John Berger, 1926-2017: La hospitalidad de la escritura

Arte y acción Escribir sobre lo hecho con las manos y la mente fue, para Berger, una forma de invitarnos a resistir y conocernos

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En línea se encuentran muchos videos de charlas, conferencias y entrevistas de John Berger, el célebre escritor, dibujante y poeta británico que falleció este 2 de enero, a los 90 años. Desde los 70, cuando presentó el programa Ways of Seeing ( Formas de ver ), todos querían escucharlo: hablaba con contundencia, claridad y poesía sobre el arte y sus creadores.

En esas grabaciones es curioso ver cómo Berger articula sus oraciones: lentamente, gesticulando mucho, tirando de su cabello, apretando los puños y los labios, cerrando los ojos. Es como si batallara físicamente contra las palabras y las ideas, o tallara su camino por medio de ellas, cincel en mano, como los escultores cuyas obras examinó tan bien.

Tales gestos riman con su labor: su escritura, a lo largo de seis décadas repletas de libros, insiste en la obra de arte como un objeto tangible, amarrado a sus circunstancias históricas y sociales, una marca física en el mundo.

Un acto corporal que sacude las cadenas: el arte, como un espacio que se habita, es un ámbito de resistencia, una apertura en la experiencia (un retrato es “una puerta a través de la cual pueden entrar momentos de una vida”).

Por ello, quizá, la comunidad de sus lectores, extendida más allá de la lengua inglesa, sintió tanto su partida en esta época tan convulsa: su presencia física, humilde y directa, y aunque fuera a distancia, se daba por sentado.

Vanidad

Nacido en 1926, John Berger creció en una época de crisis de la idea de arte –su estado natural–. Como marxista convencido, su interés por las condiciones históricas y materiales de la obra creció al confrontarse con un entorno de descolonización y polarización ideológica, así como creciente acceso a la información y la educación.

A fines de los años 50, Berger empieza a convertirse en un intelectual público e influyente, tras la publicación de Un pintor de hoy ( A Painter of Our Time , 1957), una novela en la que un artista exiliado de la Hungría comunista le cuenta a John, un amigo, de su vida. El libro estuvo en librerías solo un mes, pues fue retirado, como se supo más tarde, por presión de un grupo anticomunista.

Desde Éxito y fracaso de Picasso ( The Success and Failure of Picasso , 1965), Berger insiste en una crítica de arte que hable “de la vida tal como se vive”, ya fuera en el tiempo habitado por el artista o por el nuestro.

Para Berger, la crítica de arte puede ser un acto revolucionario, territorio para imaginar una nueva sociedad, pero requiere colocar en perspectiva histórica y social cada acto creativo.

Por ello tiene poca paciencia para un capitalismo que, como todas las otras esferas de la vida, convierte el arte en objeto de consumo y al artista en obrero alienado del fruto de su labor.

No escapan las instituciones que favorecen tal situación: “Cualquiera que no sea un experto, al entrar en un museo promedio, se siente como un mendigo cultural recibiendo caridad”.

El pensador alemán Walter Benjamin (1892-1940) influye muchísimo sobre estos primeros años de Berger, como se nota en el documental de la BBC Formas de ver , dirigido por Mike Dibb y coescrito y presentado por Berger.

Fue un programa muy popular en Reino Unido (está completo en YouTube), se publicó como un libro ilustrado, y se convirtió pronto en una herramienta didáctica muy utilizada, gracias a su claridad y profundidad.

Uno de los aspectos de Formas de ver más influyentes fue su mirada, muy acorde con Benjamin, a los escombros de la historia, a sus olvidados. En primer lugar, y con notable firmeza, critica la hipocresía de la mirada masculina desde de la historia del arte.

A propósito de una obra de Memling, ejemplifica esa actitud: “Pintaste a una mujer desnuda por el puro placer de contemplarla, le colocaste un espejo en una mano y la llamaste Vanidad para así condenar moralmente a la mujer cuya desnudez trazaste para tu propio deleite”. La hipocresía de la “mirada masculina” se revela como uno de muchos elementos que recorren la historia de la pintura europea, un punto que, para Berger ni es banal ni se puede seguir obviando.

Juan el Bautista

Si algo define la obra de Berger es su acento en la experiencia de los excluidos: los campesinos (la trilogía de novelas De sus fatigas : Puerca tierra , Una vez en Europa , Lila y Flag , 1979-1990), los migrantes ( Un séptimo hombre , con Jean Mohr, 1975), los activistas radicales ( De A a X , 2008), y múltiples artistas pocas veces incluidos en historias eurocéntricas del arte, como algunos turcos, latinoamericanos o españoles.

