El rescate de tres piezas de teatro: Las vicisitudes de una edición crítica

Del siglo XIX al presente. Las aventuras y el proceso para revivir tres piezas de teatro breve de Joaquín de Oreamuno y Muñoz de la Trinidad

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Una edición crítica implica una serie de pasos que pueden resultar afortunados o desafortunados, a diferencia del trabajo del editor que consiste básicamente en cuidar el proceso de publicación de un libro o una revista. En la tarea de la edición crítica se trata de hacer filología en el sentido más estricto del término y del oficio, pues se procura devolverle a un texto el sentido original, reconstruirlo, fijarlo e interpretarlo.

En el caso particular de las tres piezas de teatro breve de Joaquín de Oreamuno y Muñoz de la Trinidad se ha reconstruido un documento manuscrito que data del 1809 con todas las vicisitudes que la edición crítica, publicada en España, supone.

Las tres pequeñas obras de teatro han sido poco valoradas por la historiografía de la literatura costarricense, como se puede observar en los siguientes tres ejemplos: en 1902, Manuel de Jesús Jiménez, en un cuadro de costumbres titulado Fiestas reales , afirmaba que “allí se habla en versos octosilábicos estrafalarios”; Abelardo Bonilla en la Historia de la literatura costarricense de 1959 planteaba “ambas son composiciones dialogadas, en verso octosilábico, de escaso valor literario, pero suficientes para formar criterio de lo que fue nuestra producción lírica en el período colonial” y, finalmente, Margarita Castro Rawson en El costumbrismo en Costa Rica del año 1966 proponía que “está escrito en estrafalarios versos octosílabos y plagado de faltas de ortografía”.

Es necesario reconocer que las piezas han sido mencionadas por parte de historiadores e investigadores de las artes dramáticas y han sido publicadas en diversas ocasiones, pero hasta la fecha no habían sido objeto de una edición crítica en el sentido estricto del oficio.

Paso a paso

En primer lugar se realizó una copia digital del manuscrito que está custodiado en el Archivo Nacional de Costa Rica, como el documento 336, Sección Historia, Municipal Cartago 1800, en un legajo que contiene la serie de manuscritos relativos a una variedad de actividades cívicas, culturales y festivas que se llevaron a cabo en la provincia de Costa Rica, con motivo de la exaltación al trono del monarca Fernando VII en España, pues la Corona española flaqueaba ante los ejércitos napoleónicos.

A partir del documento manuscrito se lleva a cabo una transcripción y fijación del texto; es decir, se moderniza la ortografía, se desarrollan las abreviaturas y se colocan los signos de puntuación donde se considera que deben ir para darle mayor fluidez al discurso.

El paso siguiente consiste en las anotaciones; se trata de todo el aparato de notas al pie de página que, según el criterio del editor, son útiles para ampliar el sentido de las palabras, los giros idiomáticos o los conceptos que conforman el texto, en total se realizaron 269 notas explicativas.

En este sentido, las piezas de Joaquín de Oreamuno ofrecían amplio margen para las anotaciones pues, por citar dos ejemplos, fue necesario recurrir a la Suma de Teología de Santo Tomás de Aquino con el objetivo de explicar una buena cantidad de conceptos teológicos y morales que están presentes en las pequeñas obras dramáticas y también hubo que tomar en cuenta el Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica , compuesto por Carlos Gagini y publicado en el año 1893, para comprender y darle vigencia al sentido de ciertos vocablos en su respectivo contexto.

Lo que se sabe

En el proceso de reconstruir la historia de la transmisión textual se sabe que estas piezas fueron puestas en escena el 23 de enero de 1809, como acto cultural de clausura de las celebraciones llevadas a cabo en la provincia, y se conserva una versión manuscrita. Casi un siglo después, en 1902, Manuel de Jesús Jiménez hace una referencia y transcripción parcial en el cuadro de costumbres Fiestas reales, pero omite el nombre del autor; posteriormente, en 1951 en la Revista de Archivos Nacionales se transcriben todos los documentos con el título de Testimonio de las festividades hechas en la ciudad de Cartago con motivo de la exaltación al trono de Fernando VII (1809) y, finalmente, en un trabajo de investigación académico un equipo de estudiantes de la Universidad de Costa Rica transcribe y publica las piezas de Oreamuno en 1996 en la Revista de Historia .

La transcripción realizada en el 1951 es la que utilizan la estudiosa de la dramaturgia costarricense Olga Marta Barrantes, el historiador Jorge Sáenz Carbonell –a quien se le debe también el estudio biográfico de Joaquín de Oreamuno publicado en 1994– y el académico Francisco Rodríguez para dar a conocer las tres piezas de teatro breve en diferentes estudios y publicaciones.

Sus características

El conjunto dramático tiene como eje central una simulación de juicio en el que las virtudes cardinales condenan a un monigote que representa a Napoleón Bonaparte, en el juicio intervienen también un verdugo, Siclaco, y demonio.

Esta pieza es precedida por una loa que funciona como una introducción en la que se presenta ante el auditorio los antecedentes del caso y, además, hay una “corta invención” hacia el final de la puesta en escena en la que dos personajes entretienen de manera jocosa al auditorio.

Las tres piezas se inscriben en la órbita de las fiestas barrocas y el teatro breve del Siglo de Oro; aunque no se pueden clasificar de manera precisa, por su características estructurales y temáticas, como entremeses, loas, comedia o bailes y mojigangas, sí poseen aspectos de todos ellos.

Por otra parte intervienen personajes alegóricos y populares, con lo cual oscilan entre lo cómico y lo serio, además la acción dramática echa mano de una buena cantidad de elementos teatrales como los diálogos y forcejeos en escena, aparte de la música y de los efectos espectaculares pues el monigote que representa el mal es incinerado en frente del público en el clímax de la representación mientras los personajes arengan a gritar vítores a favor del monarca español.

Los textos se insertan en el devenir de una tradición literaria, heredada de las letras españolas, el teatro breve del Siglo de Oro, el de la literatura alegórica y el de la literatura jocosa, pero, en esta oportunidad, se presentan entremezclados. Las piezas se emparentan con la tradición retórica, del romancero y de la copla popular, están escritas en versos octosílabos en estrofas de redondillas y de romance, y se inscriben dentro la extensa tradición de las fiestas religiosas y civiles peninsulares y virreinales.

En cuanto al léxico, estas obras dan cuenta de una visión de mundo bastante particular. Si bien es cierto fueron escritas en un universo cultural aislado, el lenguaje que utilizan los personajes demuestra que ese mundo oscilaba entre lo peninsular y lo autóctono local, lo criollo y lo mestizo, se utilizan cultismos como “prez” o “ínter”, regionalismos como “torvozado”, “nagua”, “onde” o “gelao”, refranes “cada loco con su tema” o “busca río arriba el ahogado” y también neologísmos “entremojado” o “bizcocheando”.

Todo el trabajo de la edición crítica es precedido por un estudio preliminar en el que se establece el contexto geográfico, político y cultural de la representación, los datos biográficos del autor, la historia de la transmisión textual, el cotejo de las ediciones anteriores, el estado del conocimiento, las relaciones con el teatro del Siglo de Oro, los elementos teatrales, el esquema métrico y los criterios de edición.

Si bien es cierto se ha pretendido escribir una página dentro de la historia de la literatura costarricense, por las vicisitudes que implica una edición crítica, este es un trabajo que bien puede resultar afortunado o desacertado.