Julián Calderón, embajador y pionero del ballet tico, falleció

Notable exponente de la danza del país, logró destacar en compañías de Francia, Egipto, Perú, México y formó a varias generaciones en el país

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Julián Calderón, uno de los bailarines costarricenses de mayor prestigio internacional en los años 50 y formador de varias generaciones, falleció la semana anterior a los 85 años, en Mercedes Norte de Heredia. Sus funerales se llevaron a cabo el sábado 1. ° de agosto, según la directora de la Escuela de Danza de la Universidad Nacional , Ileana Álvarez.

Este lunes, al inaugurar el Festival Nacional de Danza Contemporánea, Calderón fue recordado en el Teatro Popular Melico Salazar. Riguroso formador, apasionado por la danza y siempre atento a la disciplina, asistía con frecuencia a espectáculos del arte que ocupó su vida. Más de una vez, se acercó a los artistas al final de la función para ofrecerles sus comentarios. Calderón tuvo ánimo de profesor hasta el final.

Trayectoria. Julián Antonio del Socorro Pérez Calderón nació en Heredia el 11 de enero de 1930. En 1947, empezó a estudiar danza con Margarita Bertheau. Según reseña la investigadora de la danza Marta Ávila en su libro sobre la Escuela de Danza, ese mismo año Calderón se fue a Venezuela a trabajar y seguir formándose.

Allí, estudió con maestras rusas por cuatro años, en la escuela que recién fundaba Nena Coronil. En 1951, según el recuento de Ávila, Calderón viajó a Nueva York para formarse en el New York Ballet Theatre y en el American Ballet School, estudios que financió cuidando niños y trabajando como extra de ópera. Su sueño era brillar en los escenarios.

Le faltaba poco: ya en 1952, Fernando Alonso, director del Ballet Nacional de Cuba, lo invitó a una gira, aunque esta finalmente no se hizo. Coronil fundó en 1953 su compañía, y allí volvió como solista.

A lo largo de la década, Calderón saltó a Europa, donde se unió a una compañía de creciente prestigio, el llamado Ballet del Marqués de Cuevas.

Calderón también bailó por una temporada en el Ballet de la Ópera de Berlín y, al año siguiente, en el de la Ópera de Burdeos. En 1959, estrenó una obra que revisaría y montaría por décadas, el Orfeo. Paso clásico español , y también Encantamiento .

En los años 60, destacó en Cuba, México, la Compañía de Ballet Nacional de El Cairo y dirigió la Escuela de Ballet de Bellas Artes en Managua.

Finalmente, en 1976, se incorporó como profesor a la recién creada Escuela de Danza de la UNA, y en 1979, convocado por la maestra Elena Gutiérrez, formó parte de la naciente Compañía Nacional de Danza como profesor de ballet clásico.

“Hizo una gran labor con los bailarines de la compañía: muy buen profesor, muy exigente”, recuerda Gutiérrez. “Él trabajaba con gente adulta, pero exigía quinta posición (posición básica y difícil del ballet ), levantamiento de piernas al máximo, grandes movimientos de grandes dificultades....”, añade la maestra.

Así, trabajó con artistas como Marco Lemaire, Patricia Carreras y Nandayure Harley. En clases, era muy estricto y seguía con precisión el desarrollo de sus estudiantes. “No permitía que uno trabajara a medias. Siempre corregía tu técnica, te daba los insumos para mejorar y esperaba que uno respondiera adecuadamente”, recuerda Harley, quien se formó con él en los años 60 y, luego, en la Compañía.

Era reservado y concentrado en su disciplina, que en su tradición clásica no se ha desarrollado ampliamente en el país. “Hubo un tiempo en que si querías encontrar a Julián, ibas a la Soda Palace”, recuerda Gutiérrez. Calderón vivía solo en Heredia.

“Siempre fue una persona enamorada y apasionada por el ballet clásico. Era el primero sentado en las butacas, viendo los trabajos. A la salida, te buscaba, te daba consejos, te hacia análisis, te criticaba (a veces positivamente, a veces negativamente). Tenía una lucidez y memoria impresionantes” dice Harley.

En el 2008, con el Ballet Clásico Ruso , presentó Orfeo otra vez. Margarita Peralta trabajó con él en ella, y lo recuerda como un profesor amable, exigente y detallista. La bailarina pensó entonces: “En Costa Rica, no existen personas con la trayectoria que él tenía en ballet ; haber bailado con las compañías que bailó en esos años, interpretar esos roles, con la experiencia que logró... Ningún tico ni tica lo ha logrado . Nadie en Centroamérica tiene el currículum que tiene. En todas partes tuvo muchísimo reconocimiento. ¿Cómo es posible que no se le dieron el apoyo y las oportunidades para formar un ballet en Costa Rica? ”.