Páez y los 13 de la suerte

Excelencia confirmada El pintor José Miguel Páez ofrece una exposición de retratos y bodegones en la Galería Nacional

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Víctor Hurtado Oviedo

José Miguel Páez cuenta las pinturas y dice: “Trece”. Quizá él no lo sepa: el supersticioso Gabriel García Márquez confesó que el 13 es un número de buena suerte, pero añadió que los conocedores lo niegan para que no lo acaparen los demás. ¿Será segura esta superstición o será una de las que son puro invento?

Ajeno ahora a la estadística, Páez camina por la sala de la Galería Nacional que alberga 13 pinturas de pequeño y mediano formatos: óleos magistrales y figurativos, que los retratados, las flores y las manzanas miran como espejos. Cada cual vive aquí cristalizado en tela.

La exposición de José Miguel es una de la serie Pequeños formatos , grandes maestros, que la galería expone en este año por iniciativa del artista Luis Chacón. Todos los cuadros se trabajaron al óleo y se tomaron del natural: los dos retratos, la imagen de un jardín y los bodegones (o naturalezas muertas).

El artista trabaja con pincel y espátula, y esta les da, a los cuadros (y nos da), ese toque enérgico y vivaz tan propio de este admirable pintor. A veces, la espátula se da (y nos da) el lujo de formar relieves sobre la tela, que provocan tocar las frutas para saber si ya están maduras.

Ese es el caso de la naturaleza muerta que se llama Naturaleza muerta y es la más reciente: “Está casi fresca”, anota José Miguel. ¿Imagina sus modelos?

–No. Todos los personajes y los elementos existen o han existido. Los pinto en una sesión; máximo, en dos.

Allí hay dos peras tan rojas que demandan explicación. “Así eran: por eso las compré”, aclara el artista.

Hay puntos blancos que se irradian como estrellas sobre el firmamento de una fruta. “Las luces son las últimas pinceladas. El protagonista de un bodegón no siempre es un objeto: pueden ser un brillo o una sombra que atraen las miradas”, indica José Miguel, y dos chiles luminosos están de acuerdo.

A Paisaje, la única pintura de un jardín, se le detuvo el reloj a las once de la mañana, cuando los rayos del Sol escribían su claridad sobre la pizarra blanca de una pared. El árbol de la derecha tiene las hojas indefinidas porque se vistió de prisa para salir en la pintura, que ya iba secándose.

Algún cuadro le sale chúcaro a José Miguel, y él suele repasarlo para destacar una luz, para acentuar un color. Páez es tan exigente con Páez que al espectador ya nada le queda por exigir. ¿Algún maestro admirado?

–Paul Cézanne: el de las flores y las frutas...

Ya nos parecía que esta sala irradiaba aromas de campiña francesa, pero volvamos a San José a fin de preguntar: “¿Le hablan sus cuadros?”.

–Claro. Por ejemplo, esta pintura me decía: “Me falta algo”, y yo adiviné que le faltaba una flor; compré una amarilla y aquí está.

–¿Cómo sabe usted que ya ha terminado un cuadro?

–Pregunta difícil... Me lo dice la práctica. En todo caso, no me gusta dedicar varias sesiones a un cuadro: pierdo la tensión. Mi pintura es visceral.

Lo es, pero algunas obras obsequian equilibrio y paz, tal vez porque los bodegones son escenas domésticas que nos hacen sentir en familia. Los bodegones son ventanas a otras casas, que nos gusta visitar por la tardes.

Ahora, los fondos, esas telas que caen, como cielos plegados, detrás de los floreros... “Los fondos dan la profundidad. Dinorah Bolandi decía que es más difícil pintar bien un fondo que los objetos. Yo pinto primero los fondos; eran telas: no las invento”, confiesa el artista.

José Miguel Páez traza un boceto con pincel antes de aplicar la pintura. Solamente una naturaleza muerta se creó sobre madera. ¿Es diferente usarla?

–Sí. A diferencia de la tela, la pintura corre mucho si se aplica sobre madera. La tela se resiste, y la mano lo sabe. Preparar las tablillas es laborioso pues llevan muchas capas de imprimador.

José Miguel Páez cursa una maestría en arte en la Universidad de Costa Rica, y para su proyecto de graduación traza dibujos al carboncillo en formatos grandes. ¿De personas? “No: de objetos, aunque tal vez también dibuje personas”, responde.

Esos dibujos se expondrán en el Museo Calderón Guardia en el año 2016. “Pretendo llenar todo el museo, que es grande”, adelanta Páez, quien también es profesor de pintura en la UCR y maestro de jóvenes y tremendos artistas de la pintura figurativa.

“José Miguel Páez es un gran artista. Sus contrastes son reconocibles: una pincelada brusca dada por una gran sensibilidad; sombras a la par de las luces...”, opina Sebastián Mello, director de la Galería Nacional.

La exposición se ofrece hasta el lunes 15 de junio en la Galería Nacional, situada en el Museo de los Niños. Está abierta todos los días. Teléfono 2258-4929. Facebook: GaleriaNacionalCR