La huella de Chisco Salazar en San José

Uno de los más destacados arquitectos del país dejó una profunda marca en la capital

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Andrés Fernández

E n 1966, se cumplía el décimo aniversario de la Asociación Costarricense de Arquitectos (ACA), antecedente del actual colegio profesional. Para celebrarlo, se realizó en la sede del Colegio de Ingenieros y Arquitectos de Costa Rica, en Sabana este, la primera Semana del Arquitecto.

Fue entonces cuando al veterano arquitecto José Francisco Salazar se le entregó una medalla de oro que lo distinguía como miembro honorario de la ACA. Con ello, los 43 miembros activos de su asociación profesional reconocían no solo su larga y prolífica trayectoria, sino también su indiscutido magisterio en la arquitectura del país.

Los estudios y el regreso

José Francisco Salazar Quesada, hijo de Jesús Salazar y María Teresa Quesada, nació el 4 de abril de 1892 en San José. En 1899, fue a los Estados Unidos para realizar sus estudios primarios. Luego, de 1905 a 1907, viajó con sus abuelos por Europa y estuvo en el internado de las Escuelas Pías de Sarria, Barcelona.

De regreso en los Estados Unidos, terminó la segunda enseñanza para ingresar, en 1899, a la Universidad de Santa Clara, California, donde se graduó de Bachiller en Ciencias de la Ingeniería Arquitectónica en 1913. Posteriormente, se trasladó a Nueva York, donde adquirió experiencia profesional en la acreditada firma George B. Post & Sons, antes de regresar a Costa Rica en 1914.

Un anuncio de prensa de ese año detalla que el arquitecto: “Se hace cargo de toda clase de construcciones, planos para residencias, iglesias, etc. (…) Casa de doña Talía Salazar, 75 varas al N. del Telégrafo” ( La Información , 11 de setiembre de 1914).

En 1916, Chisco Salazar –como se le conoció en el ambiente profesional– se incorporó a la Facultad de Ingeniería de Costa Rica.

La consagración de su carrera vendría en 1920, con el diseño y construcción del Templo de la Música, en el parque Morazán, obra de arquitectura neoclásica realizada en apenas 22 días.

Para entonces, contaba ya con 25 obras más y era fiscal de la Facultad de Ingeniería (y llegaría a ser su presidente). La década que empezaba le depararía algunas de sus obras más memorables, tanto en Costa Rica como en Centroamérica.

En lo compete a la ciudad de San José, cabe citar los edificios de la Librería de María Viuda de Lines, en avenida central y calle 1; el Chrysler Palace –hoy conocido como edificio Maroy–, en avenida 1 y calle 5; el Club Unión, en calle 2 y avenidas 1 y 3; el Club Internacional, en calle central y avenidas 1 y 3; los pabellones para las facultades de Derecho y Farmacia, en barrio González Lahmann; la Legación de México, en barrio Otoya, y el Reformatorio San Dimas, en el barrio del mismo nombre, entre otras.

Arquitecto, pintor y músico

En 1924, un grupo de letrados formaron en San José el Círculo de Amigos del Arte. Eran los pintores Fausto Pacheco, Francisco Amighetti, Carlos Salazar Herrera y Luisa González de Sáenz; los escultores Francisco Zúñiga, Juan Manuel Sánchez y Néstor Zeledón Varela; los literatos y pensadores Yolanda Oreamuno, Enrique Macaya y León Pacheco, además del arquitecto y pintor Teodorico Quirós, entre otros.

Chisco Salazar, que cultivaba también la música y la pintura, sería parte de aquel movimiento, que pronto florecería en las Exposiciones Nacionales de Artes Plásticas (1928-1937). En ellas, obtuvo el arquitecto, en 1932, una mención honorífica por su autorretrato y, en 1933, recibió la medalla de oro por su retrato Carmen , de acentos clásicos, como la mayoría de sus lienzos.

Sobre su pasión por la música, se debe decir que dos grandes maestros internacionales de la guitarra –que era su instrumento– fueron sus amigos personales: el español Andrés Segovia y el paraguayo Agustín Barrios (Mangoré), quienes solían hospedarse en su casa cuando visitaban Costa Rica.

De vuelta al ámbito profesional, hay que detallar que, aunque durante una década tuvo su propia empresa de arquitectura y construcción, de 1924 en adelante muchos de sus trabajos los realizó Salazar por medio de la empresa Sociedad de Ingenieros, Gutiérrez, Salazar, Quirós y Fernández.

El referente estético de la mayoría de dichas obras estaría en lo neoclásico y lo ecléctico para lo público, mientras que, sobre todo para las viviendas y los templos, el elegido sería el neocolonial hispanoamericano.

Especialmente prolífica para el arquitecto fue la década de 1930, cuando empezó a introducir en sus diseños las dos líneas renovadoras de la arquitectura internacional, a saber las conocidas como art-decó y racionalismo o primer moderno.

Una obra atípica en este período creativo de Salazar es el Cuartel Bellavista, de estética medieval y finalizada en 1932; mismo año en que diseñara su primera obra art-decó: el obelisco del paseo Colón.

La arquitectura renovadora

Después de aquello, art-decó serían los edificios de la Facultad de Medicina, en calle 14 y avenida 6, y el Pabellón Echandi del hospital San Juan de Dios, así como una serie de obras residenciales que proyectara para la empresa El Ingenio, del ingeniero Francisco Jiménez Ortiz.

Para esa constructora, Salazar diseñó también uno de los primeros edificios de apartamentos de la ciudad, el Maryland (1935), en la esquina de calle central y avenida 6, entre otros proyectos residenciales de corte racionalista en el paseo Colón.

En 1936, junto a Arturo Jiménez como gerente, fundó la Compañía Constructora Nacional, mas sin dejar de colaborar con otras empresas como las de Adela viuda de Jiménez e hijos, la de Clare Hermanos y la de Humberto Bertolini.

Para la primera, realizó el diseño del nuevo Mercado Central (1940), del cual se construyó solo el módulo noreste, y para la segunda, el de los Apartamentos Modernos (1943), en calle 1 y avenidas 3 y 5.

Por otra parte, en 1940, había iniciado un intenso programa de obra pública, después de ser nombrado Jefe del Departamento de Arquitectura de la Secretaría de Salubridad, cargo en el que realizó gran cantidad de edificios de carácter hospitalario o sanitario, en todo el país.

En San José, sin embargo, sus más relevantes obras en esa época son el conjunto para la sede de la Secretaría de Salubridad Pública (1940), en el distrito hospitalario; la Estación del Ferrocarril Eléctrico al Pacífico (1941), en el remate sur de la calle 2, y la Rectoría y Paraninfo de la Universidad de Costa Rica (1941), en calle 19 y avenidas 6 y 8.

Con la reapertura de la universidad, se dedicó también a la docencia, primero en la Facultad de Ingeniería y, luego, como Decano de la Academia de Bellas Artes entre 1945 y 1948.

Años atrás, junto a su colega Teodorico Quirós –quien lo antecediera en el puesto–, Salazar había establecido allí una carrera corta para formar maestros de obra en la construcción. Hoy ignorada, aquella modalidad nocturna de educación continua, fue otro aporte de Chisco Salazar a nuestra arquitectura.

Por todo lo dicho, a su deceso, el 2 de agosto de 1968, la huella de su oficio de arquitecto en San José era ya tan sólida como indeleble.