Pachanga literaria se baila a ritmo de calipso

Expositores se esfuerzan por ofrecer novedades y buenos descuentos

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Huele a papel, se ve ordenado y más bien relajado, suena a risas y pasos cómplices. Sabe a Caribe y también a curiosidad.

La Feria del Libro de este año está más movida que de costumbre (para los primeros días). Tiene feeling afrocaribeño y aspira con ello a ser un lugar de encuentro para amantes de las letras: un sitio donde las ansiosas yemas de los dedos puedan recorrer páginas llenas de relatos e ingenio.

Solos o acompañados por amigos o familiares, los presentes desfilan a su propio ritmo y cada quien va exactamente donde le dictan sus instintos.

Los menos aficionados suelen dirigirse a los stands más ‘cool’, aquellos donde al pasar reconocen títulos y autores como Coelho o J.K. Rowling.

Así van a la segura y se sienten más conocedores. Si no, solo se toman un café para decir que fueron a la feria.

Mercedes Jiménez, de Heredia, no es una de ellas, pero reconoce, orgullosa, que compró libros de autoayuda y de Isabel Allende para que sus hijas lean. “Es lo que gusta a más gente, tengo que intentarlo por ahí”, dijo.

“Siempre espero la feria para comprar libros caros. Estos se me antojan, vamos a ver qué tal”, dijo Melissa Víquez, quien adquirió la trilogía Millenium, de Stieg Larsson, y coqueteó con las Cincuenta sombras de Grey (una trilogía erótica), de E. L. James.

Por su parte, los aficionados moderados se pasean sin mucha determinación por los 46 expositores de 12 países para ver qué se les antoja, si es que algo los cautiva. O al menos, para conocer gente interesante.

Los lectores más exigentes “barren toda la feria” y se dirigen especialmente hacia los puestos “raros”, es decir, entre más atípicos parezcan, más se asoman.

Estos lectores élite (aquellos que ya arrasaron con sus bibliotecas y las de sus amigos), no encuentran demasiadas sorpresas, pero sí algunas. “Este año la feria promovió que todos los expositores tengan libros publicados este año o que sean la primera edición. Hay un concurso y todo”, dijo Ana González, portavoz de la feria.

Algunos de ellos hallan seductora la oferta de países como España, Nicaragua, Haití, Santa Lucía y Trinidad y Tobago.

“No voy a decir que hemos vendido mucho, pero sí más de lo que pensaba. Traemos libros en inglés y francés de artistas poco conocidos que han sido bien aceptados”, explicó el editor Frantz Voltaire.

“La clave ha estado en que los propios autores están aquí y conocen a los lectores”, dijo Evelyn Ugalde, de Club de Libros.

Como curiosidad destacó el inusitado interés de los visitantes en textos de historia, según coincidieron Marvin Villegas, de la Editorial del Instituto Tecnológico (ITCR), Maricela Mora, de la Editorial Costa Rica, y Alfredo Marín, de la editorial de la Universidad Nacional (UNA).

El Álbum de Figueroa, es uno de ellos. “Hay público de todo tipo, que se ve interesado, pero cuesta que compren”, añadió Óscar Vicente, de El Salvador.

De igual criterio fue Eugenia Wo Ching, de la editorial Lanzallamas, quien explicó que por ser fin de semana, muchos van en familia y los padres suelen invertir en libros para sus hijos, más que para ellos mismos.

¿Jengibre y coco? Falta aún un poco. Ciertamente el lema del encuentro es honrar el legado afrocaribeño a la literatura. Si bien hay un stand especial para ello y mucha música y hasta comida, no predomina la literatura caribeña entre los pasillos.