La magistral 'Conversación' de Coppola

Rompecabezas Francis Ford Coppola, ganador del Premio Princesa de Asturias de las Artes, dirigió algunas obras maestras, como la inquietante película La conversación

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Bértold Salas Murillo

Los primeros minutos de La conversación ( The Conversation, 1974), de Francis Ford Coppola , demandan espectadores atentos y curiosos, dispuestos a ir reuniendo los fragmentos de una conversación que, como piezas sucias y desordenadas, forman parte de un rompecabezas que armaran al mismo tiempo que el presunto héroe de la historia, el introvertido y eficiente Harry Caul (el actor Gene Hackman ).

Dicho rompecabezas, incompleto hasta la penúltima secuencia del filme, es la conversación entablada por un par de jóvenes, Mark y Ann, anónimos en medio de la multitud que camina, come, ríe o aplaude al ritmo de un conjunto de percusión en Union Square, de San Francisco, poco después de mediodía. Parece imposible para un tercero escuchar lo que dicen, pero esta es la tarea que emprende Harry, el mejor técnico de vigilancia de la costa oeste.

Después del tremendo éxito artístico y comercial de El padrino ( The Godfather, 1972), Francis Ford Coppola emprendió dos proyectos: la segunda parte de la historia de la familia Corleone, una apuesta cuyo éxito era casi seguro, y un neonoir de menor presupuesto y de un trasfondo más inquietante sobre los sistemas de vigilancia.

El estreno de ambas películas en 1974, El padrino. Parte II ( The Godfather: Part II ) y La conversación , confirmó a Coppola como el principal realizador americano de la primera mitad de los 70.

Francis Ford Coppola rodó cinco películas brillantes: las tres citadas, además de la genial catástrofe Apocalipsis ahora ( Apocalypse Now , 1979) y la barroca Drácula ( Brams Stoker’s Dracula, 1992). Además, fue determinante en la renovación del cine estadounidense en los años 70, como exponente del New Hollywood y padrino de los primeros proyectos de George Lucas.

El pasado 6 de mayo, el Premio Princesa de Asturias de las Artes reconoció la hoja de servicios de esta creador que, si bien parece haber dejado atrás sus mejores días, resulta imprescindible para comprender el cine mundial. Valga el pretexto para recuperar La conversación , una joya que se ve opacada por el brillo de las más exuberantes El padrino , primera y segunda partes, y Apocalipsis ahora .

Percepción. Coppola ha reconocido que Blow-up (1966), de Michelangelo Antonioni, fue el punto de partida de La conversación . Efectivamente, en la primera película en inglés de Antonioni –a su vez, la adaptación del cuento Las babas del diablo , de Julio Cortázar–, un fotógrafo, Thomas, cree encontrar, en uno de sus trabajos, la prueba de un asesinato.

En una fotografía tomada mientras jugaba con la cámara en un parque, Thomas intuye la silueta de un arma y un cuerpo tendido sobre la hierba.

La ambigüedad de la imagen objetaba el presunto realismo fotográfico, y la trama criminal se convertía en un cuestionamiento de la percepción.

En La conversación , Coppola traslada ese tipo de inquietudes del registro fotográfico al sonoro. Además, transforma la intuición de que un asesinato ha sido cometido (un hecho pasado sobre el que poco se puede hacer) en la sospecha de que un crimen está por ocurrir (el futuro que puede ser cambiado).

Harry teme que, en cuanto entregue la grabación a su cliente, identificado como el Director (el actor Robert Duvall ), su contenido conducirá a la muerte de la joven pareja. Una frase de Mark, descubierta después de numerosos malabares técnicos, le martillea la consciencia: “Él nos mataría si tuviese la oportunidad”.

La conversación adquiere un matiz moral del que carecía, al menos explícitamente, el argumento de Blow-up : Harry es un técnico y repite que no le importa el contenido de las conversaciones que registra (“Solo me interesa una linda, gorda grabación”, asegura).

