Procesiones de Semana Santa: detrás de las escenas de la fe

Las procesiones son la tradición católica que une a los ritos religiosos con la mecánica teatral: las parroquias cuidan cada detalle en la Semana Santa

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La fe mueve montañas, dice el parafraseo popular de lo que dice Jesús a sus discípulos en el Evangelio de Mateo. En Costa Rica, la fe mueve a comunidades enteras a producir anualmente un desfile vívido de la pasión, muerte y resurreción de Jesús.

Las caminatas ceremoniales son comunes a varias religiones.

No hay manera determinar un origen único para las procesiones cristianas. Los más conservadores mantienen que se inspiran en el Viejo Testamento; otros reconocen la influencia del teatro griego y romana.

El recuento más fiable que se puede hacer es sobre la tradición actual: cómo, a partir del siglo XX, las comunidades convirtieron a las procesiones no solo en manifestaciones públicas de su fe, sino en vistosos espectáculos para el disfrute familiar.

Las procesiones de Semana Santa son la manifestación más teatral del fervor católico. Las conocidas imágenes bíblicas se convierten en textos que escriben sacerdotes, poetas y guionistas comunitarios. Como otras puestas escénicas, requieren equipos de producción: directores, coordinadores o responsables, según el nombre que resiban; encargados de vestuarios, escenografía y hasta música.

Jean Carlo Coba y Ramiro Córdoba trabajan tras bastidores de las procesiones de San José. Foto: Albert Marín.
“En Europa, la Semana Santa siempre tuvo una característica teatral y des espectáculo; era la manera de enseñarle al pueblo cómo había sucedido un evento religioso”, asegura el historiador y vestuarista José María Milo Junco. “Costa Rica absorbió esta actividad, pero más enriquecida”.

Junco no recuerda su vida sin ayudar en las procesiones –todas las generaciones de su familia, desde su bisabuelo paterno, han estado encargadas del cuido del Santo Sepulcro de la Catedral de San José–. Desde hace ocho años es colaborador incondicional de las procesiones que organiza la Municipalidad de San José.

Esa etapa es para Junco un periodo en el que el gobierno local revitalizó una actividad que había perdido interés público.

“La Municipalidad se empezó a involucrar hace ocho años, precisamente porque en la Semana Santa participaba poca gente. El cambio desde que comenzamos ha sido radical: la gente ha visto que hay una calidad artística con mucha devoción en las procesiones y dejaron de ser atractivas solo para los católicos”, explicó el jefe de protocolo de la Municipalidad josefina, Jorge Villalobos, quien es el productor general de la Semana Santa.

La inversión que hizo la Municipalidad este año asciende a ¢15 millones, pero también reciben patrocinios de empresas privadas. Este presupuesto les permite contratar actores profesionales (quienes realizan un proceso de audición) y convocar personal profesional para tareas técnicas.

Este año, trajeron a tres panameños –Jean Carlo Coba, Ramiro Córdoba y Gilberto González– para colaborar con la restauración del vestuario y las andas que utilizan para transportar las figuras bíblicas.

La Casa Cural de la Arquidiócesis de San José sirve de taller para la restauración de vestuarios. Foto: Albert Marín.
Fuera del templo. San José tiene por mucho el despliegue artístico más ambicioso con respecto a otras parroquias.

No obstante, sus esfuerzos forman parte de un nuevo impulso a abrir los cultos locales al disfrute turístico y cultural– tanto nacional como extranjero–.

En Cot de Cartago, en la parroquia de San Antonio de Padua, eso incluye la promoción de una tradición propia a su comunidad: la procesión de las Cintas, que se realiza el Miércoles Santo.

Según explicó el presidente de la directiva de la Hermandad de Jesús Nazareno , Iván Rivera, la organización de las actividades de la Semana Santa continúa siendo un impulso íntimo de la comunidad, aunque influenciado por otras manifestaciones artísticas de la fe (especialmente en vestuario y escenografía).

En Heredia, en la parroquia de San Joaquín de Flores, la organización recae sobre los feligreses: vecinos que asumen la tarea anual de vigilar la actuación, el vestuario, el sonido y los detalles de cada escenario que usan las representaciones.

Grethel Ulate es una de estas vecinas. Su trabajo cotidiano es ser asistente dental, aunque cuando labora al servicio de la parroquia se convierte en en coordinadora general de personajes de Semana Santa.

La convocatoria para actores se realiza en octubre y desde enero, el trabajo involucra ensayos con las personas seleccionadas.

“Por lo general, se trata de trabajar la parte espiritual del personaje. Si un personaje está identificado con el papel que va a representar y está bien en la parte espiritual, es más sencillo. Se hacen talleres espirituales y se muestran las escenas y movimientos”, detalló Ulate.

Este 2016, la comunidad varió ligeramente la producción e involucró a tres actores de televisión (Maureen Salguero, Bismarck Méndez y Pablo Rodríguez) en los papeles principales de sus procesiones para la primera grabación audiovisual de su tradición. Anualmente, la comunidad renueva los vestuarios de forma anual (cosidos por la florense Maritza Carballo) y restaurar los escenarios que ocupan –como en la crucificción de Jesús en el Calvario, en la procesión del Viernes Santo–.

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“Tratamos de que el vestuario se adecúe a la época. Nos sentamos a estudiar fotografías, ver películas de época para buscar los vestuarios”, detalla Ulate.

Las procesiones de Semana Santa son, en síntesis, una manifestación de fe que se nutre del fervor comunitario pero que no restringe a los templos sus manifestaciones artísticas.

Este domingo

Los cantones de San José y San Joaquín de Flores celebran hoy la procesión del Resucitado. En Cartago, el Convento de los Padres Capuchinos prepara la procesión de La Virgen de Nuestra Señora de los Siete Dolores.