Los magníficos grabados de Nemesio Antúnez llegan a Costa Rica

Varia maestría. El MAC exhibe 36 grabados de uno de los mayores artistas visuales de América hispana

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No su última, sino su voluntad de siempre: sorber la vida con todos sus sabores, fue la existencia de Pablo Neruda. En sus Odas elementales, declamó su pretensión de que “a la mesa / lleguen recién casados / los sabores / del mar y de la tierra / para que en ese plato / tú conozcas el cielo”. Tal connubio de vida y arte vibra también en la obra visual de un paisano de Neruda: Nemesio Antúnez Zañartu, uno de los más depurados grabadores de Hispanoamérica, y sus mesas de formas y colores nos invitan ya en San José.

Precisamente, el Museo de Arte Costarricense (MAC) y la Embajada de Chile en Costa Rica presentan la exposición Nemesio Antúnez: obra gráfica , compuesta de 36 grabados pertenecientes a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes de Chile.

Arte y vida. El artista murió hace veinte años, pero su obra sigue enseñando a nuevas generaciones de creadores chilenos, y sorprendiendo al público, que tal vez se pregunte si Nemesio Antúnez fue un hombre de muchos talentos, o si muchos talentos usaron un solo nombre: tales son la variedad fugitiva de las técnicas y la vertiginosa profusión de los temas –lo mismo un tango a la italiana que un muro trizado por la violencia–.

Antúnez nació en Santiago de Chile en 1918. Fue arquitecto, mas pronto se inclinó su viaje artístico hacia el grabado, que estudió durante cinco años en el neoyorquino Atelier 17, de Stanley Hayter

De vuelta a Santiago en 1953, Antúnez fundó el taller-escuela 99, enseñó pintura en la Universidad Católica y dirigió el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile. Fue director del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) entre 1969 y 1973, cuando partió al exilio en pago por la colaboración que dio al gobierno de Salvador Allende.

Durante diez años, Antúnez vivió en Europa, donde presentó celebradas exposiciones. Volvió a Chile en 1984, y en 1990 retomó la dirección del MNBA. Falleció en Santiago en 1993.

Como artista, Nemesio Antúnez compartió sus conocimientos y llevó las más avanzadas creaciones artísticas de su país a lugares “insólitos”, como barrios marginales y pueblos alejados de la capital.

Su propia obra atestigua ese afán de suma y mezcla pues sus técnicas, minuciosas y precisas, retratan escenas cotidianas: una fiesta andina, un baile popular, una taller de bicicletas, un vendedor de maní, unas camas somnolientas que se duermen con ilusiones siderales... Para Antúnez, todas las casas vivieron en su casa.

Noche y geometría. La exposición ofrece cuatro Parejas, aguatintas tempranas, de 1949: forman cuerpos echados y ondulantes que por momentos parecen uno solo. Desde otros grabados nos llega un aire de dibujos infantiles hechos con lápices de colores: las tres litografías El mantel, de 1951, cuyas cuadrículas oscilan como un paradójico terremoto de agua.

La mesa (serigrafía, 1989) reitera la presencia del mantel, pero esta vez se deshace en pequeñas banderas volantes, quizá desgajadas por un huracán.

El artista nos lleva luego indiscretamente a visitar dormitorios. Camas separadas (litografía, 1989) insinúa mutua indiferencia bajo una lámpara que pende del techo. Elementos similares, pero más obscuros o mortuorios, flotan en La lámpara (litografía, 1989)

Camas reunidas (aguafuerte, 1981) nos trae una multitud de soñadores invisibles bajo frazadas. La fina técnica, los vivos colores, se aproximan a la delicadeza de los antiguos grabados japoneses.

Cama multiplicada (aguafuerte, 1983) es otra escena onírica: una cama encerrada en una habitación de espejos, pero con el firmamento al alcance de los sueños. Esta obra adelanta el geometrismo que vuelve en City Play Ground (aguafuerte, 1978), cuyas líneas, vistas desde arriba, evocan alguna escena de una ciudad despoblada, de ciencia-ficción.

