coreografías de danza popular y alusiones a las mascaradas, mezcla la silueta de una bailarina con un cielo estrellado.

"La mejor forma de celebrarnos nosotros no es dar un dato de tiempo. Es recordarle a este equipo que nos ha unido el cuerpo danzante: en la pantalla, en la música, en vivo. Es una iniciativa para celebrar lo complejo que es la simpleza del cuerpo",

En una hora de duración, Mamando leche de las estrellas pasa por muchos momentos que no se pueden escribir con palabras. Hay que sentarse a abrumarse, sentidos abiertos, con la danza.

Mamando leche de las estrellas tendrá funciones entre el 8 y el 10 de noviembre, a las 8 p. m., en el Teatro de la Danza. Las entradas generales cuestan ¢6.000 y ¢3.000 con descuento para estudiantes y adultos mayores.