In memóriam: Nico Baker, mi maestro

¿Quién fue? Al inglés se le recuerda como apasionado del teatro y del cine, empresario arriesgado y amante del fútbol y los perros

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Nico Baker era un apasionado, obstinado y brillante ser humano. Mis recuerdos con él se inician en una celebración de fin de año en el restaurante Alpino y un paseo a Jacó; eso fue en los años 60, ya que mi padre, Arnoldo Herrera, y Nico fueron grandes amigos. Nico fue profesor de teatro del Conservatorio Castella y su esposa, doña Annie Manley, profesora de ballet en los años 50. Juntos, mi padre y él hicieron muchos proyectos, sueños y aventuras; eran un par de señorones. Ante la partida de Nico, algunos amigos me dijeron que, de seguro, ellos se encontrarán y seguirán con sus deberes en el otro lado.

Durante mi infancia y juventud, siempre estuvo Nico en algún lado; luego, ya los años me llevarían a compartir una gran etapa de mi vida su lado. La cercanía entre nuestras familias fue mucha, tanta que mi esposa Gaby y yo tuvimos el privilegio de que fuera nuestro padrino de bodas.

Enamorado de Annie y del país

Nico, un inglés con raíces escocesas de origen humilde, tuvo una infancia dura durante la Segunda Guerra Mundial; luego, conoció a una tica en Londres, a doña Annie, y se vino enamorado en los años 50. Pronto, terminó amando también el país.

Nico conocía Costa Rica mucho mejor que muchos de nosotros. Recuerdo sus historias cuando, en su Land Rover, recorría el país distribuyendo líquido de frenos y repuestos en las estaciones de servicio. Además, fue representante de la línea aérea Caledonian, tuvo una agencia de viajes, una casa de representaciones, una agencia de repuestos y muchos otros negocios. Sin duda, los más conocidos fueron la Sala Garbo, Istmo Film y Conciertos Internacionales.

En Conciertos Internacionales, donde estuve por más de 15 años, tuvimos la oportunidad de realizar presentaciones memorables y traer al país y la región a grandes artistas. Algunos conciertos fueron hitos, como la vez que tuvimos que realizar los dos shows de Emerson, Lake and Palmer el mismo día en el Teatro Nacional, debido al atraso de la carga, o el gran El gusto es nuestro, de Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos juntos, o Les Luthiers; las incontables giras por Centroamérica con Facundo Cabral, Serrat, Mercedes Sosa o el Teatro Negro de Praga.

Hizo muchos grandes espectáculos que no fueron grandes éxitos económicos, como la Camerata de Bariloche –a pesar de que era maravillosa, solo asistieron unas 50 personas– o el show de Pep Bou y sus burbujas. Hizo venir a compañías de ballet como la de Jennifer Muller, el Harford o el Jazz Ballet de Montreal, muchas rusas y de los países de Europa del Este. No olvido lo difícil que fue traer los espectáculos cubanos –algo casi prohibido en el país– como el de Alicia Alonso, Pablo Milanés, Albita Rodríguez, Síntesis…

Un día nos pusimos a contar cuántos artistas habíamos traído y la lista superó los 100, y Nico comenzó mucho antes de que me incorporara a sus empresas.

ADEMÁS: A la memoria de un sir: Nico Baker (1933-2016)

Pasión más grande

Otra gran faceta de Nico fue la de director de teatro. A su lado, tuve la gran oportunidad de estar en el montaje de La cacería real del sol o José y la maravillosa túnica multicolor , puesta en escena hermosa de la comedia musical de Andrew Lloyd Weber, en conjunto con el Conservatorio Castella, o la gran cantidad de obras en su Teatro Laurence Olivier. En el Castella, allá por los años 70, Nico hizo Sueño de una noche de verano , con un montaje novedosísimo con música de los Bee Gees.

El teatro era, quizá, su pasión más grande; por eso, hizo un teatro para no tener problemas de agenda ni de espacio. Esa pasión hizo la gran diferencia con otros empresarios, ya que a Nico le gustaba invertir en cultura y lo hacía muy bien.