Sunday in New York (aguafuerte, 1978) es ya geometría obscura: bloques de un techo de almenas en algún edificio del Bronx. El tenebrismo retorna en Estadio negro (aguafuerte, 1978), alusión al Estadio Nacional de Santiago, convertido en circo de torturas y homicidios por los golpistas militares. Una breve leyenda dice: “11 de septiembre de 1973”.

Es notable el poder de transición del artista pues las obras comparten la técnica o el tema, y nos conducen entre grabados como sobre un camino imperceptible.

Paso tras paso. Las mesas son domésticas, como las camas, que terminan siendo geometrismo; este no lleva a la obscuridad; esta, a la política; esta, a la casi abstracción de La Moneda (litografía, 1989), nombre de la casa presidencial chilena bombardeada por los militares sublevados. Antúnez incluyó puntos como impactos de bala sobre un cielo que se incendia en llamas negras, y luego trizó la piedra (lithos) para subrayar la violencia del recuerdo.

La cuasi abstracción de La Moneda nos acerca a la abstracción que ahora trata de ser figura en Bicicletas (litografía, 1960), contornos de vehículos sobre manchas geométricas; en Bicicletas en la lluvia (serigrafía, 1992), y en Bicicletas colgadas (litografía, 1957), que el artista retrata desde arriba con trazos gruesos.

La abstracción se sincera plenamente en los imprecisos Canales del Chiloé (litografía, 1957), en Eclipse (litografía, 1959) –obra “desenfocada” y puntillista– y, al fin, en Cráter (litografía, 1961), sombras de tierra y verde.

Los contrastes también son firmas de Nemesio Antúnez. Los ambientes cerrados se equilibran con paisajes: La cordillera desde Santiago (litografía, 1956), realismo hermoso de pocos trazos, y con Valparaíso (litografía, 1956), siluetas de casas diagonales esfumadas por la niebla del mar. Estas dos obras, tenues, “chocan” con los altos contrastes de Camas separadas, El albañil (aguatinta, 1947) y El manicero (aguatinta, 1955).

El quietismo obscuro de Estadio negro destaca el incendio colorido de Araucaria (litografía, 1958), y contradice la alegría en movimiento de los bailes de colores: Tango acuarela (litografía, 1989), Il Tango Di Montemare (aguatinta, 1981) y Tango subterráneo (litografía, 1988).

El baile retorna en Cueca de Quinchamalí (litografía, 1955), pero su ejecución es otra: el “negativo” usual en las escenas campesinas de los mates (calabazas) burilados que se trabajan en los Andes. La obra se imprimió sobre una página de un periódico.

Festival andino (litografía, 1954) eterniza una multitud celebrante, pero vista desde lejos y retratada a modo de un impresionismo de pinceladas mínimas. La técnica se torna ya en puntillismo presuroso en Multitud en la noche (litografía, 1950), grabado donde la noche (la obscuridad) no está en el cielo, sino en la gente.

Vasto alcance. El director del MAC, Ricardo Alfieri expresa: “Nos enorgullece abrir las puertas del Museo de Arte Costarricense a uno de los máximos exponentes del arte chileno, un reconocido pintor y grabador, un creador y un promotor del arte”.

Las exposiciones de grabados son felices redundancias pues consisten en multiplicar lo multiplicado. Los grabados son las piezas visuales que el autor puede reproducir más; sus copias son ilimitadas: diez, cien, miles... Una exhibición potencia aun más su número. El propio Nemesio Antúnez afirmó:

“El grabado es la más democrática de las expresiones artísticas. Se crea una matriz con un diseño 'original', este se imprime y se obtiene una cantidad ilimitada de 'múltiples originales'. Debido a esta multiplicidad, el grabado es de bajo precio y está al alcance de un gran número de personas”.

Si la mesa es para todos, la mesa de Nemesio Antúnez está servida.

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Si vas para el MAC... Nemesio Antúnez: obra gráfica estará abierta en el Museo de Arte Costarricense (en el parque de La Sabana, San José) hasta el domingo 27 de octubre, de martes a domingo de 9 a. m. a 4 p. m. La entrada es gratuita. Teléfono 2291-8670.