Librero: una brújula trastornada en 'El elefante desaparece'

Con cristalina imaginación, es en El elefante desaparece donde Haruki Murakami conjuga mejor su encanto, humor e intriga

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Al hablar sobre la obra de Haruki Murakami, la mayor tentación es recurrir al cliché de que hace extraordinario lo ordinario. En realidad, el más popular de los autores japoneses no hace más que llevar a sus extremos la lógica del presente: la fragmentación.

En El elefante desaparece , última de sus colecciones de cuentos traducida al español, recibimos una de las mejor condensadas demostraciones de prestidigitación de Murakami, dispuesto siempre a juguetear con personajes y escenarios tan inverosímiles como intercambiables entre sí. Esa es su táctica de seducción y, ante la pirotecnia sincera –hasta enternecedora– de su prosa, algunos retroceden, otros se rinden.

La colección reúne cuentos escritos entre 1980 y 1991 –apareció en inglés en 1993–; es decir, en plena maduración del escritor, a través las fantasías lúdicas de sus primeras novelas, la compleja y delirante El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas , y la que resultó ser la puerta de entrada a su obra en muchos idiomas: Norwegian Wood (rebautizada en su edición española Tokio Blues , con poco gusto y menos precisión).

Desde entonces, los títulos de Murakami llegan en forma dispar al español y al inglés, en orden muy distinto del publicado en Japón y en otras latitudes. Eso quiere decir que, si bien El elefante desaparece llega hasta ahora, sería mejor adentrarse en Murakami justo por él (incluso, antes de otra colección de cuentos, Sauce ciego, mujer dormida , más densa y sombría). Con cristalina imaginación, es en este libro donde conjuga mejor su encanto, humor e intriga.

El primero de los trucos de Murakami que el lector identificará en este libro es la disposición de una premisa absurda con grácil firmeza: un hombre ve a su elefante preferido desvanecerse, una pareja decide asaltar un McDonald’s y devorar docenas de hamburguesas, y un hombre encuentra a la chica 100% perfecta. Aceptado el desencadenante, el lector se deja llevar por ocurrencias, disparates y trampas hasta chocar con una pared en blanco.

Pareciera frustrante, incluso injusto, repetir ese camino tantas veces. No obstante, como los standards de jazz que cita con frecuencia, Murakami toca cada nota con la voluntad de reinventarlas, hacerlas sonar como nuevas.

Ávido corredor, su obra literaria es materia de debate entre sus fans: ¿es mejor en la distancia corta, como en estos cuentos, o en los maratones, como Kafka en la orilla o La crónica del pájaro que da cuerda al mundo (el origen de esta última novela, por cierto, está en un cuento aquí recopilado)?

Es verdad que muchos de los personajes de estas narraciones, sumergidos en apática ansiedad, pueden resultar tediosos; también es cierto que algunas pisan sin demasiada seguridad terrenos mágicos –como El enanito bailarín y El pequeño monstruo verde –.

Sin embargo, en conjunto y por fragmentos, es un libro tremendamente divertido. ¿No es esa, al fin y al cabo, una de las grandes motivaciones para leer?

A lo largo de los años, crítica tras crítica ha parecido exigirle a Murakami algo que no puede cumplir, si es que lo desea del todo: compromiso político, mayor hondura filosófica, seriedad. Se le cuestiona su escasa vinculación con Japón, aunque de este lado del mundo se lee como “exótico”; se pone en duda su “valor literario”, aunque ha labrado un mundo completo, propio y envolvente. ¿Qué falta, entonces?

En El elefante desaparece , la respuesta aparece por destellos. No es contundente ni sólida; es más, ni siquiera es estable. Lo que los críticos exigen de Murakami es una visión de mundo completa y redondeada, un ataque a lo escurridizo de nuestra era. Sin embargo, Murakami, obstinado amante del jazz y de los gatos, se resiste a las ataduras, y los 17 cuentos de la colección insisten en desenredar los nudos aparentes en los que caería un autor menos hábil.

Sí, Murakami es la posmodernidad encarnada: su desterritorialización, su ideología borrosa, su lenguaje adherido a la lingua franca del consumismo. A la vez, es el más rabioso defensor de la ficción como herramienta de comprensión, de la fantasía como brújula a través de un mundo que hace rato renunció a las interpretaciones únicas.

El elefante desaparece , consumada prueba de esa trayectoria, es un portal a otro mundo, sospechosamente parecido al nuestro. No es trampa: es lo que es.