Las nuevas alturas del pintor Emanuel Rodríguez

El artista expone diez cuadros pintados durante su estancia becada en Alemania

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Emanuel Rodríguez vive entre cuatro paredes: las de la Galería de Klaus Steinmetz. El artista ha colgado diez pinturas y se ha ido a dar una vuelta a la manzana que madura bajo el sol del mediodía; pero sus pinturas nos siguen habitando con la fascinación que solo otorga el gran arte.

Emanuel vuelve recargado por la luz: pronto se la llevará –como un gabán de sol– al frío de Himalaya que a fines de año acuchilla el aire de Berlín, donde él residirá hasta fines del 2015.

Rodríguez expone pinturas que elaboró en los últimos meses como becado por el Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) en la Escuela de Arte del distrito berlinés de Weißensee (Lago Blanco).

La beca permite a Emanuel Rodríguez Chaves ejecutar un proyecto artístico que él escoge y que consiste en pintar cuadros; o sea que es como becar a un salmón para que salte sobre un río. Ahora, Rodríguez ya ha ejecutado 22 obras, diez de las cuales se exponen en esta galería (ocho en gran formato).

La alta calidad de sus trabajos habló por Emanuel, y así obtuvo la prolongación de su estada durante todo el 2015. Sus tutores son los artistas Friederike Feldmann y Werner Liebmann.

“Observo a los nuevos artistas hasta que siento que su obra ha llegado a la madurez. Desde hace dos años seguía a Emanuel, y los cuadros pintados en Berlín terminaron de convencerme: por esto lo invité”, nos dice Klaus Steinmetz.

Por partes. Estos cuadros revelan cambios en la antigua trayectoria de este gran creador de 28 años. “Me sentía muy apegado a la tradición y a las enseñanzas de la academia”, expresa.

En abril del 2013, en el Museo Calderón Guardia, Emanuel Rodríguez presentó Coercitiva, una exhibición de técnicas. Entonces, dibujos, pinturas y objetos (como libros intervenidos) fueron una tour de force : una exhibición de destrezas afinadas por un intenso ejercicio sobre un talento deslumbrante.

Por ejemplos, recordamos sus personajes desgarrados, envueltos en gritos de colores, asidos por algún terror que nos hipnotizaba. No les dábamos la espalda por miedo a esos seres que seguían husmeándonos desde las pinturas.

El artista ha cambiado sus registros; ha guardado aquellas figuras en el ático de sus fantasmas, y ha potenciado estilos que ya había revelado en el 2013: la superposición de los elementos, la confusión de los planos, y la extraña hermandad de los collages (pintados, no pegados, no “encolados”).

En estas pinturas, el artista ha partido de lo que llama “recopilación de informaciones”. Reúne fotografías, dibujos ajenos y recortes de periódicos; imagina una composición visual con esos elementos; hace un “collage” real, lo fotografía y lo proyecta sobre un lienzo.

Luego, en la tela, con lápiz, Rodríguez traza los contornos de los elementos que luego pintará. Emplea pintura acrílica y a veces óleo. El cuadro final no es exactamente la imagen proyectada, y los colores pueden variar. El arte es la realidad que sigue su propio camino.

Un color plano (blanco, gris...) roba partes de un paisaje, como en una pintura (sin título) cuyo paisaje campestre se ve negado por un plano gris que casi lo ha cubierto: otra inquietud para el espectador, quien ansiaría que al paisaje no le pase nada. “Horror al vacío” (horror vacui), anota el artista.

¿Alguna influencia japonesa? “Podría ser. Hace unos años investigué cómo los japoneses resuelven las composiciones. En ellos, el vacío, el espacio negativo, suele ganar al espacio positivo, de los objetos”, precisa Emanuel.

A través del espejo. Un cuadro (sin título) se basa en fotos tomadas por dos fotógrafos nacidos en la Alemania del campo soviético. Las escenas son plácidas: un hombre lee un diario acompañado por su hijo, y otros niños se divierten en un campo de juego. Las fotos transmitían un mensaje: lo feliz que iba la reunificación alemana de los inicios de los años 90; pero, como sabemos ahora, no todo estaba ya resuelto.

“No me interesa la antigua diferencia establecida entre la pintura figurativa y la abstracta”, dice el creador; y, en efecto, sus objetos son figurativos, pero el castigo del fraccionamiento les contagia irrealidad. Aquí, Hamlet trocaría su “ser o no ser” en “ser y no ser”.

