El sueño de un mundo sin muros: la mirada de Carlos Sandoval a la crisis migratoria

Comprender y atender las migraciones masivas de Centroamérica es misión urgente para el connotado investigador de la UCR

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El prometido nuevo muro en la frontera estadounidense no ha empezado a construirse pero, al menos en los discursos políticos, cada día parece sumarse un ladrillo.

Esta es una época difícil para los soñadores; especialmente, para aquellos cuya esperanza yace en otra tierra, en un hogar que les permita trabajar y vivir en paz. Carlos Sandoval García , investigador de la Universidad de Costa Rica, conoció a varios de ellos el año pasado, filmando el documental Casa en tierra ajena (se preestrenará el 15 de marzo en Ciencias Sociales, UCR; el estreno oficial será el 30 de marzo en el Cine Magaly).

En el convulso y peligroso tránsito entre Centroamérica y Estados Unidos, conoció a un hombre cuya bicicleta le servía de pasaporte: como ciclista, parecía uno más de la comunidad, y nadie lo detendría pensando que era migrante irregular.

En bicicleta, es cierto, todos nos vemos iguales pero, en años recientes, las diferencias entre nacionalidades (reales e imaginarias) han sacudido la política internacional y, ahora, las batallas de las próximas elecciones en Costa Rica.

Agitación

Para Sandoval, uno de los más prominentes investigadores de migraciones en la región, no es una sorpresa. Con sus estudios sobre migrantes nicaragüenses en Costa Rica, ha brindado una de las visiones más lúcidas del fenómeno migratorio, que estudia desde los años 90.

Sandoval, nacido en 1964, trabaja en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UCR y desde 1986 se ha desempeñado como profesor e investigador en la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva, donde se formó como periodista (“Mi gran ilusión es trabajar la comunicación como posibilidad de diálogo y escucha”). Este año, fue designado Catedrático Humboldt de la UCR, y dedicará su estudio a las migraciones.

A las puertas de una campaña política en la cual chispazos xenofóbicos y antimigrantes ya encendieron la mecha, ¿cómo explicamos que se discuta el tema con tanta ligereza en Costa Rica? Primero, los medios “muy grises”, con aporte débil en información sobre grandes acontecimientos internacionales.

“Tenemos una visión muy achatada del mundo contemporáneo. Con justa razón nos preocupamos por ‘la platina’, pero tenemos poca mirada para entender el mundo contemporáneo. Creo que eso tiene que ver con medios de comunicación muy grises; si las encuestas nos dicen que la mayoría de las personas se informan por la televisión.y vemos lo que pasan por televisión... Las redes sociales han traído muchas expectativas, pero en cuanto a fuente de información siguen siendo más entretenimiento que generadoras de visiones de mundo. Costa Rica tiene una visión muy débil del mundo. Como sociedad, tenemos una esfera pública muy débil", considera el académico.

A ello se suma no reconocer la realidad cotidian de la migración, tal como se vive en muchas comunidades: “Lo más difícil de plantear acá es el reconocimiento de cuán interdependientes somos: los nicaragüenses que vienen acá obtienen empleo, mandan remesas, hacen vida acá, sus hijos tienen más oportunidades, pero al mismo tiempo somos profundamente dependientes de ellos”. Además, “seguimos siendo presa de una política diplomática de muy poca mira”, argumenta.

En ese panorama de diplomacia débil, una esfera pública empobrecida y la discusión política desconectada de la realidad de la globalización, ¿estamos discutiendo con suficiente claridad las consecuencias que una presidencia como la de Donald Trump puede tener en Centroamérica? “Creo que nosotros no dimensionamos los alcances de lo que está pasando. Algo está cambiando en la política global y aquí no hay registro de ello por esas tres cosas”.

Esta crisis tiene larga cola. Sandoval se topó con el tema a principios de los 90, cuando se hizo pasar por trabajador de construcción como parte de su tesis de maestría. En una obra en Granadilla, se encontró entre ticos, nicaragüenses y savadoreños (“El rato del café era una especie de Parlamento Centroamericano en pequeñito”).

Pero había poca literatura al respecto y, globalmente, aún no era un tema álgido. No obstante, tras las guerras del istmo y la encarnizada destrucción que se vive hoy, entre narcotráfico y pobreza, Centroamérica no se puede entender sin subrayar el papel de la migración de quienes circulan entre nuestros países y quienes huyen al norte.

