Fanny Mendelssohn: un hontanar de música

Nueva semblanza. Después de Hildegard von Bingen, Cécile Chaminade y Clara Wieck, seguimos con nuestra serie dedicada a mujeres compositoras con la talentosísima Fanny Mendelssohn

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Jacques Sagot / jacqsagot@gmail.com

Fanny y Félix fueron dos de los cuatro vástagos de Abraham Mendelssohn, banquero y filántropo judío inimaginablemente rico, hijo a su vez del célebre filósofo Moses Mendelssohn.

Cuando Félix era ya reconocido como un cometa en el firmamento musical alemán, Abraham comentó con humor y algo de tristeza: “primero fui conocido como “el hijo de mi famoso padre”. Ahora soy designado “el padre de mi famoso hijo”… tal parece que yo nunca hice nada importante en el mundo”. Pero se equivocaba: educó y orientó a Félix Mendelssohn, una de las cimas musicales de esa vasta cadena montañosa cuyos otros picos son Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Bruckner, Brahms y Mahler: el linaje de los grandes sinfonistas alemanes.

En medio de esta portentosa cordillera, se estruja un valle fragante y florido: Fanny Mendelssohn, conocida como Fanny Hensel, después de su matrimonio con el pintor Wilhelm Hensel. Pero la estirpe del talento no termina ahí: Fanny es la abuela de dos figuras eminentes: el filósofo Paul Hensel y el matemático Kurt Hensel. Fanny abjuró de su fe judía, y como Félix, adoptó el protestantismo.

Tuvo el infortunio de vivir en el seno de una familia archiconservadora, producto ella misma de una sociedad aberrantemente patriarcal. “Puedo concebir que Félix se dedique profesionalmente a la música, pero para ti, Fanny, la música solo puede ser un ornamento. No es un oficio para una muchacha de tu abolengo”, sentenció el papá, cuando Fanny comenzó a componer.

¡Y atención: aun para el gran Félix, la música era considerada como una opción profesional menos que idónea!

Destinos paralelos

Fanny Cacilie Mendelssohn (atención a la presencia de Cecilia, santa patrona de los músicos) nació el 14 de noviembre de 1805 en Hamburgo.

Era la primogénita de cuatro hermanos, y le llevaba a Félix tres años. Fue criada en la más rancia exquisitez: clases de piano, canto, composición, latín, griego, esgrima, equitación, dibujo, historia y filosofía. Después de casarse con Hensel –quien trabajaba para el Imperio Prusiano– se instaló en Berlín, donde fundó un “salón”, ámbito social y cultural que ella regentaba y animaba, y donde solían ir Liszt, Schumann, y Clara Wieck, entre otros meteoros del romanticismo temprano.

Su esposo supo estimular su vocación de creadora. Siendo pintor, ilustraba con frecuencia sus partituras.

Fanny compuso copiosas colecciones de lieder (canciones), música para piano y obras de cámara, que publicaba bajo el nombre de Félix Mendelssohn, su hermano. Y aquí debemos detenernos. Detenernos, sí, porque el amor bien merece una pausa. Fanny y Félix se adoraban. Era el suyo un amor verdaderamente trascendental. Jamás la siniestra sombra de la competitividad, jamás una disonancia entre estos dos inmensos músicos, jamás un gesto que no fuera la expresión de la más profunda devoción mutua.

Félix era apenas capaz de tomar una decisión sin consultarla con Fanny, y Fanny aplaudía los éxitos de su genial hermano, que recorría Europa saludado como uno de los grandes músicos de su época. Antes que presentárselas al público, Félix y Fanny se mostraban uno al otro sus composiciones: si sus criterios no eran unánimemente positivos, la pieza era destruida.

Félix se instalaría en Leipzig, para hacerse cargo de la asociación musical burguesa más vieja de Alemania: la Orquesta de la Gewandhaus (“Casa del Lino”), que bajo su batuta alcanzó pináculos de excelencia inéditos.

La Reina Victoria I de Inglaterra convocó a Félix al Palacio de Buckingham para condecorarlo por una canción llamada Italien … y entonces se produjo un hecho sonrojante: el pobre Félix tuvo que admitir que la pieza era de Fanny, y la distinción le fue conferida a nuestra compositora.

Si Félix no le prestaba el nombre a su hermana, su música jamás habría sido conocida, nunca habría salido del ámbito doméstico. Hemos de felicitar a Félix por su anuencia a jugar este juego atroz, sí, pero indispensable para una mujer compositora en aquel momento.

Avalanchas de música

Fanny fue una niña prodigio. A los 14 años interpretó de memoria los 48 preludios y fugas de El Clave bien Temperado , de Bach, con ocasión del aniversario de su padre. Moses agradeció el gesto, pero agregó: “Esto está muy bien, hija, pero recuerda que la música debe ser una parte privada de tu vida, nunca una actividad pública”. Félix era también un niño prodigio –junto a Mozart, el más fenomenal de que se guarde memoria–.

Fanny nos legó 466 obras: muchas no han sido aun editadas, interpretadas ni grabadas. La mayoría son piezas pianísticas reminiscentes de las Canciones sin palabras de su hermano (¿habrá sido ella la creadora del género?), pero también hay un Trío tan bello como cualquier cosa que haya jamás sido escrita, y una Sonata de Pascua para piano , que dormitó extraviada en una biblioteca parisina hasta ser descubierta en 1970.

El nombre del autor (F. Mendelssohnn) levantó dudas: ¿se referiría a Félix o a Fanny? Algunos musicólogos dieron prueba de su nula comprensión al declararla “demasiado apasionada, violenta y agresiva como para haber sido compuesta por una mujer”. Así pues, la obra se le atribuyó a Félix. Hoy en día sabemos, con absoluta certeza, que la Sonata de Pascua es una de las obras maestras de Fanny.

Las oscuras acechanzas de la segadora

El 14 de mayo de 1847 se extingue Fanny, a los 41 años. Estaba tocando al piano una obra de su hermano – La noche de Walpurgis – cuando se desplomó, víctima de un derrame cerebral. Félix no pudo digerir el golpe. Menos de seis meses más tarde, moría de la misma afección (era una condición genética: todos sus ancestros habían muerto de accidentes cerebrovasculares).

Félix dedicó a Fanny algunas de sus más bellas canciones, y un cuarteto de cuerdas que desmiente su inexacta imagen de compositor de música “optimista” y “luminosa”. Pocas veces ha sido el dolor expresado de manera más lacerante que en este último cuarteto de Félix.

La música de Fanny es generosamente melódica, vivaz, lírica, y capaz también de sus arrestos de “furia divina”. No debemos privarnos de ella.

Mi recomendación es comenzar por su Trío para piano, violín y chelo , luego su Sonata de Pascua , finalmente sus canciones y miniaturas pianísticas.

Bella música, bello corazón, bella vida. El mundo comienza apenas a justipreciarla, pero no lo olvide: el mundo es también usted, yo, todos aquellos que hacemos de la música un acto de comunión en la belleza.