Como director de teatro era estudioso, exhaustivo, meticuloso y fue innovador en el movimiento teatral costarricense.

Con la productora de cine Istmo Film, él trabajó junto a sus grandes amigos como Antonio Yglesias y Óscar Castillo, donde hicieron muchos proyectos que dejaron huella.

Y en su Sala Garbo fueron incontables las horas viendo buen cine. Íbamos a comprar cine independiente a Colombia, México, Perú, Cuba, Venezuela; sostenía grandes discusiones con los distribuidores y con los directores, finiquitando los detalles para poder exhibir las obras en el país, pero también manteníamos discusiones con su hija Nicolette, sostén de la Sala y la persona que aterrizaba los proyectos, sobre tal o cual película exhibir. Fueron muchos los festivales de cine cuando era inaudito pensar en una semana de cine cubano, ruso o escandinavo. La Sala fue sitio obligado para ver buen cine y eso a Nico le fascinaba.

Dio una gran pelea por la eliminación de la censura previa cuando fue censurada la exhibición de la cinta La última tentación de Cristo , que lo llevó a sostener un juicio que duró 10 años junto con el gran abogado Fernando Guier; al final, lo ganó y por fin pudo exhibir la película, todo por un asunto de principios.

Nico era sir Nicholas Baker, nombrado así por la reina Isabel II, quien le concedió el título en reconocimiento por sus trabajos y acciones en el exterior del Reino Unido, distinción que lo hizo sentir muy orgulloso y a sus más allegados también.

Nico asistió a dicha audiencia con la reina vestido de manera impecable y con sus inolvidables medias rojas –día a día usaba un par de ese color–.

Nico lo celebró muchísimo; incluso, organizó una actividad en el Teatro Laurence Olivier con muchos de sus amigos para proyectar el video de cuando recibió la condecoración.

Fútbol, caballos y perros

Nuestras jornadas de trabajo se extendían al finalizar la tarde en el Pub Shakespeare, donde continuábamos nuestras conversaciones y nos encontrábamos con sus otros grandes amigos Domingo Gómez y Gerardo Porras, su compañero en otros negocios. Junto con Gerardo, por muchos años, mantuvimos la rutina de ir a caminar al mediodía a La Sabana, una hora de ejercicio que permitía conversar acerca de muchos temas.

Como jefe, socio y patrón siempre fue comprensivo, se interesaba en conocer la situación personal y familiar de sus allegados y sus colaboradores, lo cual favorecía la confianza y la cercanía.

Otro de sus grandes intereses fue el fútbol. Pasamos muchas horas juntos viendo partidos, en especial las grandes citas, como los campeonatos mundiales y los campeonatos de Europa. Los partidos más importantes de las ligas europeas había que meterlos en la agenda de la oficina porque no se podían dejar de ver. Y Nico pasaba siempre con la esperanza de ver coronarse campeón a Inglaterra o ver triunfar a los equipos ingleses.

No se perdía las carreras de caballos; las seguía por TV y por la prensa. Era un gran conocedor porque fue jockey cuando joven.

Le fascinaban los perros, principalmente los Fox Terrier pelo de alambre. Su consentida era Betty, aunque fueron muchos los perros que Nico cuidó y albergó en su hermoso hogar en Barva, una casa antiquísima, llena de detalles, grandes bibliotecas y obras de artistas plásticos costarricenses; allí se pasaban muy buenos momentos.

Llegar a la casa de Nico a una carne asada o un almuerzo significaba compartir con todos los perros de diferentes tamaños y razas, algunos rescatados de historias de abandono.

Todas estas facetas e intereses ayudan a describir a Nico. En realidad, lo que más rescato de él fue haber sido un gran maestro, que siempre se preocupó por enseñar. Nico fue eso: mi maestro.

*El autor es empresario artístico y embajador de Costa Rica en Uruguay