Fred Herrera cuenta, canta y pinta con el cuerpo

Tras descubrir el butoh , el artista tico radicado en Francia se apartó del arte del mimo, que formaba el corazón de su carrera; hoy, promueve una mezcla de artes en un tono único

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El arte japonés del kintsugi consiste en reparar la cerámica quebrada con resina, a veces mezclada con polvo de oro o plata. No se trata de ocultar las grietas, sino de resaltarlas: así, las fracturas y la historia del objeto se vuelven parte de él, clave para su apreciación. En cierto modo, eso hace Fred Herrera con su cuerpo.

Durante el último mes, el artista costarricense radicado en Francia estuvo aquí presentando un espectáculo, Odisea corporal , que podría representar un punto de giro en su carrera. En la primera sección muestra Los ladrones de la perla (1989), una obra de pantomima en el sentido clásico; en la segunda, Gigante de sal , su primera pieza creada en la disciplina japonesa del butoh .

Así, en hora y media, Herrera reúne pasado y presente en algo nuevo. Reconocido como mimo en Francia, al llegar a los 50, hace cinco años, lo aquejaba el desgaste del cuerpo lógico en un artista cuya herramienta es el cuerpo. En una fiesta, le contaron de un taller de butoh . Tras tres décadas de ser mimo, aprendió de nuevo su oficio de artista.

Vivo. Formado a partir de 1984 por el maestro del mimo Marcel Marceau , estaba acostumbrado a la precisión y a la regularidad. El butoh , la “danza de la oscuridad”, fue creado en 1950 por los japoneses Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata como una mezcla de técnicas de danza y teatro que respondiese al dolor infligido por la guerra.

El butoh se compone de movimientos lentos, expresiones exacerbadas y la versatilidad del cuerpo. Herrera empezó a formarse en un taller con el hijo de Ohno, Yoshito, y el artista de butoh Shigeya Mori, en París.

Mori invitó a Herrera a Japón para participar en una obra inspirada en la catástrofe de Fukushima, donde un tsunami devastó una planta nuclear en el 2011.

Dos años después, Herrera se atrevió con su primer trabajo en esta disciplina.

En un número de butoh , como esa pieza del 2013 ( Gigante de sal) , el cuerpo del artista se deforma, contorsiona, quiebra y expande mediante gestos que pueden parecer agresivos o grotescos.

Conforme se dilucida la emoción de la danza, el espectador se reúne con el artista en un ritual de aproximación al cuerpo.

El butoh es morir para renacer. “Está muy vinculado con la enfermedad y la muerte, con morir y renacer –no es algo necrofílico–. Para refrescarse, hay que aceptar morir a ciertas cosas: dejar ir máscaras, estructuras, vínculos sociales, y atreverse a comenzar de nuevo”, explica.

Eso fue lo que hizo: asumir su edad, aprovechar su maduración y fluir con ella. “Explorar el cuerpo es ahondar en las fuentes de la energía, de la salud, y es alrededor de ese misterio que estamos dando vueltas”.

“Aunque me duela algo en el espectáculo, puedo incorporarle ese dolor a la coreografía... Pienso que es la esencia del butoh : cómo usar la respiración para ir dándole vuelta a los dolores, a lo que nos traba, hasta expulsarlas, y volver a descubrir la flexibilidad, la juventud”, considera.

Gigante de sal parte de esa concepción. Se nutre de la mitología japonesa para explorar la fragilidad de lo humano y lo pasajero de la existencia. “Aceptar los ciclos de vida y muerte es aceptar también que las cosas pueden destruirse y que hay que tener un desapego. Todo es transitorio; todo lo podemos perder. Debemos aceptar que, así como individualmente pasamos, la civilización a la cual pertenecemos también puede pasar”, asegura el artista.

Veta abierta. En la zona industrial de Calle Blancos, la Bodega Alkimia, de Herrera, florece con un espacio escénico, un pequeño jardín japonés y troncos suspendidos del techo. Allí, Herrera puede jugar con una materia que, para él, representa su arte: la arcilla con la cual se cubre el cuerpo durante el acto.

“En el butoh , como una metáfora del tiempo, estoy descomponiéndome conforme la obra transita. Si quiero rehacerme, debo bañarme en barro dentro del contexto mismo de la obra”, señala.

La diferencia con el maquillaje blanco cuidadosamente aplicado de la pantomima es obvia. Como mimo, si el sudor corre la pintura blanca, es un error. Por el contrario, si en el butoh se agrieta la arcilla, enfatiza su carácter de materia “viva” para Herrera: su hermosura es la vitalidad.

En Odisea corporal , reconecta dos vertientes de su arte para reencontrarse con el mimo, tras cinco años de formarse en su hallazgo japonés. “Lo que el mimo tiene de hermoso es que es muy comprensible, bello e ingenioso. Está lleno de trucos, de códigos”.

Como un juego de charadas, el mimo articula en silencio un cuento. “En la mente del espectador hay un proceso de interpretación que va componiendo la historia”, explica.

Por ello, impartirá un taller denominado Del cuento al canto ; es decir, de lo lineal a lo abierto, de lo enunciado a lo sugerido. El proceso es parte del Festival de Danza Butoh Costa Rica , proyecto de cinco meses financiado con fondos de Iberescena.

En Bodega Alkimia , compartió el taller El Paraíso con 40 personas y surgieron otras coreografías. El reto para Herrera es dar forma a Huellas del alma , su segundo espectáculo de butoh .

Otro proyecto es pasar más meses al año en su patria: “Mi ideal es vivir como los pájaros: en el verano, en Europa, y cuando allá es invierno, en Costa Rica”.

También explora el butoh con caballos en Francia (“Pienso que esto es una puerta que dentro de unos años podría abrirse a espectáculos increíblemente hermosos”, comenta).

En una interpretación reciente de Gigante de sal , Herrera se lanzó al suelo para cubrirse de pintura azul y roja. De pie, se abalanzó contra una tela blanca colgada al fondo del escenario. Se golpeó contra ella y su cuerpo imprimió el color. La metáfora es clara: el cuerpo como material de creación, su rastro material preservado en la tela.

“El butoh es maravilloso porque es como un canto. Es un cuerpo que simplemente se abre”, considera el artista.

El público, como en trance por el dolor aparente, mantiene la mirada en el cuerpo semidesnudo. Frágil, transitorio, maleable: la herramienta de Fred Herrera posee una fuerza telúrica. En la butaca, el espectador se estremece; quizá algo cambie en él también.

Este año, Fred Herrera lanzó la propuesta del Festival Iberoamericano Danza Butoh Costa Rica. Aparte de las presentaciones (que continuarán en los próximos meses), vendrán al país expertos en esta disciplina de Latinoamérica. Herrera ofrecerá un taller de mimo y butoh llamado Del cuento al canto . Está abierto a cualquier interesado y se realizará del 13 de abril al 9 de mayo. Si usted desea inscribirse en el taller, puede escribir a danzabutohcostarica@gmail.com.