La memoria de lo inútil

La exposición Depósitos del tiempo explora la eternidad de los materiales que la sociedad considera como basura

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Con trazos rígidos, texturas degradadas, superficies oxidadas; con materiales que una mayoría llevaría a una chatarrera o utilizaría para cubrir un hueco en el techo, el mexicano Arturo Valencia “pinta” imágenes que buscan iniciar una conversación acerca de la carrera contra el tiempo y de la utilidad de la basura.

El artista de 50 años, actual director del Instituto de México, trata de incomodar al espectador, con el fin de provocar reflexiones sobre lo que nuestra sociedad desecha sin piedad.

Estas piezas de tonos tierra, confeccionadas con madera encontrada, trozos de metal, ramas, alambres, hojas, cerámica y yute, componen la exposición Depósitos del tiempo , que se exhibe en la Galería Klaus Steinmetz Arte Contemporáneo en Escazú.

Las obras nacieron entre estadías en Costa Rica y en México a partir del 2011.

–¿Cuál es la diferencia entre la basura mexicana y la costarricense que encuentra en los lugares de desechos?

–El tipo de clima de Costa Rica les da a los óxidos una coloración más anaranjada. En México, a veces, los óxidos son más opacos. He encontrado aquí, ya sea por el sol, el calor o la lluvia, que hay una mayor variedad tonal. Los tonos por el desgaste de la madera en la playa es exquisito; el material se pule por la arena y la sal, y hay superficies maravillosas que no hay en México, donde sí hay una dureza de contrastes muy marcados.

–Para esta muestra tuvo que enfrentarse al metal. ¿Cómo fue el encuentro con este material?

–No sentí el gozo que puede sentirse al tener un pincel, la suavidad del color, el de rellenar un espacio. Al estar trabajando con estos materiales, experimenté otros tipos de placeres, como el hacer un diálogo con el objeto.

”Cuando voy colocando los objetos en el espacio, voy poniendo colores; mi lenguaje sigue siendo pictórico, estoy diseñando. El trabajo físico es parecido al de un carpintero; tengo que usar herramientas duras para instalar objetos, como taladros, y cortadoras eléctricas. Al final, la sutileza de la pieza sí tiene que ver con una cuestión pictórica, el acomodo y el color. Busco los equilibrios, los ejes, pienso en las tríadas, y aplico mis conocimientos en elementos rudos que, al final, resultan en una armonía”.

–¿Qué temas quiso tratar con esta exposición?

–Hablo de los materiales en desuso, olvidados por la sociedad y cómo adquieren un valor distinto cuando están dentro de un espacio físico. También digo que la obra va más allá de las operaciones manuales del artista; es decir, no se trata del ego del artista que pinta la obra, sino de los materiales que tienen un discurso. Yo simplemente los acomodo en un espacio de diseño.

–¿Cuál es el discurso que exponen las obras?

–Es un atractivo personal hacia el tiempo y lo antiguo. Sostengo la idea de que si miramos hacia atrás se pueden encontrar claves de nuestra vida actual. Pretendo inspirar al espectador para que voltee hacia los orígenes de la humanidad y así encontrar respuestas de lo que está pasando.

–Durante el proceso de creación, ¿encontró usted algunas de esas claves?

–Me gustan las mitologías que han marcado a sociedades enteras. Creo que en las mitologías están plasmadas las claves de lo que tenemos que saber; me refiero a estas claves como una manera del buen vivir, de que la humanidad viva la vida cotidiana de una manera sana, de no entregarse de una forma tan inmediata a la tecnología y de reflexionar antes de seguir adelante. No busco crear un misterio, sino desentrañar el misterio de la vida.

–Como artista, ¿qué le ofreció el proceso de creación?

–Descubrí que el proceso es más importante que la obra terminada. Cuando la obra se finaliza, adquiere un tipo mortalidad, por así decirlo. Ya quedó redonda, pulida, perfecta y no la dejamos respirar, la hemos cerrado.

”Por eso, estas piezas de la exposición nunca van a terminarse; se van a seguir descomponiendo, degradando y, en lugar de tratar de conservarlas, busco que el tiempo participe en la obra. También que un agente extraño –más allá de uno mismo– como es la temporalidad, o el clima, o el ambiente le imprima su huella y la siga descomponiendo para explicar que la obra debe estar viva. Es importante esa vitalidad para detonar reflexiones.

–¿Qué tipo de detonaciones le gusta provocar en el espectador?

–Alguna remembranza de sí mismo o de cómo maneja el tiempo cada quien. Hay una carrera de la humanidad muy fuerte por detener el tiempo: nos teñimos el pelo, nos pintamos la cara, nos ponemos cremas o hasta pulimos el auto; claro, esto tiene que ver con la conservación y la supervivencia. Sin embargo, siempre el tiempo nos gana; es una carrera inútil hasta cierto punto y con esta obra me entrego al tiempo.

–Dentro del mundo del arte, ¿qué espacio puede ocupar esta exposición?

–Estoy consciente de que no estoy a la moda. Pero propongo estas piezas como una reflexión más allá de la moda. Creo que la humanidad no ha aprendido suficiente, va a un ritmo acelerado y todavía no ha podido detenerse y reflexionar. Propongo la idea de la temporalidad para detener un poco el avance tan rápido de las cosas y echar un vistazo a nuestros orígenes.

–¿Qué experiencia lo llevó a trabajar con materiales como el metal y la madera, entre otros?

–Me hizo una especie de clic el acontecimiento de las Torres Gemelas en el 2011 y el encontrarme con una fila de desechos en la primera obra que hice, que nació de una conversación con un ingeniero. Él me invitó a realizar una pieza con desechos y me encontré en mi estudio con una pila de basura. El primer día que iba a ejecutar la obra, transmitieron en televisión lo que culminaría en una pila enorme de desechos humanos, materiales y una desgracia implícita. A mí me funcionó para comparar ese evento con el mío; tenía un sentido interesante. Sin saber qué cosa estaba haciendo, debía explicarlo, debía meterme con esos materiales para ver adónde iba a llegar.

El artista. El primer acercamiento de Valencia con el arte fue en 1986, cuando cursó la carrera de Diseño de la Comunicación Gráfica, en la Universidad Autónoma Metropolitana de México. Además, llevó talleres de dibujo y de pintura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. A lo largo de la última década, el actual director del Instituto de México en Costa Rica ha experimentado con el hierro y la madera. A partir de dicha experiencia se interesó en la Maestría en Artes Visuales en la Academia de San Carlos. Ha participado en ocho exposiciones individuales, y en 15 colectivas.

Exposición temporal. Depósitos del tiempo de Arturo Valencia se exhibe hasta el 28 de agosto en la Galería Klaus Steinmetz Arte Contemporáneo (costado este de la Plaza Rolex, San Rafael de Escazú). El horario es de lunes a viernes, de 8:30 a. m. a 5:30 p. m. La entrada es gratuita. Para más información: 2228-0598.