El español Sergi Torres asegura que el concepto clave de sus talleres de desarrollo personal es el autoconocimiento.
“Todos tenemos miedo esencial de no saber quiénes somos ni por qué estamos vivos. A ese miedo le huimos”, explica.
A sus 40 años y como autor de dos libros de desarrollo personal –Un puente a la realidad: el secreto de los milagros por fin revelado y Saltar al vacío–, Torres ofrecerá la conferencia Sin miedo a vivir este jueves a las 7:30 p. m. en el Teatro El Triciclo (en Escazú). El costo de participación es de ¢15.000.
¿Cuál es el contenido de una de sus charlas?
Son un acompañamiento a personas que se han dado cuenta de que hay algo más aparte de lo que nosotros vivimos. Son una invitación a indagar qué hay más allá de nuestras creencias y establecimientos.
¿Qué hay más allá de eso?
Una de las percepciones que se abren cuando empiezas a indagar es que hay otra forma de ver que no implican ni los ojos ni el cerebro, sino que implica la presencia y la conciencia. No estamos acostumbrados a vernos desde esa parte esencial, por eso competimos entre nosotros e intentamos que el otro nos haga feliz. Ese tipo de conflictos no serían necesarios si viviéramos desde la presencia. Por ejemplo, surge la conciencia de la unidad: el saber de que eres todo lo que ves. Desde nuestras creencias y establecimiento social es muy difícil emerger a esa conciencia porque estamos diseñados a competir y ser el mejor a costa de los demás. Para mí es elemental darse cuenta que la vida tal y como la vivimos no tiene sentido.
¿Cuándo se dio cuenta usted?
Cuando yo era muy pequeño, de 3 a 9 años, me preguntaba muchas cosas. Tenía la sensación muy fuerte que lo que para todo mundo era la vida, para mí era una forma de vivir. A los 21 años, todo lo que aprendí resurgió de forma espontánea y todo lo que había establecido se vino abajo y empiezo a tener experiencias de esta conciencia. Miraba a mi alrededor y me veía a mí mismo.
¿Cómo se convierte una realización personal en una consigna pública?
Es una paradoja, no es algo que se pueda enseñar. En el momento que le pones palabras le estás dando una forma. Sin embargo, me siento llamado por la vida, la gente empieza a invitarme a dar charlas. Yo nunca me he promovido. Lo único que hacemos es anunciar la charla, pero nunca hay una promoción detrás porque para mí no tiene sentido.