Juan Mora Porras exaltó la victoria en La Trinidad

Memoria necesaria. Una proclama del presidente Mora resalta la vigencia de luchar por la libertad

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Juan Durán Luzio duranluzio@hotmail.com

V einte días después de la victoriosa hazaña de La Trinidad, el presidente Juan Rafael Mora , pleno de orgullo y sentimientos patrióticos, expresó ese sentir. Hay un texto suyo fechado en San José el 11 de enero de 1857 que dice así:

“Compatriotas: La gran arteria del filibusterismo está dividida para siempre: la espada de Costa-Rica la ha cortado.

”En veinte días de campaña a través de desiertos cuajados de víboras, de selvas espesísimas, de pantanos y ciénagas detestables, de ríos caudalosos, nuestros soldados han marchado a paso de vencedores apoderándose de La Trinidad, Castillo Viejo, fuerte de San Carlos, ocho vapores y otras embarcaciones, diez cañones, tres obuses, quinientos rifles, multitud de espadas, revólveres y pertrechos de guerra y de más de cien enemigos que hemos puesto en generosa libertad. Sobre el río San Juan y el gran lago no iluminan los rayos del Sol otra bandera que la costarricense.

”Todo se ha conquistado sin un tiro, sin una gota de sangre, a fuerza de intrepidez y de sorpresas. Y ¿con qué contábamos? Troncos, apenas escarbados o mal unidos con bejucos, han sido nuestra flota para ir a tomar los vapores y fuertes enemigos; fusiles enmohecidos y que apenas podían dar fuego, por los continuos temporales sufridos, nuestras únicas armas; escasez de víveres y de todo en el primer momento, pero había el coraje, la abnegación, el patriotismo, la unión costarricense; la resolución de vencer o morir, y la Providencia ha bendecido a nuestros soldados llevándoles de victoria en victoria.

”Dueños del río y del gran lago; puestos en relación con nuestros aliados; reducido Walker a Rivas y sus alrededores, va a ser estrechado, atacado y abrasado, si es preciso, con los restos de la ciudad donde se encierra. He brindado el perdón a todos los que obcecadamente siguen su causa, si le abandonan. Sabremos vencer y perdonar.

”¿Pero habrá concluido todo? No, compatriotas: la obra empezada es menester terminarla; es forzoso que no quedemos expuestos a que un nuevo Walker vuelva a turbar nuestra paz, batallando por esclavizarnos; es preciso que tantos obstáculos vencidos, tantos sacrificios hechos, no sean estériles, y para ello es indispensable continuarlos. Levantemos, pues, sobre el mismo río y con nuestras propias manos un dique poderoso que contenga para hoy y para lo futuro ese torrente usurpador: nada conseguiríamos con adquirir una paz precaria. Conquistemos, pues, una paz sólida, duradera, honrosa y fecunda para Costa-Rica, Nicaragua y los pueblos Centro-Americanos.

”Costarricenses: cuento para todo con vosotros. Con vuestro apoyo y la protección Divina nada habrá que me haga retroceder. Bendigamos a la Providencia que nos ampara, y al grito de ¡Viva Costa-Rica! marchemos siempre unidos adelante, con fe y constancia en el porvenir”.

Orgullo patrio. Este memorable texto es una proclama del presidente a sus compatriotas; es decir, una composición en prosa, breve, destinada a una audiencia amplia. Es la pieza más literariamente elaborada de Juan Rafael Mora y comienza con una frase que merece ser célebre: “La gran arteria del filibusterismo está dividida para siempre: la espada de Costa Rica la ha cortado”.

