El patrimonio de José María Cañas

Largo recorrido. Las fuentes históricas sugieren que la situación económica del general salvadoreño, al momento de su muerte, en 1860, no era tan precaria como lo anunciara en sus cartas finales a su esposa y amigos

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"Voy a ser fusilado dentro de dos horas. A nadie culpes en tu dolor por semejante suceso; y esto hazlo en memoria mía. Reduce tu familia cuanto puedas para que puedas soportar tu pobreza. Probablemente no podrás conseguir nada de tus bienes; pero Dios a ninguno desampara”. Con estas palabras de desaliento, José María Cañas Escamilla, héroe militar de la Campaña Nacional 1856-1857, se despedía de su esposa, poco antes de ser ajusticiado en el estero puntarenense, el 2 de octubre de 1860, como castigo por haber liderado junto a su hermano político, socio y amigo, Juan Rafael Mora Porras, una insurrección armada que pretendía sacar del poder al presidente José María Montealegre.

Otra carta suya, concebida en los momentos previos de enfrentar el pelotón de fusilamiento, cuyo destinatario era su gran amigo Eduardo Beeche, detallaba lo siguiente: “Me voy de este mundo y dejo a mi familia pobre y numerosa. Si la suerte no le fuera adversa a usted, estoy seguro se acordará de mis hijos”.

En términos no muy diferentes a los expresados en estas notas de adiós, Cañas también dirigió unas líneas a Gerardo Barrios, presidente de la República de El Salvador y amigo personal, donde manifestaba su preocupación por el estado de abandono en la que quedaba su prole y la angustia que esta situación le causaba.

Sin embargo, documentos de naturaleza legal encontrados en el Juzgado Primero Civil de San José y la Alcaldía Tercera de San José, del Archivo Nacional de Costa Rica, donde la viuda de Cañas, Guadalupe Mora Porras, llevó a cabo gestiones de venta y remate de propiedades inscritas a nombre del general cuzcatleco, parecen demostrar que el patrimonio material de Cañas, al momento de su muerte, era significativo y hasta ostentoso.

Las gestiones de Guadalupe

Desde San Salvador y a partir de 1861, la viuda de Cañas efectuó, por medio de sus representantes, Rafael Ramírez y Eduardo Beeche, un conjunto de gestiones ante los juzgados de la capital costarricense, con el propósito de poner en subasta pública propiedades inscritas a nombre de su difunto esposo, en distintos sectores de San José y Puntarenas.

La cantidad de posesiones incluía seis viviendas, cuatro potreros, dos terrenos, una bodega y una hacienda de café. Estas propiedades estaban situadas en distintos caseríos y territorios puntarenenses como Marañonal, Esparza, Calle del Faro, Chacarita y Calle Real, así como en las provincias de Alajuela y San José.

En este artículo publicamos un cuadro que brinda un panorama más preciso sobre este particular.

De esto se desprende valiosa y esclarecedora información sobre la situación patrimonial de José María Cañas al momento de su muerte.

Se destacan, por ejemplo, los altos montos en que se valoraban diversas propiedades a su nombre. En una década como la de 1850, donde el salario mensual de peones o jornaleros en el valle central de Costa Rica, era entre 15 y 18 pesos, llama la atención que una figura tan vinculada al poder y al presidente de la República de entonces, Juan Rafael Mora Porras, tuviera tantos bienes.

La hacienda que Cañas poseía en Las Pavas estaba compuesta por extensos cafetales, potreros, corredores y patios, según la descripción que hace el expediente judicial. El inventario de la hacienda detallaba, entre otros muchos artículos, palas, varas de hierro, arados, carretas, yugos, azadones, camas, cajones para acarrear café, escaleras, máquinas para quebrar café maduro y yuntas de bueyes.

Los terrenos lindaban con propiedades de Mariano Montealegre, Juan Bolandi, Juan Rafael Mora y con potreros pertenecientes a la Municipalidad de San José. Estos límites, como se puede ver, resultan del todo sugerentes, pues revelan la relación entre poder político y poder económico durante la década de 1850.

Más propiedades

De acuerdo con una de las gestiones formuladas por la señora Mora Porras en 1862, el pedido de venta de propiedades pertenecientes a su difunto esposo se justificaba por tres razones fundamentales: en primer lugar porque se le hacía muy difícil administrarlas a la distancia, es decir, desde El Salvador.

También argumentaba que Cañas era un individuo que acarreaba deudas significativas que era indispensable satisfacer y, finalmente, decía que las propiedades se deterioraban si no recibían la atención necesaria, lo cual disminuía su valor en el mercado.

Si bien es cierto no se puede negar que un individuo como Cañas pudiera tener compromisos financieros que era requerido atender, tal como lo señala su esposa en el expediente judicial, la evidencia empírica parece confirmar el hecho de que eran muchos más los activos que tenía en su favor, que las deudas en el momento de su deceso.

Para ilustrar lo expuesto se puede agregar que un potrero denominado Cuadro N.° 3 y situado en Las Pavas, San José, estaba compuesto de veintiocho hectáreas de terreno plano y ocho hectáreas de terreno quebrado.

Aparte de las propiedades ya reseñadas, José María Cañas también poseía otras viviendas y propiedades en Costa Rica, que no fueron puestas en remate.

Eduardo Beeche, en una de sus gestiones ante los tribunales josefinos, llegó a plantear en nombre de su representada, que dentro de las propiedades sujetas a venta no debían incluirse otras casas que ella y sus hijos menores poseían en la capital y en Puntarenas, ya que no exigían desembolsos de ningún tipo para su conservación.

Los documentos históricos revisados impiden cuantificar y caracterizar las casas y terrenos a los que se refiere Beeche; sin embargo, a juzgar por la nutrida prole que dejó Cañas y a los variados intereses inmobiliarios que tuvo, sin duda, la fortuna heredada a su descendencia debió de ser voluminosa.

Esto, más que un ejercicio especulativo, resulta una certeza deducible de la información extraída de los documentos históricos de mediados del siglo XIX.

El autor es coordinador del Programa de Estudios Generales de la UNED y profesor asociado de la Escuela de Estudios Generales de la UCR.