Entre tragedia y comedia, el crepúsculo siempre llega

Historia y fantasía. El drama A la hora del crepúsculo viaja a un pasado del que poco hablamos

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De la misma forma en que Aureliano Buendía habría de recordar hasta su muerte los barcos encaramados en la cresta de los árboles junto al río que lo llevó a Macondo (tal y como los ve también Lope de Aguirre en la película de Herzog ), la imagen primera de donde surge A la hora del crepúsculo está cargada de magia y ambigüedad: un viejo yate de recreo abandonado en lo profundo de un cafetal…

Aunque jamás lo vi, tan pronto me contaron de él, la imagen me sobrecogió, y más todavía cuando averigüé algo acerca de quien fue su propietario, un descendiente de las élites políticas costarricenses del siglo pasado, perdido ya entonces en un viaje sin retorno a la demencia senil.

Joaquín, el protagonista de este drama, se encara aquí con un doble ocaso: el suyo como individuo y el de una época remota cuyo último vestigio es él, sombra viviente. Hijo de un exdictador costarricense muerto décadas atrás en su exilio francés, Joaquín vive sus años postreros extraviado en una plácida locura. Como suele suceder, es el azar, la Fortuna, lo que lo arranca de su demencia providencial para obligarlo a encarar sus miserias y fracasos…

Un antihéroe. Con feroz lucidez, Joaquín habrá de asumir, en particular, su fracaso para vindicar la memoria de su padre; es decir, para vindicar su apellido, infamado por el estigma de haber protagonizado la última dictadura reconocida como tal en el país.

A partir de este descubrimiento –de este reconocimiento o anagnórisis , como la llama Aristóteles –, Joaquín comprenderá que “uno no puede deberle algo a aquellos a quienes desprecia”, y recuperará por un instante su libertad. Podrá decidir entonces qué hacer con su vida, con lo que le queda de ella; pero el gesto de grandeza redentora no ha de llegar pues Joaquín solo puede ser fiel a sí mismo, un antihéroe patético, tierno, lúcido y ridículo.

Tal es, en líneas generales, el argumento de A la hora del crepúsculo, la obra que, bajo la dirección de María Bonilla, se estrenará el próximo jueves 30 como parte de las celebraciones del 65.° aniversario del Teatro Universitario de la UCR.

El argumento es una suma de hechos e invenciones, de mentiras a medias y verdades a tercios… Esta es la naturaleza del arte, que transforma la ficción en historia, pero también la historia en ficción, con el fin de ofrecernos una imagen más completa de lo real pues, como afirma T. S. Eliot, “lo que ha sido y lo que no ha sido, apuntan a un solo fin”; es decir, lo que pudo ser y lo que efectivamente fue o es, son complementarios de cara a ofrecernos una imagen de la realidad humana.

Poder y traición. A la hora del crepúsculo dista de ser una obra histórica, pero tiene un pie anclado en la Historia: pretende ofrecer una imagen de una época pasada, pero se asoma a ella por la mirada turbia de un viejo senil, quien, sin embargo, en algún momento sufre un acceso de lucidez.

La imagen del pasado que se dibuja en la evocación delirante del protagonista, reviste aspectos hilarantes, de la misma forma en que es probable que algunas obsesiones de las élites de hoy –como la del lenguaje políticamente correcto, por ejemplo–, resulten ridículas e hilarantes en el futuro. Sin embargo, A la hora del crepúsculo no especula con lo que será, se circunscribe a lo que fue o, más bien, a lo que pudo haber sido. Aunque por momentos adopte el tono de una tragicomedia, A la hora del crepúsculo es un drama sobre el poder, la traición y la venganza; al menos, así lo entiendo yo.

Acaso, de la misma forma en que “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”, un vengador que traiciona su propósito y fracasa en su cometido también merezca nuestra indulgencia, sobre todo si además tiene el valor de reconocer su fracaso. Corresponde a los espectadores juzgarlo.

Más tarde o más temprano, el crepúsculo llega. Esta es una verdad cosmológica, pero también biográfica e histórica.

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Este jueves 30 de abril se estrenará el drama A la hora del crepúsculo, de Rodrigo Soto, para celebrar los 65 años del Teatro Universitario. Las funciones serán de jueves a sábado a las 8 p. m. (los domingos a las 5 p. m.) en la sala del Teatro Universitario (calle de la Amargura), en San Pedro de Montes de Oca. Teléfono 2511-6722. Facebook: Teatro Universitario