Obras de Alvaro Bracci ironizan sobre los pecados de la Iglesia católica

Exposición de artista italiano llama la atención sobre los excesos del poder

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Los siete pecados capitales son aquellos vicios que, según las enseñanzas del cristianismo, desvían a los seres humanos del camino de Dios.

La lujuria, la gula, la codicia, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia deambulan entre la humanidad, ofreciendo satisfacción inmediata y por eso son tan difíciles de esquivar.

Pero cuando los protagonistas de los pecados son altos representantes de la propia Iglesia católica que los condena, la polémica es inevitable.

En su más reciente exposición titulada Ego sum qui sum, el artista Álvaro Bracci ironiza sobre los abusos cometidos por jerarcas del catolicismo, acuerpados por su investidura.

La muestra se presenta en el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, en Alajuela, y reúne 23 obras, entre pinturas (acrílicos sobre tela) y serigrafías.

Según explicó Bracci, si bien esta exhibición se centra en los descalabros cometidos por los clérigos, la crítica es extensiva a otros centros de poder.

“El hilo conductor de la exposición es el hombre con sus debilidades. Cuando una organización protectora, ya sea religiosa política o económica, otorga poder, muchas veces las personas se atribuyen libertades abusivas, excesivas e inmorales, por encima de toda ley y regulación establecida”, apuntó el artista.

Sus creaciones se caracterizan por su “uniforme” tricolor. “Los tres colores, el rojo, el negro y el blanco de fondo, siempre han sido los colores de los imperios, de los dominadores, de los que deciden el destino de la humanidad. Me obligué a esta limitada paleta para enfatizar el mensaje”, dijo Bracci, nacido en Roma en 1948.

Para él, lo más grave no son los pecados, sino la ley del silencio o el encubrimiento por parte de las jerarquías.

“Esta exposición pretende unirse a la toma de conciencia de lo que el papa Francisco proclama en voz alta, arriesgando su propia vida para decirle al mundo entero que hay que erradicar totalmente estas conductas”, agregó Bracci.

La ironía como arma. La curadora de arte Elizabeth Barquero destacó el doble papel que asume Bracci para plantear su crítica: es protagonista y testigo.

Como protagonista, Bracci conoce el sistema eclesiástico desde adentro, pues en algún momento de su vida fue parte de este: estudió durante tres años en el Seminario Pontificio Menor de Roma.

“El afiche de esta exposición es un autorretrato del artista con los atributos que lo distinguen como personaje de la Iglesia”, explicó Barquero.

Ya como laico, Bracci aprovechó el lenguaje artístico para lanzar sus dardos contra un sistema corrupto. “Las de Bracci son obras bellas, críticas, se les siente el humor, pero sin que la burla llegue a ser despiadada: el trazo caricaturesco suaviza los resultados. Este artista encanta con sus hermosas ironías”, opinó el escritor y filósofo Rafael Ángel Herra.

La muestra está abierta al público hasta el 23 de agosto y se puede visitar de martes a domingo, de 10 a. m. a 5:30 p. m.