En el Peje, el arte fue puro amor

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Keitin Mora Rodríguez, de siete años de edad, y doña Ana Rojas, de 79, tienen un hecho en común. En sus vidas, corta o larga como un camino, ninguna había estado cara a cara frente a un títere, clown ni malabarista.

Lo nunca visto ya no está más en sus listas de pendientes. Por primera vez, ellas, como varias decenas más de habitantes de El Peje, vieron que el arte a veces agarra por buen camino; en su caso por el camino viejo entre Turrialba y Siquirres.

En el marco del IX Festival Nacional de las Artes (FNA) 2011 le tocó a esa comunidad del distrito de Germania, cantón de Siquirres, ver cómo llegaron en una microbús bien coloreteada tres artistas argentinos: Luis Olguín (Títeres El Gorrión), Alejandro Ciancuamanni (Cincomanos Circo) y Jorge Solís (Monoclown).

La Escuela Central El Peje, a unos 30 minutos de Siquirres y que acoge a 105 niños de un poblado de 480 habitantes, estaba atenta a la carretera que transitan chapulines y furgones.

¡Acción! Se extraviaron entre las rutas de lastre y los poblados, pero finalmente llegaron n los artistas con su espectáculo de Títereclown, que forma parte del ala Por el camino de los títeres del Festival Viajero del FNA.

Cobijados por la sombra de un frondoso árbol de aguacate, pasada las 11 a. m., una música de acordeones envolvió el ambiente, y el círculo de pequeños estudiantes de El Peje vieron a los títeres armar la historia de La calle de los fantasmas.

El sol picaba, pero los pequeños lo ignoraban; algunos usaron sombrillas para evitar que les diera mordiscos en la mollera, pero hubo otros que se la tiraron sin protección.

Reían, gritaban junto al titiretero Olguín y sus ojos se abrieron con asombro cuando Cincomanos salió a hacer malabares y más aún cuando este, casi al final, se montó en su monociclo para hacer piruetas.

Con el Monoclown, gozaron a mares. Fueron los mismos niños los protagonistas de sus historias. Así, Jean Franco Méndez hizo del intrépido lanzador de cuchillos Julio Roberto, y Kimberly Espinoza encarnó a Dorita, su asistente. Reían sus compañeros al verlos en aquellos papeles.

El final fue enternecedor. Apareció Monoclown en unos zancos todito vestido de blanco y haciendo las veces de “El hombre más largo del mundo” se llevó a los niños al centro de la plaza de la escuela y armaron una gran ronda que se movía al ritmo de sus carcajadas.