Los ‘Juegos sucios’ de José Miguel Rojas

‘Juego sucio’Presentamos un extracto del libro por el que su autora obtuvo el Premio Nacional de Ensayo

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María José Monge Picado

L a exposición Juego sucio ofrece una aproximación al trabajo artístico desarrollado por José Miguel Rojas González (1959), artista costarricense quien, desde hace 35 años, desarrolla una carrera artística caracterizada por su sistematicidad, su vehemencia inquietante y su capacidad de detonar toda suerte de reacciones, ninguna de ellas apacible.

El punto de partida y el eje transversal de este ensayo es un asunto de fondo que articula su obra: la existencia humana como una condición que discurre en el marco de un juego sucio en el que se gana o se pierde.

De esa premisa se desprenden tres acercamientos: El rostro de la violencia, Sin eco en otro cuerpo y La imagen subvertida, cada uno de ellos configurado a partir de elementos de forma y de fondo que mantienen una relación de constancia y de coherencia en su trabajo a lo largo del tiempo.

Violencia simbólica. El rostro de la violencia concentra la atención en cómo Rojas tematiza acerca de la violencia de modo reincidente, poniendo un especial énfasis en la vinculación que esta tiene con las estructuras de poder.

El denominador común de las obras que se analizan en este primer apartado es el énfasis que existe en la representación del rostro y en su “bestialización” a través del encadenamiento animal-rostro-máscara.

En esos recursos y en las investigaciones técnicas y expresivas de los materiales, subyace una intención de hacer visible lo inasible de la violencia.

Sus obras se nutren y dialogan con su propia contemporaneidad, fundamentalmente con lo que hay de violencia simbólica y estructural en ella.

El contrapeso de ese apartado es Sin eco en otro cuerpo . Este es un acercamiento a la dimensión más íntima de la obra de Rojas, en la cual ahonda en la condición dicotómica de la naturaleza humana, específicamente en el modo como la existencia se debate entre el Eros –pulsión por la vida– y el Thánatos –pulsión por la destrucción y la muerte–.

Sus obras representan la inextricable confrontación del sujeto con aquellas pulsiones. De un lado, el anhelo de trascender la propia individualidad en los otros, de satisfacer el deseo erótico y de consumar la necesidad de vínculos afectivos –la pulsión por la vida–. De otro lado, la imposibilidad de consumar esta vinculación sin que resulte desgarradora y monstruosa, y la vivencia de la soledad como una condición aplastante e irrevocable –la pulsión por la destrucción y la muerte–.

Imágenes y realidades. La representación del cuerpo tiene un rol sustancial. Abundan los cuerpos desolados, los cuerpos incomunicados, los cuerpos violentados; pero también son cuantiosos los cuerpos erotizados, los cuerpos que simplemente existen como objetos del deseo.

La imagen ante el espejo y la imagen de los otros tienen aquí una relación simbiótica que a veces se transmuta. Son imágenes de figuras cuyas historias de vida –o lo que socialmente representan– las sitúan como seres que existen al margen del statu quo ; seres que, por su excepcionalidad, resultan “anómalos”, “monstruosos”, y, consecuentemente, son objeto de toda suerte de exclusiones y de marginaciones.

Finalmente, La imagen subvertida trata una constante en el trabajo de Rojas: la problematización de la imagen, del modo en el que esta se construye y cómo crea nuevos órdenes de realidad.

La apropiación de referentes llegados de la iconografía cristiana, de la historia del arte occidental y de la cultura de masas, ha sido un recurso esencial en este trabajo de desestabilización, destrucción y reinvención de la imagen. Este escrutinio también comprende un pronunciado interés en la exploración de una estética que se aleja de las convenciones de lo bello y que deliberadamente se orienta hacia lo grotesco. Esos tres ejes ensayan diversas formas de aproximación al universo artístico de Rojas.

Las imágenes que la publicación compendia de los referentes visuales, apuntes, bocetos y obras del artista, amplían las posibilidades de interpretación que estos acercamientos plantean.

La conjunción de todos esos elementos evidencia la riqueza del corpus artístico de José Miguel Rojas, un creador maduro que dialoga con su contemporaneidad y que, desde ella, aborda los grandes asuntos sociales y existenciales inherentes a la humanidad, como si se tratara de un gran juego sucio.

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Sin complacencias

La curaduría siempre será la visión propia de quien la concibe y la construye. En este caso, yo, como artista, trabajé de la mano con María José y procuré proporcionarle todos los insumos posibles para que ella pudiera escribir el texto y así concebir la exposición, que ella dividió en tres ejes temáticos.

El trabajo curatorial parte de mi obra plástica, de más de 35 años. Esta abarca múltiples aristas: lo anónimo, el poder, lo religioso, lo social, la muerte, lo amoroso, lo subjetivo y la identidad de género, etcétera: esto, para aclarar que no todo desemboca en un “juego sucio”.

Juego sucio es un libro escrito por M aría José Monge, y esta exposición es la primera lectura valiosa que se realiza acerca de mi quehacer como artista plástico y que aproxima al público a un arte que acepta el riesgo de no ser complaciente, sino cuestionador y reflexivo.

José Miguel Rojas.

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Libro-catálogo

A la curadora María José Monge Picado se le concedió el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de Ensayo por su libro Juego sucio, catálogo de exposición homónima del artista José Miguel Rojas ofrecida en los Museos del Banco Central en junio del 2014. Por la exhibición se otorgó a Rojas el Premio Nacional de Pintura, compartido con Gerardo González por su exposición Bosque adentro.

Juego sucio fue editado por los Museos del Banco Central, en cuya librería se vende a 10.000 colones.