Un cuadro violenta dos retratos: junta el cabello de una mujer con la cara de un hombre en un puzzle monstruoso. Los brochazos de la piel se agitan sobre dos colores planos: azul-cerúleo y tierra-tierra.

No estamos ahora ante el fiero dramatismo de retratos que Emanuel pintaba y que hacían recordar los alaridos cromáticos del irlandés Francis Bacon. Estamos ante una pintura más distante, cristalizada como en espejos rotos: nos envían cortantes astillas de realidades.

En un cuadro se levanta el frontis de una casa sobre la que –cual una gota enorme– ha caído el interior de otra casa (una silla, una maceta...). ¿Dónde estamos? No salimos de una casa ni entramos en la otra. Alicia podría aquí llevarnos a través del espejo.

Casi todas estas obras cruzan sus parentescos con pinturas de maestros nacionales, como Joaquín R. del Paso, Fabrizio Arrieta y Federico Herrero.

En todos ellos, la técnica es perfecta, las imágenes son realistas, pero las personas y las cosas no están completas: también las tapan otras figuras o grandes manchas planas: incómodas, inquietantes, ladronas del paisaje.

“Aludo a nuestra forma de adquirir información: nos llega mucha, aunque fraccionada. Accedemos a una información, pero entonces nos caen otra y otra... Casi nunca tenemos el cuadro completo de lo que intentamos saber”, expresa el artista.

Cuando pensábamos que Internet nos permitiría saber todo, Internet nos regala cada vez más partes de siempre casi todo.

Aguas arriba. Las imágenes incompletas de Rodríguez nos llevan también contra la corriente de la percepción natural. Recordemos: nos dibujan tres líneas que casi forman un triángulo, pero no se tocan en los ángulos; aun así, el cerebro “completa” el triángulo porque la incertidumbre lo mortifica, y el cerebro la rechaza.

Así lo explica en neurólogo indio Vilayanur Subramanian Ramachandran en los capítulos dedicados a la neuroestética en su libro Lo que el cerebro nos dice.

La pintura Inhalt (Contenido) ha troceado fotos de un libro alemán dedicado a las típicas bellezas de Hispanoamérica: los paisajes, los ocasos, las playas, las comidas y la típica gente típica. La silueta de un burro se dirige hacia el fondo del cuadro, donde habitan hojas y un paisaje verde que sería un mapa si no incluyese vegetación.

En esa pintura se confirma cuán clásico puede ser un moderno pues Emanuel respeta las proporciones, la centralidad y la simetría, multimilenarias presencias en casi todas las artes visuales. (El cubismo era también bastante clásico.)

Los colores planos evocan aquellos años del pop-art (que no han pasado): esos fondos de los retratos de Roy Lichtenstein, esas burlonas escenas domésticas de Tom Wesselmann...

Sin embargo, en Rodríguez, los colores son más tenues, y los personajes y las cosas se codean en una mezcla imposible que Joaquín R. del Paso ha llamado “promiscua” en la revista informática Paquidermo .

Emanuel Rodríguez no comienza siempre con los colores obscuros ni por una zona específica: pinta varias secciones alternadamente. “Soy impaciente”, confiesa el artista.

“Generalmente no pongo títulos porque pueden influir en la apreciación de una obra”, se apresura a añadir el impaciente.

¿Artistas que lo motivan? “Neo Rauch, Gerhard Richter, Matthias Weischer, Nicola Samori y Jeremy Shaw”, enumera Rodríguez.

El artista Ólger Arias, subdirector de la Escuela de Artes Plásticas de la UCR, opina:

–En Emanuel Rodríguez me sorprenden sus formatos grandes y su mezcla de estilos: desde un fondo plano pop art hasta dripping y brochazos sueltos de color al estilo expresionista, amalgamados con un excelente dibujo, lo que me lleva a Jackson Pollock, Egon Schiele y Oskar Kokoschka. Emanuel es uno de los valores más importantes de la pintura contemporánea en Costa Rica y fuera de nuestras fronteras.

Mucha agua se ha paseado por el río de Emanuel Rodríguez, pero este magistral salmón prosigue saltando cada vez más alto.

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Gran arte, gran formato

Obra reciente se expone en la Klaus Steinmetz Contemporary Art (costado este de Plaza Rolex, en San Rafael de Escazú, San José) de lunes a viernes de 8:30 a. m. a 5:30 p. m. hasta el 15 de enero. La entrada es gratuita. Tel. 2228-0598. Facebook: Klaus-Steinmetz-Contemporary-Art