FIA mantuvo prendido el arte incluso bajo la lluvia

Presentaciones de danza, música, circo y teatro continuaron en las sedes de la plaza de la Cultura, el parque Central y el parque Nacional

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Este viernes, el primer azote del agua atrasó la presentación del venezolano David Zambrano pero no la detuvo. Pese a las lluvias, el Festival Internacional de las Artes (FIA 2017) continuó la programación de sus espectáculos al aire libre.

A las 2:15 p. m., la coreografía Passing Through de Zambrano inició un trabajo grupal de contacto con 47 bailarines en la plaza de la Cultura. Los intérpretes fueron ticos y europeos, todos miembros de un taller de improvisación en el Taller de la Danza como parte del festival.

Aunque la intensidad del aguacero bajó para el momento en que comenzaron a bailar, la lluvia se agravó hacia al final de la coreografía. Indiferentes al clima, los 48 artistas siguieron bailando mientras el público abría sombrillas o improvisaba refugios con los gorros de los abrigos.

La voz de Zambrano detuvo el frenesí del baile con un “¡Stop!” El coreógrafo despidió al público con las manos y un poncho pintado a mano en el que escribió la consigna “No más dictadura en Venezuela”.

Disperso el público, los bailarines continuaron bailando, en solitario, bajo lo peor del aguacero.

Sin pasacalles, pero con música

Ni la lluvia, ni los instrumentos extraviados ni un músico herido frenaron la alegría de los franceses Gypsy Pigs. A las 3:30 p. m., cuando subieron al quiosco del parque Central, el público eran menos de veinte personas y la mayoría eran peatones que querían guarecerse de la intemperie.

El clima suspendió el pasacalles que planeaba llegar a la plazoleta de La Soledad, pero los franceses optaron por tocar para el público que comenzó a llegar al quiosco.

Con un español básico, la barrera del idioma al comienzo confundió a quienes los rodeaban. Entre las frases más comprensibles que dijeron estuvo una felicitación a un espectador por su bigote y la explicación por los instrumentos que faltaban en las manos de algunos de sus miembros: “No sabemos en qué aeropuerto están: París, Panamá o Caracas”, dijo el conductor.

En el público, hubo quien los confundió con artistas alemanes. Pero, pronto, el idioma dejó de ser una preocupación porque, con mímica, dieron claras instrucciones de saltar al ritmo de la música.

En 1998, la pequeña orquesta fue declarada como patrimonio mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Su gran fortaleza es el contacto con el público: los franceses tocan música bailable y, como parte del show, sacan a moverse hasta a los más tímidos.

Ese fue el caso de Marisol Gamboa, de 45 años, y su hija Carolina Barboza, de 22, quienes viajaron para ver a los Gypsy Pigs desde Coronado.

“Queríamos ver el pasacalles. No hubo pero estuvo genial”, aseguró Gamboa. “Me gustó la música, el ritmo y la alegría que le ponen".

“También lo teatral”, añadió Barboza y aseguró que el idioma francés “lo hizo más divertido”.

El pasacalles Sin hocico ni trompeta se repetirá este sábado 8 de julio al mediodía, en la plaza de la Cultura. El punto de llegada será el restaurante Chelles en la avenida central. Después, a las 3.30 p. m. saldrá del parque Central y hasta la plazoleta de La Soledad.

Acrobacia literaria

El acto que cerró la programación de la tarde del viernes fue presentado en la plaza de la Cultura.

Esperando una llovizna fina, el espectáculo de contorsionismo Irrakurriz comenzó 20 minutos después de lo programado. Los productores acomodaron a la gente alrededor de una pequeña tarima techada. Dentro de ella había un mueble y decenas de libros desperdigados por el piso.

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La española Shakti Olaizola no entró al escenario; por el contrario, comenzó por insinuar sus manos y sus pies por entre los cajones del mueble. Cuando finalmente salió de allí, la contorsionista se movió de espaldas con un libro entre los dientes.

Con semejante ingreso, la dificultad de los movimientos de Olaizola se aceleró: siempre con un libro en la mano, bajo los pies o a sus espaldas, la artista comenzó a retorcerse en el escenario fingiendo posturas imposibles para cualquier otro lector.

“Con tanto libro tiene su complejidad técnica. Sobre todo en las primeras funciones había momentos más complicados. Desde hace unas cuantas actuaciones puedo decir que lo disfruto un montón porque ya no tengo que pensar en qué tengo que hacer”, explicó Olaizola después de cerrar la función y tomarse fotos con los asistentes del espectáculo. “El teatro y el circo son idiomas universales”, añadió.

Esta es la primera vez que el montaje se presenta en Centroamérica. Según dijo la artista, estrenó su obra en País Vasco en el 2014 y, después de eso, ha girado por varios países en Europa y, en América, en Colombia y Ecuador.

Este sábado, Irakurriz tendrá una segunda y última función en el parque Central, a la 1 p. m.