En el ámbito del arte, lo más cercano a él, donde más reluce su estilo, es cuando habla del acto físico de la creación y de las circunstancias vitales del artista.

En un libro de 1984, And our faces, my heart, brief as photos ( Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos ), Berger habla con su esposa y con nosotros : “Una noche en la cama me preguntaste quién era mi pintor favorito. Dudé, intentando encontrar la respuesta menos deliberada, más sincera. Caravaggio. Mi propia respuesta me sorprendió”.

Sin embargo, para un lector atento, la respuesta trasluce en apenas unas cuantas páginas: “Él fue el primer pintor de la vida tal como la siente el popolaccio , la gente de las callejuelas, les sans-culottes , el lumpenproletariat , las clases bajas, el submundo”.

Aún más, se expresa en Caravaggio una dialéctica del deseo sexual, carnal: el deseo de tomar y el deseo de ser tomado, “perderse en el objeto del deseo”. La obra de Berger retorna una y otra vez a la cualidad erótica de la obra de arte, su capacidad de estimular los sentidos como un arrebato, de crear un espacio abierto –una bolsa de resistencia, como dice en La forma de un bolsillo (2001)–.

En ese sentido, “el arte, nos dijo, no estaba en el marco, sino en el espacio entre el objeto y el observador, un área conflictiva donde los valores heredados, los prejuicios y las expectativas, como fragmentos de vidrio, refractan y desvían nuestra mirada”, escribió Mike Gonzalez en la revista Jacobin .

No obstante, un arte desvinculado de lo social pierde interés para Berger, y eso incluye el propio. Cuando ganó el prestigioso premio Booker por G. (1972), donó la mitad del dinero a las Panteras Negras y la otra mitad financió su estudio sobre la migración, Un séptimo hombre (1975).

Muchos de sus escritos tardíos tienen formato de cartas, dirigidas a amigos artistas, pero abiertas a la sensibilidad de cualquier lector. Se puede reprochar a Berger preferir este estilo indirecto, que muchas veces privilegia su voz por encima incluso del arte que supuestamente examina.

Tal costumbre, además, revela una de las causas por las que es difícil hablar de un sistema estructurado, incluso, digamos una escuela de pensamiento que haya inspirado Berger: no la hay. Pero sí puede decirse que, con su “forma de ver”, estimuló a otros escritores a despegarse de la rigidez de ciertas formas de crítica.

Concetto spaziale

El arte que escapa de la sensibilidad de Berger es el más reciente, de ninguna manera se le podría catalogar de conservador en ese sentido. Ciertamente vuelca gran parte de su atención a la técnica y a la creación con materiales. Lo emocionan los artistas que dejan “cicatrices” en el mundo; uno piensa en Lucio Fontana y sus lienzos rasgados, y en la historia de pintura sobre sufrimiento, sobre el pesar humano.

El acto de mirar: su pasión, su vida, su eterna duda sobre las capacidades del cuerpo. “La remoción de las cataratas de los ojos es comparable con la remoción de una forma particular de olvido. Tus ojos empiezan a recordar primeras veces, y es en ese sentido que lo experimentan después de ello es una suerte de renacimiento visual”, dice en el último documental realizado en vida, The Art of Looking (dedicó un libro al tema, con arte de Selçuk Demirel).

Mirar ( About Looking , 1980), una de sus mejores colecciones de ensayos, incluye un bello escrito: ¿Por qué miramos a los animales? , que dice que “el hombre siempre mira desde la ignorancia y el miedo”, a través de un abismo de incomprensión, así como ellos tampoco entienden.

Es ese abismo donde crece parte de nuestro pensamiento simbólico, el lenguaje que nos distancia de ellos. “El animal tiene secretos que, a diferencia de los secretos que guardan las cuevas, las montañas y los mares, están específicamente dirigidos al hombre”, dicho de otro modo. Y así el paisaje, las formas geológicas, también guardan sus secretos. El hombre es el animal que pone su oído a ellos.

En su literatura, John Berger abre el espacio para escuchar, lo que más falta hoy. Pintar, mirar, escuchar son formas de resistencia. “Es necesario ver obras de arte liberadas de toda la mística que se les une como objetos de propiedad”, dice.

Desde una granja en Francia, carboncillo en mano, inspiró a muchísimos escritores y amantes del arte a resistir a través de él, a no dejar que acallaran su potencia. Su escritura es un acto de hospitalidad: en él cabe mucho más que el presente. La esperanza es su gran tema.