La novela 'Pura vida', una ética para perdedores

Uruk, Editores, acaba de lanzar la edición costarricense del libro.

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Patrick Deville (Francia, 1957) ya tenía una bien cimentada carrera como autor, que le permitió ser traducido a diez idiomas, cuando transfiguró su escritura con un ciclo de “novelas de aventuras sin ficción”, que lo llevaron al centro de la narrativa, a las cuatro esquinas del planeta y a algunos de los premios más importantes de su país, como el Femina, que recibió por Peste & cólera (2012).

Aquella serie ha dado libros excepcionales, como Equatoria (2006), Kampuchea (2011) y –hace unos meses– Viva (2014). La serie se inició en un viaje iniciático a Centroamérica en 1997 y condujo a la publicación de una novela cargada de referencias e imágenes locales: Pura vida. Vida y muerte de William Walker (2004), que ya circula entre nosotros.

Las novelas de Patrick Deville están atravesadas por sus viajes por África y Asia, y Latinoamérica, donde ha permanecido cortas temporadas, en Uruguay y Cuba.

De esa experiencia se nutre Ces deux-là (2000, aún sin traducción), Pura vida y su obra más reciente, Viva , que regresa al México de la década de 1930, en el que todo estaba sucediendo, acompañado por los dioses tutelares de la época: Trostki –quien acabó asesinado por la larga mano de Stalin–, Diego Rivera, Frida Kahlo, Malcolm Lowry y su vertiginoso viaje a los infiernos –como relata en su novela Bajo el volcán –.

Por un lado, Pura vida es el laboratorio de experimentación en el que el autor inventa otra forma de novelar, que lo lleva a fragmentar el discurso narrativo en pequeñas secuencias de prosa zigzagueante y refulgente.

Por el otro lado, la novela es una galería de personajes reales que, a saltos de memoria y ráfagas de prensa escrita, recomponen los dos siglos que van de la Revolución Francesa, en 1789, a la caída del muro de Berlín, en 1989, y el fin de la era soviética.

En medio de esas dos cifras, cabalísticamente terminadas en 89 y que el autor transmuta en Leitmotiv y recurso ficcional, están encerrados, en cápsulas de tiempo, otros hechos y procesos revolucionarios que “tomaron el cielo por asalto” –en palabras de Karl Marx– y que actúan como resortes de la eficacia narrativa: las guerras de la independencia de América (1810-1825) y el sueño bolivariano, el fracaso de la Federación Centroamericana (1824-1839), la Revolución Cubana (1959) y la Sandinista (1979-1990).

En ese enjambre narrativo surgen figuras que, no por ser características de la historia del istmo, son menos universales y subyugantes a los ojos del observador avezado, como el político hondureño Francisco Morazán –fusilado por los josefinos en 1842–, el filibustero William Walker –capturado por los ingleses y fusilado en Honduras– y Augusto César Sandino, general de hombres libres –asesinado por Somoza y sus sátrapas–.

Libertadores, traidores, visionarios, iluminados, guerrilleros, rebeldes, fantasmas, mercenarios, espías y boinas –parlantes o silenciosas–, poetas e intelectuales –un mal latinoamericano– desfilan intercambiándose las máscaras de héroes, mártires o villanos que la historia les ha impuesto, en una prosa etérea e hipnótica, que no da respiro.

De las descripciones fulgurantes de las ruinas –restos de las ideas rotas, despojadas de futuro, después de las revoluciones–, la novela salta a trazos ebrios de ironía y escepticismo para componer una poética del fracaso.

Dentro de esta atmósfera de suave decadencia en que transcurre la novela, Patrick escoge dos hilos narrativos como conductores de sus reflexiones: la vida, pasión y muerte del “predestinado de los ojos grises”, William Walker, y la visita del autor a la Centroamérica de 1997, marcada por la piñata sandinista, las maras y el narcotráfico.

La mezcla podría ser indigesta para un narrador que no conociera su oficio, pero destila mordaz desesperanza y maestría estilística y logra una composición electrizante y laberíntica, en que el lector nunca se pierde y resurge constantemente azuzado por la repetición de imágenes y frases hipnóticas, como en una procesión fantasmal, más que un mural, que lleva a los personajes hacia el encuentro definitivo con el heroísmo, el escarnio o la muerte, nunca con la victoria:

“Me pregunté –escribe el ojo nihilista del narrador– hasta qué punto podía admirar a aquellos hombres, que continuaban creyendo que las frases impresas todavía podían pesar en la historia del mundo… El que sea un perdedor de las guerras de William Walker en el siglo XIX o un perdedor de la revolución sandinista en el XX no cambia nada”.

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La novela se presentará en la Alianza Francesa del centro de San José el lunes 18 de mayo a las 7 p. m.

Entrada Gratuita

mediateca@afsj.net

Teléfono 2257 1438