¡No le disparenal crítico!

Andrés Sáenz

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Jeannette Campos Salas

jeannette.campos@ucr.ac.cr

Hay dos tipos de representaciones o teorías de la representación. Una es la filosófica que nos dice cómo los sujetos construyen la realidad o el mundo que nos figuramos. La otra es la creación de la obra artística o de la realidad artística. “¿Qué es lo real?” sería la pregunta epistemológica. “¿De qué vale una opinión?” es la pregunta que habría que plantearse dentro de las artes escénicas. Bajo el título El mundo todo es representaciones , Andrés Sáenz Lara nos presenta su más extensa recopilación de comentarios teatrales, escritos durante casi dos decenios, y publicada con el auspicio del Centro Cultural de España.

En dos extensos volúmenes, el autor hace un recorrido por los montajes del teatro costarricense (y de algunos grupos extranjeros) ordenados cronológicamente en sus diferentes temporadas.

Sáenz incluye fichas técnicas de las escenificaciones, un índice de autores y otro de las obras: reunido todo en una hermosa y fina edición con fotografías incluidas.

Con los subtítulos Una visión del teatro en Costa Rica al final del segundo milenio (1992-2000) , volumen I, y Una visión del teatro en Costa Rica al inicio del tercer milenio (2001-2010) , volumen II, este libro nos dice que el teatro es representación o interpretación, pero va más allá de eso. El libro plantea una reflexión acerca de nuestra propia vida, y es que, en relación con el teatro, no es solo como canta La Lupe en un bolero de Curet Alonso: “Teatro, lo tuyo es puro teatro”, sino que finalmente estamos todos representando algo en el teatro de la vida.

El autor nos conduce a esta reflexión desde el epígrafe de sus libros: “No olvides que es comedia nuestra vida / y teatro de farsa el mundo todo / que muda el aparato por instantes / y que todos en él somos farsantes” (Francisco de Quevedo).

El oficio del crítico demanda conocimiento, agudeza y perseverancia. Aunque probablemente no sea un trabajo muy bien remunerado ni bien recibido por quienes han sido blanco de sus críticas, Andrés Sáenz hace entrega de una buena escritura, erudición y un incisivo e inteligente humor no exento de alguno que otro sarcasmo.

De tal manera, estos dos volúmenes compiladores resultan de lectura necesaria dentro del gremio de las artes escénicas, tanto para quienes suben a las tablas como para quienes producen y dirigen, para los amantes del teatro y para el público en general.

El libro es el testimonio de un profesional especialista en el tema gracias a su vasta cultura y al haber presenciado la mayoría de los montajes teatrales y musicales de nuestro país en los últimos años.

Sáenz es el ojo crítico erudito, que nos permite ampliar nuestra visión de las puestas en escena, que nos las ubica históricamente y dentro de un contexto universal; es el crítico que, aunque “más temido que amado”, tiene la virtud y la necesidad incansable de visitar recurrentemente los teatros y de alimentar, con su polémica, la cultura teatral de nuestro país.

Independientemente de que estemos de acuerdo o no con sus apreciaciones, es indiscutible que este satírico y especial espectador de las tablas de la noche es, desde hace tiempo, un personaje y un referente del quehacer teatral y musical de nuestro país.

Sáenz es un crítico calificado que, como afirma John Simon en la revista New York refiriéndose a las vilipendiosas cartas que recibía de sus lectores, “ama el teatro desde la infancia, ha estado de uno u otro modo envuelto en él, lo ha visto y leído en grado mayor que el más tesonero diletante, ha viajado por todas partes para buscarlo y ha cultivado numerosas artes relacionadas con él”.

Sáenz llama nuestra atención con los acuciosos títulos de sus críticas, que anuncian con ingenio cómo irá su comentario de ese día. Conocidas son también sus formas lapidarias de cerrar algunas de ellas. Muchas producen sonrisas o carcajadas entre sus lectores.

Andrés Sáenz no sólo se convierte en el crítico de la obra (histrionismo, contenido, vestuario, escenografía, iluminación), sino también de las reacciones del público que las disfruta. En este sentido, Sáenz también educa desde sus comentarios críticos periodísticos y no ya solo desde las aulas universitarias.

Son particularmente interesantes sus críticas a las puestas en escena de corte feminista, como Divorciadas, evangélicas y vegetarianas; Shirley Valentine; Casa de muñecas; Monólogos de la vagina, Hasta que la suerte nos separe y Mujeres , entre otras, pues Sáenz aborda un enfoque de avanzada en relación con el papel de las mujeres en la sociedad y en la lucha por la igualdad de sus derechos. Por todas estas razones: ¡no le disparen al crítico! Es hora de reconocer su talentoso, constante y sistematizado trabajo. ¡Es hora de aplaudirlo!