Entre el 2011 y el 2016, Sandoval desarrolló un proyecto sobre el tema, el cual prolongará como Catedrático Humboldt 2017. Al libro No más muros (2015) y varios artículos, se sumó un documental (dirigido por Ivannia Villalobos), que recorre El Salvador, Honduras, Guatemala y México para ponerle imágenes a ese sufrimiento.

“El documental se plantea tres preguntas: por qué, si es tan peligroso, la gente se va; por qué la política migratoria se ha endurecido tanto; y por qué los que menos tienen son los más solidarios”, explica Sandoval.

En la ruta de los migrantes –que implicó viajes de hasta 36 horas seguidas y recorridos de hasta 500 kilómetros sin pausa–, encontró que la sociedad civil, e incluso algunas iglesias, tejen redes de apoyo a quienes penan en su tránsito hacia el norte, dándoles víveres o creando albergues que los Estados obvian. “Los roles se invierten: al que le toca poner más, pone menos, y al que le toca poner menos, pone más”, dice.

Esta realidad de la migración que se vive en las comunidades, en las fronteras, en las calles, pero en la esfera pública, eso no se conoce. Lo que vive la persona que recoge alimentos para el migrante nunca aparece en la discusión. ¿Qué provoca ese quiebre tan tajante?

“Eso se debe a que las posiciones más xenófobas se han convertido en una especie de ‘sentido común’. La derecha se ha convertido en el centro del espectro político”, dice. “Las políticas neoliberales han producido mucha desigualdad”, considera, “y quienes mejor han leído el descontento que genera son estos grupos que, en términos generales, uno podría llamar de derecha o ultraderecha”.

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El antiglobalismo se convirtió en estandarte de la derecha porque el neoliberalismo y la apertura comercial crearon mucho movimiento económico, pero profundizaron desigualdades: grandes masas se sintieron abandonadas por los éxitos que celebraban en el horizonte.

“¿Quiénes son los grandes perdedores? La socialdemocracia y la izquierda. No se han dado cuenta de que hay un descontento que alcanza a un sector muy amplio de la sociedad y que frente a eso hay que imaginar un discurso nuevo. Como la derecha pone la agenda, la izquierda lo único que hace es decir: ‘No, los migrantes no son esa amenaza que ustedes dicen’. Pero no dice qué lugar debería tener el tema de la migración en un discurso que podríamos llamar cosmopolita, que se salga del Estado-nación”, dice.

‘El éxito de Trump también es síntoma, más en el sentido general, de la falta de lectura de la consecuencia más profunda de los últimos 38 años: la desigualdad’, argumenta Sandoval. ‘La consecuencia estructural del neoliberalismo más profunda es la desigualdad. La desigualdad genera mucho malestar. Lo que está ocurriendo es que la derecha ha sido mucho más hábil que los sectores progresistas en reconocer que frente a la desigualdad hay que construir una alternativa’, agrega.

Así las cosas, pareciera que los sectores progresistas no han sabido leer las consecuencias políticas de las transformaciones estructurales. ‘Hay sectores dentro de ese mundo progresista que han hecho una agenda muy exclusivamente focalizada en la diferencia y no en la desigualdad. Uno de los grandes retos en términos, por ejemplo, de género y sexualidad, es cómo reivindicar los temas de diferencia y desigualdad. El año pasado se jubilaron como cotizantes por trabajo doméstico menos de 30 mujeres. Eso es profundamente patriarcal. Es necesaria la búsqueda de una articulación de reivindicaciones de diferencia y desigualdad. No es todo o nada, o blanco y negro’, explica.

Pero para acercarse nuevamente a una posición de influencia dentro de la esfera pública, dice Sandoval, es necesario replantear las formas de entender esa desigualdad, y cómo combatirla. Eso involucra, claro está, prestar atención a las especificidades de cada país, lo cual conlleva criticar duramente algunas posturas tradicionales de la misma izquierda y la socialdemocracia.

