Leyendas, oro y agua rodean minas de Santa Ana

Esclavos rebeldes Muertes misteriosas rodean la mina Ahogada de Río Oro

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Entre las leyendas que rodean a Río Oro de Santa Ana, en San José, hay una que sobresale: es la de la Mina Ahogada y presenta varias versiones, que más o menos convergen en el siguiente relato. Se dice que, entre los años 1821 y 1840, unos extranjeros (posiblemente ingleses o españoles) trajeron esclavos, principalmente negros e indígenas de Pacacua (algunos incluso afirman que habían sido habitantes de Calcuta, en la India) para explotar una mina de oro localizada en lo que hoy se conoce como Río Oro de Santa Ana.

Algunas leyendas hablan de mulas que transportaban grandes cantidades de lingotes de oro, con los que se prometía pagar a los trabajadores. Según otras historias, se ofrecía la libertad a los esclavos si lograban encontrar la veta madre.

Lo que narran las distintas leyendas en forma coincidente es que la libertad no fue concedida a los trabajadores. Cansados de tantos engaños, desviaron las aguas del río; represaron así un dique pequeño –donde supuestamente se lavaba el oro–, inundaron los túneles y todo su equipo dentro, y huyeron luego.

Otra versión agrega que los esclavos se ahogaron en la mina, mientras que una versión más sostiene que los dueños –deprimidos por la gran pérdida– se lanzaron con todo en mulas en las entrañas de la mina, y perecieron junto con su sueño fallido.

Los hechos. La leyenda anterior claramente ejemplifica un suceso con fondo real desarrollado y transformado por la tradición. Hoy existen el poblado de Río Oro y el río del mismo nombre, así como el cerro Mina. Todavía se reconocen los restos de al menos catorce túneles, zanjas y algunas chimeneas de exploración, todas llenas de maleza, testigos mudos de una actividad minera.

Sin embargo, en la historia minera nacional apenas se menciona la “mina” Ahogada (o de los Ahogados) y no hay registros sobre sus aportes a la economía nacional. En cambio, sí los hubo de parte de la explotación de los montes del Aguacate, piedra angular en la primera economía del país; fue también base a fin de pasar después al principal producto de exportación, el café, y con ello al desarrollo del país.

Los estudios geológicos han mostrado que la región de Ciudad Colón, Santa Ana y Aserrí no presentan enriquecimientos comerciales en oro, sino que poseen pequeñas vetas polimetálicas (plomo-zinc-cobre y algo de plata) con pirita (llamada “oro de los tontos”).

Quizás hayan sido aquellas vetas las que indujeron a pensar a los extranjeros que en dicho sector existía oro, dado que en aquel momento se producía el auge aurífero y económico en los montes del Aguacate.

Se excavó así en diversos lugares en la búsqueda del preciado metal mediante una mano de obra barata, de esclavos, a quienes probablemente se les exigía más de la cuenta, en particular teniendo presente que el oro no aparecía.

Cansados de tantas injusticias y promesas incumplidas, los trabajadores debieron de inundar alguno de los túneles (pues no todos se encuentran cerca del cauce), y al parecer todavía hay descendientes de dichos mineros. Lo que no queda claro es si hubo muertes en estos hechos, ocurridos en una empresa minera infructuosa.

La fuente mineral de Salitral. Junto a esas misteriosas leyendas, Santa Ana presenta otras historias, más realistas, como la del uso de la naciente de agua mineral, estudiada por primera vez en 1865 por Luciano Platt, y mucho tiempo después, en 1932, por el geólogo suizo Paul Schaufelberger. Otros científicos igualmente han realizado estudios en dicha zona.

La fuente mineral se ubica en una elevación de 1.100 m en la margen derecha del río Uruca, a 3,3 km al SE de Santa Ana, justo en el poblado denominado Salitral. Su temperatura es similar a la del ambiente (21-23° C). El agua brota de rocas sedimentarias y aluviales, y posee un fuerte sabor ferruginoso y un pH de 5,9-6,51.

En 1954 se otorgó la concesión para el uso de las aguas de Salitral. En 1955 se instaló la primera empresa de embotellamiento de aguas minerales que se conoce en el país, fundada por Antonio Ortega Herrero.

La planta se denominó “Las Piedras” e incluyó una construcción de madera que aún permanece en pie. La planta tenía capacidad para el envasado directo de la fuente, con destino al consumo humano.

Una vez por semana se realizaban el procesado y el embotellamiento del agua, que se captaba en un tanque; de este pasaba a un depósito elevado. El agua se dejaba en reposo durante 24 horas con el objeto de que se produjese las consiguientes sedimentación y precipitación. Luego, el agua se pasaba por dos filtros de silicato, se conducía hacia un pequeño tanque y se enfriaba a una temperatura de 6º C, con el fin de ayudar a disolver el dióxido de carbono.

Posteriormente, el agua pasaba a un tanque carbonatador de acero inoxidable con una válvula de nivel constante y un manómetro a 75 libras de presión. El agua entraba finalmente en la máquina embotelladora, donde las botellas, ya tapadas, se examinaban a una luz fluorescente para asegurar la calidad del producto. La planta contaba con cinco personas en su planilla (tres mujeres y dos hombres)

Se llegó a empacar diariamente 18 botellas con un litro de capacitad cada una, 27 botellas de medio litro y 30 botellas de cuarto de litro de “agua mineral natural o soda”, que se distribuía en todo el país. La concesión se canceló el 30 de agosto de 1977.

Sitio histórico y rescate. Pese a que el manantial es frío, se encuentra mineralizado, por lo que se decía que puede curar enfermedades de los riñones, mejorar la digestión, aliviar enfermedades del hígado y dolores de estómago. Dado que contiene hierro en cantidad superior a unos 5 mg/l, se la considera un agua ferruginosa y se le asigna un factor beneficioso por su fácil absorción del hierro en forma ferrosa.

Sin embargo, de acuerdo con los requisitos químicos y físicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dicha agua excede los límites fijados para las aguas potables en lo que respecta a sólidos totales, cloruros, bicarbonatos, hierro total, manganeso, calcio y dureza total. Pese a ello, las personas utilizan aún hoy día el agua como base para remedios caseros.

Es conocido desde hace décadas que la naciente mineral resulta un sitio de esparcimiento para las personas del lugar, ubicado en la vega del río Salitral. Por ello, al menos desde 1984, la Municipalidad de Santa Ana ha fomentado posibles proyectos turísticos y reacondicionamientos de la infraestructura donde se ubica la naciente, turnos, caminatas y comités pro rescate, así como estudios catastrales que sirvan para definir si son terrenos públicos o privados.

Al parecer, el lugar donde está el pequeño parque Fuente del Salitre con mesas, es un espacio municipal, pero los terrenos donde están la captación y la antigua fábrica le pertenecen a la señora Dolly Ortega.

Esos y otros lugares más podrían ser sitios de atracción geoturística, de rescate y búsqueda de sitios geológicos, históricos y culturales, labor que puede fortalecer la idiosincrasia de los habitantes y ofrecer beneficios socioeconómicos a la región, en particular a las nuevas generaciones, que suelen no conocer estos pequeños capítulos de la historia local, no por ello menos importantes.

El autor es doctor en geología, académico e investigador de geociencias e historia natural.