Magón celebró la navidad en sus letras

“Nochebuena”. El 24 de diciembre de 1895, el escritor Manuel González Zeledón publicó un notable relato en la prensa

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“Así recorríamos uno a uno los portales olorosos a piñuela y cohombro, albahaca y piña, con sus racimos de limas y naranjas, pejibayes y coyoles, con sus encerados figurando montañas, y sus vidrios representando tranquilos lagos, con sus entierros, procesiones, carretas, degollación de inocentes, escenas populares, críticas de costumbres, lluvias de hilos de plata, luna y sal de cartón dorado y cercas de piedra y barro de olla. Y allá, en el hueco de una roca, con huevas de algodón salpicado de talco, sobre un montón de pajitas en forma de nido de gorriones, el Niño Jesús, el Hombre-Dios, desnudo y con los bracitos al aire y en actitud juguetona, con aureola de risa y majestad de rey; ese precioso conjunto de gracias y de martirios con que la imaginación del hombre ha personificado a su Salvador”.

La cita anterior forma parte de “Nochebuena”, cuento de Manuel González Zeledón. Es uno de los primeros trabajos de “Magón” divulgados en la prensa, en este caso en el periódico La Patria, cuyo dueño y director era su primo Aquileo J. Echeverría.

En La Patria, durante los primeros cuatro meses de 1896, González publicó 11 cuentos, entre los que se destacan “El almuerzo campestre”, “Tequila, pulpería y tercena”, “Una vela”, “Al baratillo”, “Sin cocinera” y “Un día de mercado en la plaza principal”. Todos son de un acentuado carácter costumbrista, lo que lo convirtió, a la larga, en uno de los principales cultores de este género en el país.

El periódico de Echeverría fue efímero, situación frecuente en los medios de prensa costarricenses de fines de siglo XIX. Su cierre llevó a Magón a publicar en otros diarios, como El Fígaro, El Heraldo, La Revista, El Tiempo, La República y Páginas Ilustradas.

Precisamente en esos dos últimos medios, González difundió algunas de sus obras más conocidas, como “El clis de sol” y “La Propia”, que pasaron a formar parte de nuestro patrimonio intelectual.

Nochebuena. El relato de Magón se sitúa en 1872, más de dos décadas antes de la fecha de publicación en el periódico, cuando el autor contaba con siete años. Según sus palabras, para entonces se disponía a disfrutar de las festividades de fin de año, ya concluidas las faenas del ciclo escolar y con los recuerdos frescos de reglazos y coscorrones de sus queridos maestros.

De esa época, el niño disfrutaba con particular fascinación del momento en el que debía personificar un pastorcillo de Belén para los rezos en las posadas.

“Nochebuena” ofrece una imagen nostálgica, de una Costa Rica bucólica que parece distante en el tiempo, a pesar de que Magón apenas tiene más de 30 años cuando escribe el relato.

Tal situación no resulta del todo extraña si se considera el contraste existente entre la imagen rural que dibuja en su narración, de un tropel de niños que saltan alegremente. Algunos de ellos fueron Aquileo J. Echeverría, Alejandro y Jenaro Cardona, y el mismo Magón, nombres más tarde célebres.

El San José de fines del siglo XIX se preparaba para recibir las fiestas decembrinas en medio de anuncios de prensa que informaban de la venta de uvas frescas, “buenas y dulces como el almíbar”, manzanas de California y vinos europeos.

La sociedad en la cual Magón escribe su “Nochebuena” se encuentra permeada por los efectos del arribo del capitalismo agrario al país, por la difusión de una economía cafetalera y por un crecimiento urbano realmente significativo.

El modo en el que se presentan algunas de esas transformaciones no parece ser de la simpatía del niño-personaje. Este manifiesta lo fatigoso que sería relatar el largo y difícil camino que siguió para ascender a la condición de pastorcillo navideño.

Luego, Magón compara ese camino con la tortuosa ruta emprendida por Costa Rica en la edificación del Teatro Nacional, que en 1895 llevaba cinco años de construcción y aún le restaban dos más. El autor también alude al Ferrocarril al Pacífico, obra que se inició hacia la segunda mitad de la década de 1890 y se inauguró en 1910 (diario La Patria, 24/12/1895).

“Nochebuena” aporta recuerdos infantiles, como la espumosa chicha y el picante chinchibí; los ricos tamales; el jolgorio y el bailoteo; los cantos y los triquitraques en los portales; los alegres villancicos y los pasitos traídos de Guatemala.

Magón es un censor de los supuestos beneficios que trajo la economía cafetalera ya arraigada cuando escribe “Nochebuena”. En La Propia, González deja claro que el gran favorecido por el monocultivo cafetalero es el imperialismo inglés, seguido de una pequeña oligarquía cafetalera local; en tanto, los peones, campesinos y productores locales –dependientes de los precios internacionales– se encuentran entre los sectores más afectados, como le ocurre a ñor Julián, personaje de La Propia.

A fines del siglo XIX, en la prensa costarricense aparecen obras literarias que rememoran las Navidades campesinas y las tradiciones asociadas a ellas, como “Nochebuena”, de Magón.

Sin embargo, la prensa también promueve el consumo. Algunos anuncios rezan: “Crismas. Para NOCHE BUENA tengo gran cantidad de novedades en juguetes” (La Prensa Libre , 18/12/1898); “Gran surtido de dulces y otras novedades para NOCHE BUENA” (El Heraldo de Costa Rica, 21/12/1897); “Sombreros de todas clases y caprichos, hormas variadísimas, flores, cintas, plumas y todo lo que en París está en boga últimamente” (Diario de Costa Rica, 25/12/1897); “Con motivo de las fiestas, sombreros para señoras, señoritas y niños, finos, elegantes y a precios sin competencia” (La Prensa Libre, 21/12/1899).

Al terminar el siglo XIX, las conmemoraciones vinculadas con la Nochebuena y la Navidad adquirieron un nuevo matiz, asociado con el arribo progresivo de la modernidad a la capital costarricense, y fue una llegada sin retorno.

El autor es coordinador del Programa de Estudios Generales de la UNED y Profesor Asociado de la Escuela de Estudios Generales de la UCR.