El ganador del Premio Nacional de Cuento, Guillermo Fernández Álvarez, habla del oficio de narrar

Merecido reconocimiento. El galardonado Guillermo Fernández Álvarez nos confía sus experiencias sobre su trabajo literario

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Guillermo Fernández Álvarez es un hombre sin prisas, de los que se asoman a las ventanas para ver cómo vuela el tiempo; pero él se toma el suyo. Poco a poco, ha trazado una obra literaria sólida, confiable, que el Premio Aquileo J. Echeverría en Cuento acaba de reconocer por el libro Tu nombre será borrado del mundo (Editorial Arboleda).

El libro reúne siete cuentos de los más variados temas: historias fantásticas, de intriga, macabras, irónicas. “No quería sobrecargarlo en un solo asunto. Es el libro que más he disfrutado, luego de mucha confrontación con eso que algunos llaman ‘voces internas’”, confiesa Guillermo.

“Lo más difícil de un cuento es convencer al lector de que no es un cuento, de que es un mundo verosímil. El lector sabe que es un engaño, pero juega a no saber que es una ficción: espera que el escritor le revele una realidad inexplorada”, añade el autor.

Algunos de los libros de Guillermo Fernández (San José, 1962) son Danzas (poesía, EUNED), Efecto invernadero (cuento, ECR), Hagamos un ángel (cuento, EUNA), Babelia ( novela , ECR), Nebulosa.com (novela, ECR), Ojos de muertos (novela, Uruk). Conversamos hoy con el escritor galardonado.

* * *

–Algunos escritores dicen que recibir un premio es una responsabilidad: ¿piensa usted igual?

–Creo que la responsabilidad precede a los premios porque a veces nunca se reciben, y generalmente no se escribe para recibirlos.

–Entonces, si no se escribe para ganar premios, ¿para qué se escribe?

–Se escribe por placer, para empezar. No veo el oficio como un trabajo esclavo donde se marca y se vive en espera de un salario. Este nunca ha sido mi caso personal. Si no hay placer, no hay arte; pero hablo de un placer que toca todos los ámbitos de la persona.

–Al fin, ¿para qué sirven los premios literarios?

–Por lo menos en Costa Rica, un premio reconoce muchas horas de labor de quienes no solo tenemos el oficio de escribir. Para muchos, escribir es algo mágico o abstracto; para otros es una brega dura en un solitario taller.

–¿Ha recibido otros premios literarios?

–He recibido el Premio Nacional de Poesía, y otros, como el Quetzaltenango, de Guatemala. También obtuve el Premio Joven Creación a los diecinueve años.

–Usted ha sido parte de jurados de premios de literatura. ¿Cuáles son los momentos más difíciles cuando se decide un ganador?

–Un momento muy difícil se produce cuando las obras son auténticas; es decir, cuando la literatura es genuina.

–Mencione tres consejos que daría a jóvenes que se interesen en escribir cuentos o novelas.

–Primero: deben revisar constantemente las obras anteriores. Veo que ahora solo leen bestsellers . Segundo: es necesario publicar cuando haya obra seria, a pesar de que ahora se edita con más facilidad. Tercero: pensar en el éxito está bien, pero no lo es todo. En mi juventud, yo escribía por un bello delirio. Nada más eso.

–¿Cómo ha cambiado su estilo de escribir si compara sus primeras novelas con sus narraciones más recvientes?

–Definitivamente ha aumentado mi nivel de exigencia.

–¿Qué es lo que menos le agrada en un cuento o una novela ajenos?

–Me desagrada la incapacidad de ser astutos con el encubrimiento de detalles innecesarios.

–¿Cuáles autores extranjeros han influido en sus temas y en su estilo?

–Me parece que la lista es grande. No podría citar unos pues sería injusto con otros; sin embargo, mencionaría la Antología de la literatura fantástica, que leí hace años, seleccionada por Jorge Luis Borges de sus autores predilectos. Con ella aprendí mucho.

–¿De cuáles escritores nacionales puede decir lo mismo?

–Hay buenos cuentos de autores costarricenses, capaces de ser antologados en otros países; algunos corresponden a mi propia generación. Hay autores más jóvenes que “destapan” nuevos temas, y esto es muy positivo.

–¿Existen grupos o “escuelas” definidas en la actual narrativa costarricense?

–Yo no diría “escuelas”, sino grupos de intereses por razón generacional, con sus propias editoras y sus aficiones. Es un fenómeno interesante.

–¿Cómo calificaría la actual narrativa costarricense?

–Es heterogénea.

–¿Qué falta a esa narrativa para lograr madurez y trascendencia?

–Que yo sepa, autores de mi generación se han planteado la literatura como un trabajo duro, ajeno al lucimiento. Hay que romper con la idea –ya mencionada por el buen escritor Carlos Cortés– de que en Costa Rica no pasa nada. En Costa Rica pasa de todo, y esto debe provocar al escritor, morderlo, subyugarlo. Solo así trascenderán los escritores.

–¿De qué modo los escasos circuitos de distribución internacional afectan al escritor costarricense?

–Muchos han pensado seriamente en el problema de la distribución, que también es un asunto de publicidad y propaganda. No tenemos estas.

–¿Podría vivir sin escribir?

–Claro que se puede vivir sin escribir, pero se viviría como autómata.

–¿Cuáles libros le hubiese gustado escribir?

Seda , de Alessandro Baricco; Pedro Páramo , de Juan Rulfo, y Memorias de Adriano , de Marguerite Yourcenar, solo por mencionar algunos libros, pero la lista es vasta.

–¿Qué escribe ahora?

–Ahora escribo una novela auspiciada por una beca del Ministerio de Cultura: se centra en las bandas juveniles.