El realismo imaginado de Vittorio Petrosillo

Gente del istmo. El artista italiano presenta dibujos y acrílicos en el Centro Cultural de España

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“Adoro a la gente”, dice Vittorio Petrosillo en perfecto español que canta en italiano, y señala sus dibujos y pinturas del tamaño de la realidad, que exhibe en el Centro Cultural de España. Su gusto por mezclar las culturas aparece en Amalgamas de Quauhtemallán, título de su exposición: comienza en castellano arabizado y termina en el nombre náhuatl de un reino quiché.

‘Quauhtemallán’ es una palabra náhuatl que significa “tierra de árboles” y ha dado origen a ‘Guatemala’.

La variedad, la sorpresa de los cruces, el entramado de viajes y personas forman la vida de este hombre que es arquitecto, escultor, pintor, compositor, pianista y profesor de italiano (nació en Turín).

Petrosillo desea retratar escenas de gente centroamericana, y ha comenzado con habitantes del altiplano de Guatemala. Seguirá hacia el sur, dibujando y pintando, hasta Costa Rica, donde reside (en Liberia).

Vittorio Petrosillo desea brindar exposiciones de obras inspiradas en cada uno de los países istmeños. Su actual muestra se compone de cinco dibujos a lápiz y tres pinturas al acrílico y de gran formato.

Fusión y asombro. Los dibujos retratan gente del municipio guatemalteco de Todos Santos Cuchumatán, en el altiplano de Huehuetenango. Sobre una pared, un niño nos mira e intercambia con nosotros la curiosidad.

En el dibujo de al lado viven las nudosas manos de unos viejos, una anciana cargada de leña y tiempo, y dos mujeres que tejen fibras de palma con dedos presurosos.

Parece que el carboncillo se impacienta en su negrura y quiere hablarnos ya en colores: rojos, amarillos, azules y blancos relumbrantes que vibran muy cerca, en los cuadros del artista.

“Me atraen las escenas cotidianas: la gente en su quehacer de cada día”, revela Petrosillo como si sus obras no lo hubiesen confesado antes.

“Nos acostumbramos a ver nuestro propio país, pero, cuando viajamos, nos volvemos observadores asombrados por el sincretismo de otros lugares. Con mis cuadros no pretendo rescatar nada: valoro la fusión de las formas de vida de los países centroamericanos”, asevera Vittorio.

Las tres pinturas nos llevan a las gradas externas del templo católico de Chichicastenango, municipio de Guatemala conocido por sus cultos religiosos y sus mercados de artesanías.

En Mujeres y niños vendiendo en la escalinata del templo, la iglesia de Santo Tomás se levanta sobre un derruido templo maya. Resaltan los 18 escalones prehispánicos de piedra que, como un Atlas indígena, cargan aún el mundo de la conquista y la república. El templo es de un blanco-mediodía. Sus columnas son dóricas; sus peldaños, quichés: amalgama otra vez, entonces.

Entrecruces. La pintura Cofrades y mujeres vendiendo en la escalinata del templo es un ‘collage’ humano pues, a un lado, caminan unos cofrades (miembros de una cofradía) provistos de vestidos rituales. Ellos ingresan en el templo ante las miradas de vendedoras apostadas en la escalinata.

Las cofradías son instituciones esenciales en la vida social y religiosa de Chichicastenango: suman y mezclan ritos y creencias nativos y cristianos.

Por alegorías como esa se justifica el nombre de la exposición: amalgama, unión, mezcla. Se entrecruzan lugares (las arquitecturas europea y nativa) y tiempos (la antigüedad de las ropas y la actualidad de unas cajas industriales de madera en un mercado).

La mujeres venden flores, alimentos y vasijas, y visten huipiles y faldas que hablan en voz alta de colores. Los vestidos identifican los lugares de donde provienen las personas. Seguir los hilos de su historia nos llevaría siglos atrás, a un tiempo de color, de calor y de pirámides.

Mujeres en un día de mercado es otra pintura. Casi todos los personajes son mujeres. La cajas del mercado son modernas, pero las cerámicas podrían tener mil años: cruce de tiempos, pues. En el día llueve una inundación de luz.

“Estas personas son parte de la historia y siguen formándola. Llevan la tradición: en la ropa, en el lenguaje, en el esfuerzo del trabajo, incluso confrontando la pobreza”, resume Vittorio Petrosillo.

“En Italia, las modas no duran mucho y a veces se quedan en colores fríos. En cambio, esta gente celebra la ropa con los colores más fuertes, más joviales”, compara el artista.

De arte en arte. “Empecé con el dibujo, pasé a la escultura de mármol y llegué a la pintura, en parte por las grandes dimensiones que me ofrecen los cuadros y los murales”, resume Petrosillo, quien también es creador de música incidental para documentales.

“Mi padre viajó por todo el planeta. Me decía: ‘Cuantas más personas y lugares conozcas, te conocerás mejor a ti mismo’. Recuerdo que en la Biblia se dice: ‘Como el hierro se afila con el hierro, el hombre se afila con el hombre’. Viajando por países descubro mi identidad y mi diferencia”, añade Vittorio Petrosillo.

Su arte es de un realismo limpio, luminoso, idealizado. Vittorio sabe que la realidad no puede ser así (para realista, la realidad): todo pintor trata de que la veamos como él pretende que sea en las dos dimensiones de sus obras.

“Ahora pinto esferas de Diquis rodeadas de personajes, de gente”, adelanta Vittorio. “Trabajo en un tríptico de dimensiones mayores que estas pinturas, y deseo exponer mis nuevas obras a principios del próximo año”, agrega el artista.

Entretanto, alguna alusión al Renacimiento italiano camina por Amalgamas de Quauhtemallán: tal vez de los frescos de su admirado Miguel Ángel. Estas son telas con vocación de mural, habitadas por gente que Vittorio Petrosillo –italiano andante– adora por su impetuosa diferencia.

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Gente y color. Amalgamas de Quauhtemallán se ofrece hasta este viernes 13 de lunes a jueves de 8 a. m. a 4 p. m., y el viernes de 8 a. m. a 2 p. m., en el Centro Cultural de España (plaza del Farolito, barrio Escalante, San José). Teléfono 2257-2919.