El hechizo de Krishnamurti en Costa Rica

En 1935. Después del cierre de la Orden de la Estrella y alejado de la Sociedad Teosófica, el otrora líder mesiánico se reunió con teósofos locales en Puntarenas

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El 6 de octubre de 1935 fue el día en que Krishnamurti tocó suelo costarricense, específicamente el de Puntarenas, en su viaje de retorno de Suramérica a California, en donde se había establecido desde tiempo atrás.

Había ganado fama mundial como mesías teosófico hacía 25 años, cuando, siendo apenas un adolescente, fuera “descubierto” en Adyar, India, por su futuro mentor C. W. Leadbeater como poseedor de un gran potencial espiritual, tanto como para ser el próximo maestro del mundo, a la usanza de Cristo o de Buda. Eran los años previos a la I Guerra Mundial, con un ambiente convulsionado, propicio para toda suerte de esperanzas y delirios, incluso entre los propios teósofos, que tras la muerte de su fundadora, Helena Blavatsky, en 1891, y el arribo de la carismática Annie Besant en 1907, se habían desviado de las líneas originales hacia formas más cristianizadas.

Fue así como Besant y Leadbeater adoptaron al joven Krishnamurti, le dieron una educación occidental y lo tornaron en un personaje magnético para las multitudes, centro de un culto con su propia organización, la Orden de la Estrella de Oriente, paralela a la Sociedad Teosófica, sin confundirse con ella.

Los viejos teósofos blavatskianos desaprobaban el giro mesiánico, pero contra la poderosa Annie Besant nada pudieron hacer: asentían o se iban. Muchos se fueron, pero muchos más los sustituyeron en las filas neoteosóficas. El crecimiento de la OEO fue enorme: nacida en 1911, para 1915 tenía 16.000 miembros, para 1920 contaba con 36.000, más del doble. El pico de crecimiento se alcanzó en 1928, con 45.000, apenas un año antes de su disolución en Holanda.

La lucha en Costa Rica

Costa Rica no fue la excepción al hechizo de aquel primer Krishnamurti y de su Orden de la Estrella. La Sociedad Teosófica había sido fundada en el país en 1904 por teósofos que muy pronto fueron incondicionales de Besant y Leadbeater. Su principal líder, el pintor Tomás Povedano, se volvió además el gran dirigente de la OEO en el país y en el resto de Centroamérica.

La reacción católica no se hizo esperar y rápido surgieron las polémicas en la prensa, las amenazas, los insultos y los actos: en 1913 fue incendiada por mano criminal la primera casa teosófica, ubicada en el paseo de las Damas, detrás de la actual sede de la ST.

La controversia en torno a la teosofía y Krishnamurti subió de tono, e incluso llegó a la política durante el gobierno de Alfredo González Flores. Este fundó el Banco Internacional, que, pese a su nombre, fue el primero estatal. El primer presidente de la junta directiva fue Walter J. Field, miembro tanto de la ST como de la OEO. Se imprimió un billete de diez colones con su retrato, con una pequeña estrella en su solapa, algo que para todo mundo habría pasado inadvertido si no fuera porque algunos curas pusieron el grito en el cielo y hablaron de una conspiración krishnamurtiana para llegar a toda la población del país.

González Flores optó por una supuesta neutralidad, que en realidad ocultaba la presión que recibía de parte de su religiosa familia de Heredia. Dejó a la intemperie a sus colaboradores teósofos ante las embestidas católicas por el asunto del billete.

Hubo también ataques previos a la honorabilidad de las mujeres que asistían a la logia teosófica. Una de ellas era la escritora María Fernández, esposa del futuro ministro Federico Tinoco. En la polémica del billete, este públicamente reclamó al presidente por su silencio cómplice, en vez de salir en defensa de la libertad civil. Empezaba el distanciamiento entre Tinoco y González Flores, que se saldaría en un golpe de estado poco tiempo después, hace 100 años.

Visita sin estrella

El tiempo corrió y el propio Krishnamurti renunció a su papel de mesías en 1929. Siguió funcionando como maestro espiritual, pero ya independiente. El cierre de la OEO no significó un rompimiento inmediato de relaciones entre K y la ST. Mantuvo ambiguos lazos con ella, asistiendo a veces a sus reuniones y establecimientos, alimentándose todavía en buena medida del público teosófico, que no terminaba de comprender su giro ideológico.

En el primer quinquenio después de la disolución de la Orden de la Estrella, K consolidó su independencia espiritual de los teósofos (rechazo de los maestros y la jerarquía, de las enseñanzas tradicionales sobre cosmogonía, karma y reencarnación, de un camino gradual a la iluminación), pero al mismo tiempo se mantuvo parcialmente en su órbita, usándolos como público en sus propios locales, financiándose con sus aportes.

Durante todos sus años mesiánicos, y a pesar de contar ahí con muchos prosélitos, K nunca visitó América Latina. En 1935, ya sin Estrella, decidió hacerlo.

El itinerario de la gira fue Brasil, Uruguay, Argentina y Chile. En Perú, dio una improvisada charla en Lima, en el Templo Masónico. En Costa Rica, en el puerto de Puntarenas, tuvo un encuentro informal con los teósofos locales, quienes llevaban meses preparando su visita a la capital.

Algunos periódicos, como el Diario de Costa Rica , La Tribuna y El Heraldo , anunciaron en primera plana su llegada.

Cuando algunos de sus seguidores supieron que el maestro no llegaría a San José, pese a su decepción, se fueron a verlo a Puntarenas, y hasta rentaron un vagón del tren.

Después K siguió viaje a México. En esto influyó, por un lado, el esperable cansancio físico acumulado, pero también las fricciones tanto externas (prensa, iglesia católica, etc.), como internas (desavenencias con algunos teósofos).

Las pláticas de Krishnamurti tuvieron de principio a fin un carácter transgresor, tanto para tirios como para troyanos, para católicos como para teósofos. Lejos de tranquilizar, perturbaban. Él se quejaba de que el público no estaba bien preparado para lo que decía (a pesar de que llevaban años leyéndolo). Del otro lado, los católicos lo veían como un enemigo, y los teósofos se quejaban de sus ataques a la ST. Total: casi todos quedaron insatisfechos.

Tras la disolución de la OEO en 1929, los krishnamurtianos de Costa Rica (que ya no eran necesariamente teósofos) se habían reorganizado y siguieron trabajando duro, con traducciones, ventas de libros, publicaciones en el suplemento literario de La Tribuna , grupos de discusión con asistencia de profesionales, intelectuales y artistas.

Desgraciadamente, nada de esto supo Krishnamurti en 1935, o si lo supo, no le importó, y, en su deseo de alejarse de las agitadas aguas suramericanas, despreció en su gira el que pudo haber sido su remanso de diálogo.

Krishnamurti apenas se dignó a recibir una delegación de sus allegados en la cubierta del vapor Santa Paula. Parece que después todos caminaron un poco por la playa puntarenense, tal vez para que el maestro pudiera estirar sus místicas piernas…