Novela de José Ricardo Chaves: Magia y espectros en Nueva York

Poder narrativo. El reconocido dramaturgo celebra la reciente novela de José Ricardo Chaves

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Bien podría pensarse que, en Espectros de Nueva York , José Ricardo Chaves ha escrito una biografía novelada que versa sobre la legendaria Helena Blavatsky y la fundación de la Sociedad Teosófica, ya que tiene las características de este género de literatura. Es verdad porque hay en ella una extensa y cuidadosa investigación sobre la vida de este interesante personaje.

El lector conocerá diversos aspectos de su vida, así como una amplia información histórica sobre una agrupación que Blavatsky definió como “una Sociedad para la búsqueda de la Sabiduría Divina, Sabiduría Oculta o Espiritual”. La fundó en Nueva York en 1875, ciudad en donde se había establecido junto con su socio espiritual Henry Alcott.

El libro también nos entera de la forma en la que ella elaboró sus escritos, obra monumental que le fue dictada por maestros del mundo espiritual, guardadores de una doctrina secreta que devela la sabiduría oculta, los misterios del universo y la evolución espiritual del ser humano, principios fundamentales de la Sociedad.

Sin embargo, Chaves va más allá del modelo tradicional de novela biográfica. Con extraordinaria técnica y talento, nos sumerge también en un fascinante mundo real y ficcional, donde, casi de manera lúdica, sus dos personajes protagónicos, el joven narrador, fuerza actante de la novela, y Blavatsky, objeto de su relato, forjan, de manera independiente, una estructura narrativa y un tejido de situaciones, que es una deliciosa combinación de verdad y ficción, credulidad y escepticismo.

La Blavastky que Chaves recrea, desde su óptica ficcional, pero con base en el perfil histórico que conocemos de ella, es un ser verdaderamente fascinante que alucina y conmueve. Igualmente atractivo es el joven narrador y biógrafo, que llega a Nueva York en misión espiritual, al sitio donde vivió su biografiada.

Dentro del artificio del yo-narrador, el autor nos permite llegar a conocerlo en sus aspectos más íntimos, lo que le da un sesgo autobiográfico, dentro de este juego de ficciones que Chaves maneja con perspicacia, habilidad y hasta suspenso.

Poder narrativo. El relato se da en diferentes planos narrativos, como contrapunto, en razón del espacio y el tiempo que viven estos dos personajes.

En 1875, encontramos a la Blavatsky viviendo en Nueva York, instalada en el segundo piso de un edificio situado en un respetable sector de la ciudad, conocido como su Lamasterio o Lamasería. Helena recibe allí tanto las visitas de sus maestros espirituales como las de sus amistades del mundo material, entre ellas personas destacadas de su época.

En el año 2001 encontramos al joven narrador, quien llega a Nueva York en busca del sitio que albergó a la Blavastky. El visitante espera encontrar vestigios y vivencias del mundo y la época de Helena, pero el lugar se ha convertido en un hotel del bajo mundo, en un barrio de prostitución y drogas.

El piso que ocupó la Blastema, donde este joven se aloja, es un espacio de cuartuchos, lleno de pasillos misteriosos, habitado por seres del inframundo: monstruos y reptiles que, de cierta manera, preconizan la decadencia de la Gran Manzana, símbolo de la ciudad de Nueva York, que se ha de convertir en la Gran Cebolla.

Deseo referirme al poder narrativo de José Ricardo, que es definitivo. Siempre he pensado que un lector puede sentirse atraído por el tema de una novela, o sus personajes, o por la manera en la que está escrita. Todo eso lo tiene José Ricardo; ya lo había observado en sus novelas anteriores, pero, además, él tiene algo fundamental: sabe contar una historia, crear mundos y hacer vivir a sus personajes. Algunos lo llamarían talento.

Comencé a leer Espectros de Nueva York y no podía dejarla. Recuerdo que la terminé en las primeras horas de la madrugada, y, entusiasmado con su libro, puse de inmediato un mensaje a José Ricardo Chaves, que a continuación reproduzco porque creo que mi reacción podría ser semejante a la que tendría el lector de tan fascinante libro.

Sorpresas de medianoche. “Querido José Ricardo: Comencé a leer ayer tu novela y no he podido soltarla. Es tarde, más de medianoche, y me has dejado en medio de un remolino de imágenes y vivencias, reflexiones y búsquedas que únicamente se dan en esos libros que enamoran. Eres un mago. Hacía mucho tiempo que no me había seducido tanto un libro como el tuyo. Va mucho más allá de lo que puede ser la lectura de una buena novela biográfica que, en tal caso, tendría igual categoría de las que escribiría un Stefan Zweig o un André Maurois; y, para ponerme más contemporáneo, pienso que si Truman Capote la hubiese leído en su tiempo, se habría puesto verde de la envidia. Yo me quito el sombrero y te hago una reverencia porque, además de todos los atributos que me vienen a la mente, me cuesta clasificarla, lo que me alegra porque es única, como también lo es la cola doble de la sirena que en algún momento mencionas.

”Si bien en el encuentro con la mítica Madame, en su Lamasterio de Nueva York, nos la revelas como una imagen imponente y adorable: “estrella gorda que iluminará las cosas de mundo , que las tornará transparentes”, no menos terrible y adorable es la imagen del joven biógrafo que puede encontrar la belleza y la beatitud en el espejo azul del Lhamo Latso de la India, así como el goce sensual en un mundo gótico de fuerzas ocultas que van a destruirlo inexorablemente. (Por qué, no lo sé. Una vez más me viene la imagen de la sirena de la doble cola.)

”Tu libro es un prodigio de erudición en cuanto a todo lo que se relaciona con el tema de la teosofía. Desde el punto de vista de la construcción temática, los nexos de causalidad entre los dos relatos, el del biógrafo y el objeto de su estudio, engarzan de maravilla y hacen que el lector los viva con igual intensidad. ¡Ah, y qué prosa más cautivadora! Elegante y sencilla.

”Todo el periplo por el norte de la India es, como se dice en inglés, breathtaking . De igual manera lo es el ambiente gótico de ese Nueva York que describes y los personajes que lo viven, hotel incluido; además, los hombres reptiles y todo ese juego de sombras ocultas y, desde luego, el bello Jean Pierre y la trágica Yuridia.

”Tengo que parar porque seguiré disparando pensamientos y ya es más de medianoche. La verdad es que estoy intoxicado de imágenes y reflexiones, y asombrado también de tu poder literario, el cual no acabo de aplaudir. Daniel”.