Esfuerzos que llevan buen rumbo

Metáfora vital. Orinoco es un texto recurrente en el teatro costarricense.

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Emilio Carballido (México, 1925 – 2008) edificó uno de los universos dramatúrgicos más extensos y entrañables de nuestro tiempo. Su carrera se extendió por seis décadas en las que además incursionó en la narrativa y el ensayo pedagógico. Su obra presenta temas recurrentes como la corrupción, la injusticia y las carencias materiales y afectivas que enfrentamos a lo largo de nuestras vidas.

Orinoco ha sido un título recurrente en las carteleras del país. Los montajes dirigidos por Jaime Hernández en 1987 –con Eugenia Fuscaldo y Eugenia Chaverri– y 2001 –con Nerina Carmona y Fedra Rodríguez– han posicionado el texto en un sitial destacado de las tablas nacionales.

A bordo del Stella Maris , Mina y Fifí navegan el río Orinoco hacia un campamento petrolero en el que se les ha prometido trabajo como vedetes. Sus esperanzas de alcanzar el estrellato se mezclan con el temor de descubrir que su barco avanza a la deriva. Un motín parece ser causa de la desaparición de los marineros a cargo.

En esta versión, Mina y Fifí son dos drag queens antagónicas: la primera es pesimista y pragmática; la segunda es alegre e ilusa. La propuesta de la directora no desentona con el libreto, pero tampoco lo lleva a un límite que dispare lecturas sustancialmente novedosas. Las pocas referencias a la naturaleza de los personajes están dadas por los comentarios despectivos que ellos mismos hacen de su estilo de vida.

Al margen de esta observación, la relectura de Toruño es satisfactoria. El desempeño de los actores –en permanente oposición de corporalidades y ritmos– construye una fábula verosímil, capaz de poner en el debate la maldad de una sociedad perversa que deja a la deriva a sus más débiles.

En su sentido profundo, la puesta se constituye en metáfora de una existencia amenazada por los embates de lo fortuito. El espectáculo expresa esa visión en todas sus capas. Inclusive, en los tres llamados previos al inicio de función, el tono festivo del locutor anticipa el disfrute de una velada de altos vuelos, pero la realidad de Mina y Fifí es tan incierta como el río cuyos márgenes no alcanzan a divisar. La fortuna siempre cambiante es el leitmotiv de la trama.

La plástica escénica delimita con eficacia el universo ficcional de los personajes. Redes, aparejos y un timón enclavado en la zona de butacas no solo materializan al Stella Maris . También configuran un escenario de mala muerte en el que las aspirantes a estrellas cantan, bailan y se declaran un amor rebosante de honestidad. El diseño de iluminación apoya las transformaciones del espacio y enmarca el variante estado emocional de las mujeres.

Hacia el final de la obra, Mina y Fifí siguen a la deriva en ese río de desengaños. Entienden que la vida es así. A pesar de esto, la esperanza de un futuro mejor se resiste a morir. ¡Ellas mismas se resisten a morir! La riqueza de estos personajes radica en su capacidad para encontrar –en medio del abandono– una ilusión amparada a la empatía, la solidaridad y el más puro y duro optimismo.

Con Medusa (2013) –también de Carballido– Mara Toruño había evidenciado su gusto por resguardar la integridad del texto, sin dejar de explorar nuevas posibilidades plásticas o temáticas. En su actitud subyace la noción de la dramaturgia como un sistema abierto, inacabado y susceptible de compaginar con renovados enfoques de puesta en escena. Así lo demostró en esta versión de Orinoco , la cual nos anuncia –parafraseando a Fifí– que los esfuerzos de la joven directora llevan rumbo.

Ficha técnica

Orinoco

Dirección: Mara Toruño

Dramaturgia: Emilio Carballido

Elenco: José Pablo Umaña (Mina), Gabriel Romero (Fifí)

Escenografía: Fernando Castro y Mara Toruño

Vestuario: Rolando Trejos

Iluminación:Leonardo Torres

Música: Allan Hernández

Espacio: Teatro Vargas Calvo

Fundación: 31 de mayo de 2015