‘A los sectores progresistas en general, en Costa Rica y en el mundo, les está costando mucho leer lo que está pasando. Las expresiones propiamente electorales de los movimientos progresistas no siempre tienen suficiente anclaje popular: no saben leer lo que a la gente le preocupa más. Por ejemplo, en Costa Rica solo el 14% de la población económicamente activa trabaja en el sector público. El 40% o un poco más está en el sector informal. Organizaciones sindicales que defienden las anualidades, por ejemplo, le dicen muy poco al 40% que está en el sector informal. Mientras estos sectores progresistas no reconozcan que hay que hacer cambios no porque lo diga la derecha, sino porque crea desigualdad…’.

Por ahora, el espacio abandonado en la discusión pública lo acapara la oleada antiglobalista, antimulticultural y antimigrantes. ¿Qué efecto tendrá en países como Costa Rica, que pasó de destacar como uno de los menos desiguales a ser uno de los más desiguales de América Latina?

En bicicleta

En la academia y desde el podio, mucho se puede decir sobre la migración, pero vivirla también en la calle, en el día a día, ha sido prioridad para Sandoval. En el 2003, cuando obtuvo el Premio Nacional de Ensayo, dedicó el dinero del galardón a fundar Merienda y Zapatos, una organización que apoya a escolares y colegiales hijos de migrantes en varias partes de Costa Rica.

Solo el año pasado, Merienda y Zapatos (que cuenta con varios donantes) brindó clases los sábados y uniformes o materiales de estudio a 49 niños de escuela y colegio. Si la desigualdad puede ser combatida, es desde un cuaderno y un lápiz puestos a buen uso.

“El entorno está hecho para que no estudien, para reproducir una exclusión que nadie la organizó pero que está milimétricamente calculada”, dice Sandoval de los niños que atiende en Merienda y Zapatos. Pero al sentarse con los colegiales a repasar lecciones de matemática, algo brilla, una satisfacción: “La posibilidad de compartir tu tiempo –que me parece lo más valioso–, sin que a cambio vayás a recibir algo tangible”.

“Lo más exitoso del neoliberalismo ha sido la privatización de la felicidad. En términos colectivos no hemos logrado construir un discurso ético que nos haga sentir que los logros de los demás también nos deben producir alegría”. Y eso siente al ver que las madres de los niños que logran graduarse, en parte gracias a Merienda y Zapatos, también sienten deseos de estudiar. Es un gesto político.

‘Hay algunas experiencias extraordinarias. Por ejemplo, una mamá que está iniciando los 30, ahora es mamá de siete hijos, nicaragüense. Ella llegó hasta tercer grado. Su hijo mayor ya está en noveno. Ese muchacho ya triplicó los años de escolarización de su mamá’, dice. ‘Posiblemente ellas no imaginan que la decisión de estudiar para ellas pueda ser pensada como un acto político, pero a mí me parece que eso es extraordinario’.

En este año como Catedrático Humboldt, el académico espera diseñar una encuesta regional que indague cuáles son las aspiraciones, sueños y demandas de sus jóvenes. “Me interesa que eso se pueda convertir en materia de discusión pública: estas son las aspiraciones, pero, ¿a qué están dispuestas las clases gobernantes en Centroamérica?”. ¿Qué será posible?

Una mañana reciente, a las tutorías del sábado, Carlos Sandoval llegó en bicicleta y con una camisa del Principito. El niño aventurero de Saint-Exupéry saltaba entre planetas de adultos con mente estrecha, uno tras otro. Persistía y seguía viajando porque imaginaba otro mundo, muy distinto.

El libro ‘No más muros’ (Editorial UCR) se publicó en el 2015; la editorial Palgrave Macmillan lo lanzará en inglés en noviembre. Ivannia Villalobos produjo y dirigió un documental, ‘Casa en tierra ajena’, parte del proyecto. El estreno será el 30 de marzo en el Cine Magaly, a la 6 p. m. (la entrada es gratuita pero el cupo es limitado).Se verá el 15 de marzo (6 p. m.), en el Anfiteatro de la Facultad de Ciencias Sociales, UCR; el 16 de marzo (5 p. m.) en el , Auditorio Rodolfo Cisneros de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional; y el 17 de marzo (2:30 p. m.), en el Paraninfo de la UNED, Sabanilla. El documental dura 80 minutos y es una coproducción de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) y la UCR, financiada con fondos del Consejo Nacional de Rectores.