El sentido de esta metáfora y parte de la imagen que porta son seguramente sugeridos por una carta escrita por su hermano José Joaquín y fechada en el fuerte de San Carlos el 3 de enero; es decir, una semana antes del mensaje del presidente. Así comienza su texto:

“El veneno que daba la vida a la siempre renaciente hidra del filibusterismo está cortado”. Tradicional como es, esta noción había sido ya empleada por el presidente Mora: un año antes, en su mensaje al Congreso, dando cuenta de la victoria de San Rosa y del avance hacia Rivas, dijo: “El camino real del filibusterismo está cortado”. Ahora ha puesto mayor intensidad descriptiva: el filibusterismo ha empezado a desangrarse por esa arteria fluvial que había sido su fuente de vida. La batalla de La Trinidad era el principio del fin.

Aún en la muerte violenta de la hidra del filibusterismo hay compasión y perdón: “más de cien enemigos hemos puesto en generosa libertad”, añade el presidente.

De nuevo, el justo orgullo patrio del presidente se revela en esta elaborada frase: “Sobre el río San Juan y el gran lago no iluminan los rayos del Sol otra bandera que la costarricense”, elegante litotes (afirmación mediante una negación) para acentuar la recuperación territorial y militar que se iniciaba luego de ganada la vía del Tránsito.

El esfuerzo de esta lucha breve, pero intensa y dificilísima, en medio de ciénagas, pantanos, víboras, selvas espesísimas, ríos caudalosos, lluvia y hambre –palabras de Mora– librada en veinte días victoriosos, ha sido comparada con acierto por Armando Vargas Araya con la Campaña Admirable de Simón Bolívar. Saliendo de Cartagena, Bolívar llegó en pocos meses a reconquistar Caracas, en 1813, gracias al arrojo legendario de sus hombres.

Solo así, en ambos casos, se podría asegurar la libertad de la patria: con esa determinación se suplía la escasez de armas y víveres, de embarcaciones y pertrechos. Había entre todos ellos esa “resolución de vencer o morir”, como afirma con brío el presidente Mora Porras.

Meditación aleccionadora. También queda claramente expuesta la idea que la lucha no había sido solamente contra William Walker, sino contra una tendencia política expansionista que podría volver a atentar contra la libertad de los costarricenses.

“No quedemos expuestos a que un nuevo Walker vuelva a turbar nuestra paz, batallando por esclavizarnos”: tal era el sentido último de la lucha por la independencia nacional y continental.

El verbo “esclavizar” no se usa en sentido figurado: preciso es recordar que William Walker, después de ser elegido presidente de Nicaragua en junio de 1856, restablece la esclavitud en el país. Sobre todo en esta segunda etapa de la guerra se define la independencia de un país libre.

En la confluencia del río Sarapiquí con el San Juan, comienza la fase militarmente decisiva de la Guerra Patria. Entre noviembre de 1856 y mayo de 1857 se consolida la independencia de la república de Costa Rica. El dique que contendría el “torrente usurpador” había sido levantado en estas aguas para asegurar un futuro soberano.

En estas líneas, el presidente Mora expresa con alegría la esperanza de que, después de esta etapa crucial, el destino del país será el de una nación autónoma, democrática y civilizada.

Este texto trasciende lo inmediato –la noticia a los compatriotas, la expresión de gratitud a los guerreros– y alcanza un rango de reflexión tan profunda como emotiva sobre el valor de la libertad y la autonomía de un pueblo.

La palabra del presidente de la República ofrece a sus conciudadanos, con la bendición de Dios, esa paz duradera que esta sociedad ansía, y el porvenir pacífico y laborioso que guía el modelo de su república anhelada.

Este texto del presidente Mora Porras debería ser parte de las lecturas básicas de la educación secundaria para disminuir en los jóvenes el distanciamiento que se ha producido entre la población media y los hombres y las obras que han hecho posible la libertad de que disfrutan.

¿Qué exigencias cívicas se les pide a los estudiantes con respecto a la formación de su país? Están muy conscientes de sus derechos, pero la mayoría ignora sus deberes, en parte porque no se les pide cuenta de lo que antes se ha luchado por la construcción del país.

Hechos como el que se inicia en La Trinidad son hitos que deben ayudar a definir una identidad cultural nacional sólida pues se apoyan en una tradición propia tan gloriosa como bien documentada.

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