La nave vuelve a partir

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Esta obra se titula La nave vuelve a partir y la realicé en el 2010 con la técnica de la acuarela; mide 56 x 76 centímetros. La acuarela es una técnica que he trabajado durante los últimos 35 años, y es la que más ha caracterizado mi obra .

En esta pieza utilicé papel Fabriano de 600 gramos y pigmentos regulares que vienen envasados de manera tradicional en tubos metálicos y de diversas marcas. Empleé agua como medio diluyente y pinceles fabricados para esta técnica.

Como un elemento técnico adicional pinto sobre una superficie vertical. Esta práctica me permite ver de manera frontal lo que realizo: da una perspectiva real de cómo se va componiendo la obra.

La acuarela debe trabajarse de manera precisa, rápida y con decisión para lograr un efecto de espontaneidad, expresión y solución al primer momento. En consecuencia, hay que dibujar y pintar a la vez sumando el ingrediente de la poesía: requisitos que exigen gran dominio técnico, experiencia y buena dosis de sentimiento.

Por simple que parezca pintar una acuarela, es lanzarse al vacío y pretender caer de pie; es el riesgo, la aventura, lo inesperado y la emoción vaciada en la blanca inmensidad del papel; es el camino sin retorno donde no hay espacio para el error.

La nave vuelve a partir es parte de una serie que titulé Reflejos del alma . Esta serie se desarrolla tomando el agua como tema protagonista en sus diferentes expresiones encontradas en el paisaje costarricense; es decir, cuerpos de agua que conforman el agua de mar, lagos y ríos.

Encontré el tema inspirador en una de nuestras playas del Pacífico central en marea baja y casi a la luz del mediodía, en un momento quizás cotidiano y que viven muchos de los habitantes de la zona.

Luego de un breve recorrido ejecutando unos apuntes y con la ayuda de mi cámara fotográfica, tenía la información necesaria para concluir la pintura en mi estudio.

La obra se resuelve de una manera simple: un cielo anónimo, un horizonte pleno, un plano medio de acción y movimiento, más un primer plano en calma y de mucho peso para generar contraste y drama. Además, representé el mínimo de los elementos que conforman este paisaje.

El reto adicional fue resolver, con pocas pinceladas, el ímpetu de la rompiente en el poco tiempo en el que ella tarda en explotar. Hay que pintarla con movimiento acelerado y violento para conseguir, con gracia y limpieza, el efecto de un impacto vertiginoso. Es aquí donde recurro a elementos cómplices y de suma importancia, como la textura rugosa y la composición del papel en alto porcentaje de algodón, humedecido intencionalmente en dosis pequeñas y concentradas.

El pincel debe estar cargado de sutileza, de la cantidad exacta de pigmento previamente mezclado y diluido en agua, así como de la decisión para que no sobre ni falte nada en esta danza de velos. No se usa el color blanco como pigmento: el blanco del papel es el que se deja ver totalmente o de manera velada.

Empujar el barco, el bote o la panga es empujar la vida hacia delante: lo hace uno solo… porque la vida es solamente nuestra. Aquella embarcación quizá estuvo mucho tiempo en la arena: ¿quién sabe? Tal vez esperaba por mucho, pero allí va de nuevo y otra vez: la nave vuelve a partir.

(Esta obra pertenece a la colección de Patricia y Tomas Thomas, de Pittsburgh, Pensilvania, Estados Unidos.)