La Galería Nacional muestra parte de su vistosa colección

Arte dela casa. La Galería Nacional expone y vende 68 obras de su vasta colección

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En el prólogo de su Antología personal, Jorge Luis Borges (el Jorge Luis bueno) sentencia que “el Tiempo acaba por editar antologías admirables”. Esto suele ocurrir casi siempre (sobre todo cuando se le da tiempo al Tiempo), pero también puede suceder que el buen gusto ejecute buenas antologías, como la que hoy ofrece la Galería Nacional.

La biografía de la muestra es la siguiente: “La Galería Nacional alquila sus salas a artistas, y ellos pagan a veces con obras, que la galería acepta. Pasados los años, se ha formado así un interesante fondo de creaciones”, dice Sebastián Mello, director de la entidad.

La galería ha reunido unas 700 piezas bidimensionales (como pinturas, acuarelas y fotografías) y tridimensionales (como esculturas e instalaciones). Cada año, la galería ofrece un grupo de obras en exposición, tanto para el gusto visual del público como para la venta.

El dinero recaudado por la venta se invertirá en los proyectos del Centro Costarricense de Ciencia y Cultura, una de cuyas dependencias es la Galería Nacional. Las otras son el Museo de los Niños y el Auditorio Nacional.

Técnicas al elegir. Los trabajos expuestos abarcan obras elaboradas en acuarela, óleo, acrílico, grabado, fotografía, vitrofusión y escultura, entre otras técnicas. Muchas obras presentan “cruces”, como fotos intervenidas con acuarela, y como pinturas que incluyen piezas tridimensionales (conchas o ramas).

Dos casos de pinturas “en relieve” son Texturas marinas I y II, cuadros de papel hecho a mano, de la reconocida artista Grace Herrera Amighetti.

La primera sala reúne fotografías. Esta vez se han escogido las que presentan objetos naturales, como árboles y flores. Varias fotos corresponden al artista Juan José Pucci Coronado, como Eucalipto I y Caña agria II. Pucci integra el Fotoclub de Costa Rica y ha ganado premios ofrecidos por esa entidad.

De Mayra Bonilla se expone Cascanueces, imagen de espigas que crecen en la nieve. También se brindan fotos de los artistas Ana Joyce Chinchilla, Patricia Quirós, Laura Millet y Manrique Suárez.

La segunda sala alberga trabajos no figurativos, algunos de creadores experimentados, como Gabriel Borel y Fernando Núñez (Momento). A su vez, Luis Fernando Quirós brinda una obra pintada al acrílico: Truncado, abstracción geométrica de hipercromatismo.

De Paulina Ortiz se exponen Mini contemporáneo y Trópico seco, tramas de hilos coloreados. De Otto Apuy se aprecia Torso integrado, en técnica mixta. Luis Chacón entrega Cartas orientales, tela cubierta de pintura amarilla sobre la que se han imprimido (así puede decirse) pequeños ideogramas chinos.

De Álvaro Gómez, profesor de grabado, se ofrecen Umbral en Siena y Lluvia plateada, dos pequeñas pinturas al acrílico sobre tela, muy bien logradas, con reminiscencias de los jardines impresionistas de Claude Monet.

Colibrí cubano, de Gerardo Valerio, es un terso acrílico sobre tela; retrata una mínima ave (zunzún) posada en un cordel. “Es un cuadro singular pues Valerio tiende al detalle, pero esta obra es minimalista”, interpreta Sebastián Mello.

Pinceles de visita. De una colonia de artistas estadounidenses instalada años ha cerca de Puriscal se conservan piezas, como Unspoken Truth, óleo-paisaje de Hilda Demsky tal vez inspirado en los brochazos hoscos de Van Gogh. El estadounidense Stephen Jones expone Costa Rica Hills, pintura acrílica de dos tonos de verde que representan estilizadamente colinas miradas desde un avión, explica Mello.

Lloyd Anglin está presente con cuatro breves tablas barnizadas; todas exhiben dibujos ingenuos de paisajes que traslucen la sinceridad de la madera: extraña, agradable espontaneidad.

Ricardo Morales trae Horizonte I, óleo-paisaje que regala tres planos de un campo evanescente: trabajo notable. Su perspectiva nos lleva; es una tentación conducente a un mundo mágico.

De una exposición ofrecida por su cincuentenario artístico, Ricardo Jiménez nos dejó Atardecer en el cañón del Virilla, acrílico sobre cartón, paisaje de cielo ardiente. A su vez, Lorraine Bromley exhibe un lindo trabajo vertical: Bamboo in the Land , acrílico sobre papel con engaños de acuarela.

Por su parte, el conocido músico Tito Oses revela su grato arte visual con el cuadro de gran formato Solidaridad: técnica mixta, con siluetas amarillas sobre un fondo obscuro que hacen recordar el gran estilo de Sila Chanto.

El arquitecto Rafael Fernández sorprende con Díptico , acrílicos sobre tela que evocan el brillar de los vitrales religiosos, pero con una geometría abstracta. Por su parte, Rosas es un acrílico de gran formato de Mario Maffioli, quien presenta círculos rojos sobre un fondo verde, trabajados con gel.

Ileana Alfaro ofrece un cuadro de gran formato de la serie Impromptu (2002), que la artista pintó pintándose: se deslizó sobre la tela puesta sobre un piso. Bien se notan las formas del cuerpo, y el conjunto, azul, es hermoso, cuasimarino.

Bailes y retratos. Del buen Fabio Herrera se exponen Venus (serigrafía sobre papel) y Blanco, logrado acrílico matérico sobre tela, en colores terrosos. “Esto es de lo mejor de Herrera, de cuando él retornó de Nueva York”, registra Mello sobre el notebook del aire.

El nicaragüense Leonidas Correa se expande con Pera roja, pintura acrílica sobre tela de gran formato: fruta ocurrentemente encarnada, prima tropical de los relieves planos del señor René Magritte, apacible surrealista.

Una sala acoge obras figurativas, aunque gustosas de tomarse licencias métricas y cromáticas. Alexánder Delgado brinda uno de los pocos dibujos de la exposición: Tessa , tiza-pastel de un cuerpo de mujer echada.

El siempre magistral Eugenio Murillo ironiza con Filosofastros I y II, dibujos al grafito sobre papel, con parejas danzantes: una con una mujer muerta; otra con dos marionetas alegres a su pesar.

Sofía Ruiz expone Un lejano parentesco, técnica mixta de un retrato de mujer: la cara y las manos hablan con tristeza sobre un fondo obscuro e incierto. Esta obra es Sofía Ruiz en su mejor momento –o sea, en el de siempre–.

Del pintor-escritor guatemalteco Rafael Cuevas Molina aparece ¿Alguien vio al pez saltar?, dibujo y tinta de un surrealismo elegante y onírico que suscita la memoria del irrealismo fantástico de la artista peruana Tilsa Tsuchiya.

Silvia Monge expone el violento retrato femenino Ella (2010), acuarela sobre papel: expresionista más que impresionista; y, más que impresionista, impresionante. El valioso Roberto Lizano brinda Transmutando , acrílico-retrato de un hombre de un tipo de inexpresividad que termina inquietando.

Las mejores antologías las inventa el tiempo, pero siempre hay tiempo para el buen gusto. A propósito de tiempo: esta exposición se cerrará el sábado 30 de agosto.

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Galería Nacional: Teléfono 2258-4929.