Lo visto, lo visible y lo oculto en el cine

Continuidad y pensamiento. Los filmes Caché y La ventana indiscreta proponen una reflexión sobre el papel de la mirada en el cine

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El inicio de la película Caché (2005), dirigida por el austriaco Michel Haneke, le ofrece al espectador la imagen cotidiana y casi anodina de una calle parisina en la que se observan automóviles estacionados, algunas casas de clase media provistas de pequeños faroles y poco más.

Tras los créditos iniciales que se sobreponen sobre esa imagen quieta e inquietante, el avance de las acciones se demora unos segundos, como una suerte de sugerencia de que el relato que está a punto de comenzar descansa en el ejercicio contemplativo.

De repente, una mujer sale de su casa y camina por la acera. Algunos segundos después, la conversación de dos personas y un efecto de rebobinado nos muestran que la imagen que hemos estado observando pertenece a una cinta que ha sido enviada como una enigmática forma de acoso al señor y la señora Laurent.

¿Quién envía esa cinta? ¿Qué pretende al hacerlo? ¿Se trata del juego de algún amigo de Pierrot, hijo adolescente de la pareja? No lo sabemos. Sin embargo, está claro que la amenaza que se ha volcado de manera imprevista sobre esa familia de clase media ha llegado desde el exterior de su casa bajo la forma de una mirada.

De Haneke a Hitchcock

A lo largo de una sólida filmografía, compuesta por una docena de largometrajes, Haneke muestra un interés recurrente en las relaciones que existen entre lo que viven y observan sus personajes. En la mayoría de sus películas, desde El video de Benny (1992) hasta Funny games (1997), desde Código desconocido (2000) hasta La cinta blanca (2009), el cineasta indaga en la distancia que separa las subjetividades de las verdaderas amenazas.

El principal precursor de esa exploración hacia los terrenos de la ambigüedad y la duda es el cineasta Alfred Hitchcock. En La ventana indiscreta (1954), Hitchcock se sirve de la historia de Jeff, fotógrafo inmovilizado por una fractura, que se dedica a espiar a sus vecinos, para participar al espectador de una experiencia voyerista que es tan reprochable como placentera.

¿Tiene derecho el protagonista de La ventana indiscreta a observar sin consentimiento la vida de los otros? ¿Ha ocurrido realmente un crimen en el apartamento del frente o es solo un pretexto creado con el propósito de evadir el reproche ajeno y el propio sentimiento de culpa?

Jeff es un voyeur que solo puede, como el espectador cinematográfico, observar la realidad desde su sillón. El espionaje emprendido por el personaje convoca al placer y al riesgo y supone, además, una agresión a la intimidad: ese concepto que en nuestro mundo contemporáneo, plagado de miradas y exhibicionismos, es casi una reliquia medieval.

Ver y no ver

Las imágenes sobrevuelan el paisaje de nuestra vida cotidiana. Habitan en las pantallas de nuestras computadoras y teléfonos celulares, en vallas publicitarias y en cámaras de vigilancia, en Internet y en la televisión. Haneke propone la pantalla televisiva como una ventana indiscreta contemporánea que por un lado convierte en público aquello que hace apenas algunas décadas pertenecía al ámbito de lo privado y por otro produce la sensación, especialmente a través de los programas de noticias, de que la violencia está en todas partes.

Esa paranoia que se extiende como una epidemia es la misma que alcanza desde muy temprano a la familia Laurent. ¿Es real la violencia que imaginamos y tememos o se trata de un fenómeno amplificado por los medios de comunicación masiva? ¿Dónde termina el cuerpo tangible de la violencia y dónde comienza su sombra? Tal como ocurría con La ventana indiscreta , Caché es una máquina que sirve para hacer preguntas pertinentes.

En su película, Haneke instala el germen de la duda al extraer con premeditación y alevosía la pieza más importante de su rompecabezas: aquella que lo explicaría todo en su dimensión racional y permitiría que el espectador duerma tranquilo con la certidumbre de que la violencia del mundo proviene de un sujeto identificable y maligno y no del espejismo mediático en el que vivimos.

Haneke esconde la pieza maestra. Eso significa precisamente la palabra caché en francés: escondido. De esta manera, Haneke propone un ocultamiento tan significativo que merece ser anunciado. Caché significa también encuadre, lo que, por otra parte, evidencia el obsesivo interés del director por la puesta en escena, el fuera de campo y los pequeños mecanismos que integran y movilizan al lenguaje cinematográfico.

Infelicidades familiares

Caché es un cuento moral sobre el peso de la culpa; uno de los motivos recurrentes en la filmografía de Hitchcock. Haneke concibió el proyecto mientras veía un documental sobre la guerra de Argelia. Le sorprendió que no se hablara como debería hablarse del crimen colectivo perpetrado durante la llamada Masacre de París del 17 de octubre de 1961, en la que doscientos argelinos fueron arrojados al río Sena. Por eso incluyó, además, el histórico y olvidado pasaje como una alusión directa dentro del filme.

Todos los países tienen sus secretos. Todos intentan ocultar aquellos rasgos del pasado que los hacen sentirse culpables de la misma forma que lo intentan sus ciudadanos. Al fin y al cabo, ¿qué es un país sino la sublimación de los traumas del pasado bajo las formas del heroísmo y la oficialidad?

Afirmaba el escritor ruso León Tolstói, al inicio de su novela Ana Karenina (1877), que “todas las familias dichosas se parecen pero las infelices lo son cada una a su manera”.

El director parece darle un giro a la célebre frase mediante un argumento que implícitamente afirma: “Cuando una familia siente amenazada su dicha se transforma en una criatura agresora”.

En Caché , Haneke concentra su mirada en esa construcción cultural que hemos ubicado históricamente en la base de nuestras sociedades. La familia Laurent, protagonista de la película, no sólo representa la estabilidad, la voluntad y la satisfacción de construir, sino también el miedo a perderlo todo. Esa sola idea, inquietante como la mayoría de las ideas medulares que habitan en la filmografía de Haneke, hace que las posibilidades reflexivas del filme se prolonguen más allá de su visionado.

Cine gratuito

Como parte de la programación de Preámbulo, Caché y La ventana indiscreta se proyectarán hoy, domingo 9 de julio, a las 4 p. m. y a las 7 p. m., respectivamente, en la Sala Gómez Miralles del Centro de Cine (barrio Amón, en San José). La entrada es gratuita.

Fichas técnicas de las dos películas

Caché

Título original: Caché

Año: 2005

Duración: 117 minutos

País: Francia

Dirección y guion: Michael Haneke

Producción: Michael Weber

Fotografía: Christian Berger

Montaje: Michael Hudecek y Nadine Muse

Reparto: Daniel Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Bénichou, Annie Girardot, Lester Makedonsky, Bernard Le Coq, Walid Afkir, Daniel Duval, Aïssa Maïga

La ventana indiscreta

Título original: Rear window

Año: 1954

Duración: 112 minutos

País: Estados Unidos

Producción y Dirección: Alfred Hitchcock

Guión: John Michael Hayes

Fotografía: Robert Burks

Música: Franz Waxman

Montaje: George Tomasini

Intérpretes: James Stewart, Grace Kelly, Thelma Ritter, Raymond Burr e Irene Winston