Nuestros viajes del primo Neander

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El ser humano es un fruto de un árbol evolutivo, y los bonobos y los chimpancés son dos de nuestros cuatro primos actuales, pero ya lejanos pues se fueron por las ramas.

Los bonobos son los jipis de los primates porque se dedican a hacer el amor y no la guerra (viven en matriarcado), mientras que los chimpancés son un batallón violento que desembarca en los árboles ajenos porque tal vez crea que a los demás chimpancés les falta la democracia. Los bonobos son atenienses; los chimpancés, espartanos.

El gran primatólogo holandés Frans de Waal nos ha escrito El mono que llevamos dentro y El bonobo y los diez mandamientos; prueban que el ser humano no es solo un ángel bonobo ni un diablo chimpancé, sino ambos juntamente. Quien todavía crea el embuste de que el ser humano es principalmente agresivo, merece una refutación más breve: aún estamos aquí.

Por supuesto, nuestro árbol evolutivo también produjo otros primos, como el Homo neanderthalensis (el hombre y la mujer de Neandertal), hallado en el valle ( Thal ) de Neander (Alemania) en 1856.

Cuando el Homo sapiens aún caminaba en sus barrios de cuevas africanas, los neandertales ya ocupaban Europa y el este del Asia en un lapso comprendido entre los 230.000 y los 28.000 años pasados.

Los neandertales hablaban. Como hasta los jóvenes eran ya muy antiguos, quizá comentarían cómo había crecido la Osa Menor y cuánto costaría levantar un condominio de pirámides en el futuro Egipto.

Tal vez, como lores inventados por Oscar Wilde, solo conversarían del clima bajo la lluvia en diálogos que los empapaban del tema. Quizá se quejarían de la glaciación, tan sorprendente que los dejaba fríos.

Si hubiesen sido antropólogos en vez de ser solo neandertales, habrían sabido que las navajas del frío los habían tallado gruesos y pesados como Informe a la nación, para que resistieran mejor la cristalina demolición de las glaciaciones.

Tal vez un lunes de hace 100.000 años, cual vecinos imprevistos que aparecen con colchones y parlantes, surgieron los homines sapientes, del África; se encontraron con los neandertales en la franja hoy israelí; convivieron unos años, crearon descendientes comunes (nosotros) y siguieron su marcha por la curvatura del planeta.

Se ignoran minuciosamente las causas de la extinción de los neandertales, pero se postula una hipótesis: la competencia del Homo sapiens , mejor provisto de armas para cazar en los tiempos posglaciales.

El paleontólogo Jordi Agustí ( La gran migración , cap. VI) propone la cuasi autoextinción por canibalismo –lo que otros descreen–.

Los últimos neandertales retrocedieron al sur de España, hasta el peñón de Gibraltar, aterrados ante un mar que nunca cruzarían.

Se sobrevive por los genes y por la cultura, y perdimos la de los neandertales; solo sus genes han cruzado los mares –con nosotros–.