El Centro Cultural de España ofrece "maderas preciosas" del siglo XIX

Buenas noticias. El Centro Cultural de España presenta grabados en madera impresos en una revista del siglo XIX

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“No hay palabras” dice Ólger Arias usándolas. En realidad, aquí hay pocas palabras: apenas las que van debajo, como leyendas, en las 28 xilografías que han detenido el baile del tiempo en sus cajas de madera. Ólger Arias es artista y profesor de grabado en la UCR y sabe de qué habla cuando le faltan las palabras.

Alrededor de su sorpresa gira la exposición Visiones grabadas del siglo XIX, abierta en el Centro Cultural de España (CCE). Se incluyen obras tomadas directamente de la revista semanal La Ilustración Española y Americana, publicada en Madrid entre los años 1869 y 1921.

Los grabados son parte de una colección de revistas antiguas que posee el director del CCE, Andrés Pérez Sánchez-Morate. “Esta revista fue similar a las mejores publicadas en Europa y revela la alta calidad gráfica lograda por sus creadores. También da una idea de los vastos intereses culturales y políticos de un sector de la sociedad española”, precisa el director.

En efecto, La Ilustración Española y Americana es un noble ejemplo de las revistas europeas que conjuntaban la noticia, la imagen y el pensamiento: un caso memorable es la francesa Revue des Deux Mondes (Revista de los Dos Mundos), creada en 1829.

Temas y tópicos. La muestra ofrece una selección de grabados que se agrupan en tres temas: monumentos, costumbres y orientalismo.

Entre los monumentos están la Giralda (torre) de Sevilla, la Lonja (Bolsa) de Mallorca, plazas (como la madrileña de Cibeles) e iglesias (como la catedral de Burgos y un diseño de la catedral de la Almudena, en Madrid, que no se ejecutó).

El costumbrismo incluye una escena de Don Quijote , una aldeana de Asturias, un zurcidor de alfombras, una procesión del Viernes Santo, un callejero reto a navaja, conversaciones galantes, y monjes casi goliardos, quienes ríen, brindan y juegan al billar.

El orientalismo se representa con una boda rusa; un camello y su enjuto jinete; un deliquio árabe amoroso; un desafío a muerte en Albania, y una reunión del emperador Justiniano con sus ministros.

Según Andrés Pérez, los motivos subrayan los tópicos que los europeos tenían de los pueblos asiáticos cuando las fotografías eran pocas y los viajeros eran muchos y tornaban narrando exotismos de colores, perfumados y violentos.

Estos grabados son documentos históricos: hablan de cómo eran las costumbres, las vestimentas, las calles, los interiores de las casas, los coches, los caminos... Aquí, el XIX es otro siglo, cubierto de tinta.

Maestrías. Dos números completos ofrecen anuncios de los polvos maravillosos de Kananga (Japón), blanqueadores de la tez; y traen avisos del agua de Botot, único dentífrico aprobado por la Academia de Medicina de París, y ¿qué decir de la Nigritine Végétale, tintura ideal para el pelo y la barba?

La fotografía no había aún hecho desaparecer los grabados de madera (xilografía), pero a veces daba la base visual para que los grabadores ejecutasen sus piezas. En otras veces, los artistas copiaban directamente las escenas o las tomaban de un cuadro. Las xilografías de la revista se hacían en España o en otros países de Europa.

Las planchas de madera solían ser ensambladuras de trozos extraídos (y pulidos) del arbusto de boj, muy duro: tanto, que soportaban miles de impresiones. “En Costa Rica usamos la madera del café”, precisa Salomón Chaves, artista y profesor de grabado en la UCR.

“Esta revista se situó en la frontera entre el periodismo ilustrado y el informativo, y abordó muchos temas: científicos, históricos, literarios, artísticos...”, explica la historiadora Rosa Marzo Llorca, curadora de la muestra.

Los grabados brindan una precisión asombrosa. Sobre una plancha de madera, los artesanos dibujaban una escena invertida (izquierda-derecha) y extraían partes de la superficie con buriles (punzones y cuchillas muy agudas).

Algunos buriles eran de punta única, pero otros semejaban peines muy finos. Con estos se hacían líneas paralelas que producían los tonos grises, las luces y las sombras en formas de tramas.

Artesanos artistas. “Hacer un grabado podía tomar quince días. La pieza de madera pasaba de un obrero a otro pues algunos se especializaban: en caras o en fondos, por ejemplos. Esta cooperación abreviaba el tiempo de trabajo. Solamente firmaban el autor del dibujo y el jefe del taller donde se hacía el grabado”, explica Chaves.

“A los artesanos se los entrenaba desde muy jóvenes en los talleres, y pasaban varios años hasta que fuesen capaces de intervenir en los grabados que se vendían. Así se convertía la realidad en líneas. Eran oficios para toda una vida”, detalla Arias. “Los artesanos eran realmente artistas, pero sus nombres de han perdido. No eran socialmente apreciados y se les pagaba poco”, añade Chaves.

La xilografía encierra otra dificultad: no pueden corregirse los errores pues la madera extraída no se repone. En cambio, el grabado en metal permite rehacer trazos sobre el barniz que cubre la plancha.

“Aunque los estilos del grabado son hoy muy distintos de los del siglo XIX, los aficionados y los estudiantes de arte disfrutarán de la maestría que revelan estas obras”, opina el profesor Ólger Arias.

Esta exposición vale el esfuerzo de acercarse: de rodar en calles y redondear esquinas. Durante unos días, el Centro Cultural de España es una sala de grabación.

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Arte impresionante. Visiones grabadas del siglo XIX se ofrece en el CCE, en la plaza de El Farolito (de la iglesia de Santa Teresita, 200 m al este y 200 m al norte), barrio Escalante, San José. Horario: de lunes a viernes de 9 a. m. a 4 p. m. Teléfono 2257-2919. En Internet: www.ccecr.com