Fotografía del ‘No-Lugar’

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Capturé estas fotografías con una cámara mecánica en negativo blanco y negro de 35 mm. La escena es parte de la serie No-Lugar, espacio de confluencia anónima, que realicé en el metro de la ciudad de México en 2013 en complicidad con Expósito Foto y Colectivo Nómada. Este díptico corresponde a la tradición de la fotografía documental directa: no emplea modelos ni puestas en escena; las escenas y los modelos son tomados de la realidad misma.

Sin embargo, a diferencia de series similares –como las de Francisco Mata Rosas y Elsa Medina–, No-Lugar posee un giro notablemente subjetivo y un lenguaje cinematográfico: de allí que considere que el estilo de estas fotografías pertenezca al género de “documental subjetivo”, llamado así por el cineasta Chris Marker.

El resultado de estas imágenes y de todo el ensayo fotográfico es –en palabras del filósofo Adolfo Sánchez Vázquez– el producto de un proceso dialéctico de praxis creadora; es decir, de una constante objetivación de una idea preconcebida: un ir y venir entre la idea y la realidad para que la idea se vaya moldeando a las exigencias de lo real.

El dinamismo y el movimiento característicos del metro fueron lo que quise expresar en primera instancia, además de un espacio público de confluencia anónima y de un espacio de tránsito testigo de la rutina y el automatismo. El problema es que la fotografía es precisamente la antítesis del movimiento. La fotografía es lo estático por excelencia; cristaliza un instante de la realidad.

Las primeras fotografías que obtuve eran demasiado fijas para la estética y la idea a la cual yo quería abonar. Así, debí modificar la técnica para crear el efecto de dinamismo que contribuyese a mi idea. Recurrí a lo que en fotografía se llama “barrido”: bajar el tiempo de obturación de la cámara para obtener un efecto trepidatorio de movimiento.

El emplear jornadas dentro del metro con mi cámara, viajando sin rumbo, buscando ese “kairós” –momento oportuno fugaz–, siguiendo a algún sujeto interesante, perdiéndome entre los tumultos y llegando a los confines del metro, fue una experiencia psicológica interesante, pero abrumadora.

Esa experiencia abrumadora me hizo entrar en “trance”, el estado emocional necesario para sintonizar con ese flujo caótico de energía y para percibir esa “mónada mesiánica” que cristaliza al oprimir el obturador. En estas fotografías pueden observarse el anonimato, el carácter frío e impersonal de los espacios de transito, la rutina, el automatismo, la soledad. En palabras de Bolívar Echeverría, esta fotografía quiere expresar la pasividad de ese espacio-tiempo de continuidad absoluta.

Mi obra se ve influida por diversas vetas: no únicamente del ámbito de la fotografía, como podrían ser Robert Frank y Josef Koudelka, sino también del cine, como Wim Wenders y Chris Marker; de la filosofía, como Jürgen Habermas y Bolívar Echeverría, e incluso de la música, como Ígor Stravinski, Béla Bartók y Dimitri Shostakóvich. Todos ellos se ocuparon del tema fundamental de mis preocupaciones creativas y reflexivas: la modernidad reciente y sus múltiples manifestaciones.

Claudio Valle Hernández.

layo86@gmail.com