El minidestino del buen Charles Bonnet

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Ser precursor es ser impuntual al revés porque el precursor es el impuntual que llega antes. Sin embargo, llegar antes suele ser mala idea pues en tal caso nos aparecemos cuando aún no han puesto la mesa, y es probable que nos hagan ponerla a nosotros; y esto sin contar con que la dueña de casa todavía no se haya peinado, y también nos harán peinarla a nosotros. Debido a todo lo supradicho, lo mejor es ser tan puntuales como todos; es decir, debemos llegar tarde. Además, hay un plus, un bonus extra –cual tan bien decimos los cursis–, y es este: quien llega tarde se aburre menos.

No es por alabarnos –aunque ya nos hace falta–, pero todos somos precursores de alguna cosa. Lo que pasa es que nunca lo sabemos pues, cuando esa cosa por fin ocurre, ya no estamos en este mundo para señalarnos a nosotros mismos. Por alguna razón misteriosa, nuestras mejores oportunidades se nos aparecen cuando ya no estamos aquí.

Reconstruyendo un poco la historia, podemos imaginar que haya ocurrido el diálogo siguiente:

–Yo soy el precursor de la independencia nacional.

–¿Cómo se le ocurre, oiga, si todavía no se ha producido ni la colonia? Mejor sería que usted fuese precursor de la conquista, y así acabaríamos antes.

‘Precursor’ significa “quien cursa antes”, del verbo ‘precursar’, que no existe solamente porque nadie lo usa. Quienes se creen precursores de todo sufren el “complejo de Adán”. Los maniáticos de la precursería son los únicos que saben qué había antes del Big Bang.

En la ciencia también hay precursores, aunque algunos son algo inventados. Así, en su libro Filosofías del siglo XX (cap. X), Guido De Ruggiero recuerda que, cuando se difundió la teoría de la relatividad, algunos filosofoportunistas proclamaron que el griego Zenón de Elea había sido precursor de Albert Einstein. Todo es relativo, excepto la tontería, que suele ser absoluta.

Aquello ocurrió en los años 20, así que tales filósofos fueron también precursores, pero de los filósofos popmodernos de los años 90. Estos intentaron meter el círculo del teorema de Gödel en el cuadrado de la sociología (vide el libro Prodigios y vértigos de la analogí  a, del filósofo francés Jacques  Bouveresse).

Por supuesto, no todos los precursores son iguales; algunos son de la serie B, como las películas de bajo presupuesto. A esta minicondición se reduce hoy el suizo Charles Bonnet (1720-1793), quien pasa –cuando lo dejan– por la puerta de los precursores de Darwin pues fue uno de los primeros en usar la palabra ‘evolución’ en términos biológicos, aunque el buen Bonnet (valga la redundancia) fue más impreciso que carta de renuncia de ministro.

Se recuerda más a Charles por el “síndrome de Bonnet”, percepción de ilusiones visuales que parecen un socialrealismo en 3D y que él describió; pero a Ch. B. casi nadie lo recuerda. Este es un accidente que los precursores no suelen adivinar.