Sin embargo, el desarrollo del filme mostrará que el católico y atribulado Harry no es indiferente a las consecuencias que pueda tener su trabajo, en especial porque, cinco años atrás, uno de sus mejores encargos condujo al asesinato de un contador y su familia, cuando su jefe lo creyó responsable de colaborar con las autoridades. Aquel contador era inocente: la información había sido registrada secretamente por Harry.

No obstante, el dilema moral tiene por origen una frase (“Él nos mataría si tuviese la oportunidad”) inscrita en una conversación entre dos personas de las que no sabemos nada. Harry ha ido uniendo las piezas del rompecabezas sin tener una idea del conjunto, como lo demostrará el desenlace del filme. Por ello, como la película de Antonioni, La conversación es ante todo un cuestionamiento de nuestra percepción de la realidad.

Lo ha mostrado la primera secuencia, ya mencionada: vemos, pero ¿qué es lo que vemos? Oímos, pero ¿qué es lo que oímos? Todo resulta sospechoso en los primeros minutos de La conversación , desde el mendigo que duerme en una banca hasta al mimo que tiene un aire siniestro con su silencio. Los espectadores hemos de hacer un esfuerzo por identificar los protagonistas del relato en medio de la multitud que pasea por Union Square. Después, hemos de distinguir las palabras entre los ruidos, reconocer los gestos y adivinar sus propósitos.

Sociedad panóptica. La conversación fue estrenada entre abril (Estados Unidos) y mayo (en el Festival de Cannes, donde obtuvo la Palma de Oro) de 1974. El 9 de agosto, Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, dimitió a raíz del escándalo que suscitó el descubrimiento de las escuchas telefónicas al opositor Partido Demócrata (el caso Watergate ).

Coppola asegura que el guion de La conversación estaba listo desde antes del comienzo de la administración Nixon. Es probable que Coppola quisiera reflejar la desconfianza surgida de un período de luchas intestinas como los años 60, y de dos décadas de guerra fría. Pese a ello, los espectadores creyeron encontrar una reacción a la convulsa situación de la élite política de Washington.

Como antes lo habían hecho la novela 1984 , de George Orwell, y el filme Klute (1971), de Alan J. Pakul a –después director de Todos los hombres del presidente ( All the President’s Men , 1976), sobre Watergate–, La conversación postulaba la existencia de una sociedad panóptica, en la que la privacidad no existe y la vigilancia es una industria.

A la mitad del filme, Harry asiste a una gran convención de “técnicos de vigilancia y seguridad” en la que se ofrece la última tecnología en escucha telefónica como si fuesen aparatos electrodomésticos.

La particular personalidad de Harry, y la difícil relación que establece con sus clientes (el Director y su asistente, Martin Stett, interpretado por un joven Harrison Ford) , afinan el dibujo de esta sociedad panóptica.

Caul se dedica a registrar la vida de los otros, y acaso por esto es un obseso de su propia privacidad: su apartamento tiene una triple cerradura y alarma, no recibe el correo en su domicilio, solo utiliza teléfonos públicos y evita las relaciones íntimas. A su casera le dice que no tiene posesio-nes de valor..., con la excepción de sus llaves.

Completa el cuadro la impersonal corporación que contrata los servicios de Harry. Que la encarne el igualmente impersonal asistente del Director sugiere que se trata de una entidad sin centro ni cabeza visible. Pese a ello, prueba tener pocos escrúpulos y muchos recursos: le recuerda al vigilante que es vigilado, y que se puede comunicar con él siempre que quiera, incluso contra su voluntad. Harry se descubre vulnerable cuando escucha sonar un teléfono en su apartamento, colocado allí por la corporación.

Las últimas frases de Stett a Harry (“Sabemos lo que usted sabe, mister Caul. Por su propio bien, no se involucre más. Estaremos escuchándolo”) le confirman al protagonista que le será difícil escapar de la vigilancia del Gran Hermano.