El Ballet Nacional de Cuba trajo las delicias de su danza a Costa Rica

En la segunda fecha en el Teatro Melico Salazar, la gran compañía demostró el porqué de su buena reputación e inspiró a aquellos que se dedican a la vida en puntas

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Se sabe que las grandes compañías tienen no solo una agenda apretada, sino también grandes expectativas para sus giras internacionales. El Ballet Nacional de Cuba, una de las compañías con mayor tradición en la danza latinoamericana, logró ser convencida por Interamericana de Producciones para traer sus puntas y talento a Costa Rica.

El 23 de abril se realizó la segunda de dos fechas del ballet cubano en nuestro país, propiamente en el Teatro Melico Salazar. Dejando buenas sensaciones, ya que los de la isla vinieron a recordar cómo la minuciosidad y alta exigencia deja espectáculos memorables.

Mucha inspiración

La compañía llega a Costa Rica bajo la dirección de Viengsay Valdés, toda una referencia en el mundo de la danza. Ella fue primera bailarina desde el 2003 y a partir del 2019 se convirtió en la directora artística del Ballet.

Ella ha pasado por algunos de los mejores escenarios del mundo y ha acompañado a las grandes compañías como el Ballet Mariinski, el del legendario Teatro Bolshói y el The Washington Ballet, entre otros.

Tanto mundo en sus ojos ha hecho que el Ballet Nacional de Cuba potencie sus capacidades. De hecho, para su gira internacional, llevan un show de variedades sobre algunos títulos predilectos por el público amante de los títulos clásicos, así como una que otra sorpresa.

El espectáculo comenzó con una apuesta de danza contemporánea, decisión aplaudida y, para quien escribe estas líneas, se trató de la mejor puesta en escena de toda la noche.

Bajo el título La forma del rojo, la compañía presentó una coreografía de Ely Regina Hernández, con música del italiano Ezio Bosso.

Acompañado de violines y un emotivo piano, los bailarines cubanos pusieron en sus cuerpos sentimientos sobre la libertad, la prisión y el contacto humano. Fue un gran inicio, acompañado de elementos escenográficos como trajes que gravitaban desde lo alto del teatro, telas y una ingeniería lumínica muy estimulante.

Más tarde, llegarían algunos títulos más conocidos como, por ejemplo, La muerte de un cisne, donde Yankiel Vásquez tuvo un retador solo que provocó los aplausos de todo el teatro.

Acto seguido, otro clásico: Don Quijote. Este ballet, que fue estrenado en 1869, sigue generando emociones como pocos y fue notorio en las caras de los asistentes que, emocionados, aprovecharon para grabar algunos extractos de la danza. Inclusive, desde los palcos, hubo más de uno que se levantó a aplaudir.

Después del intermedio, quedarían dos coreografías más. La primera, otro infaltable para los amantes clásicos: El lago de los cines de P. I. Chaikovski, con su incomparable y reconocible pas de deux.

Finalmente, el show acabaría con una gran fiesta en el escenario. Bajo el título Majísimo, se presentó una coreografía del cubano Jorge García que gravita entre técnicas del ballet clásico con influencias hispánicas. El escenario del Melico Salazar se colmó de bailarines y las butacas de aplausos.

Los cubanos dejaron una gran sonrisa y una gran inspiración, por qué no, para todos los productores, bailarines y artistas que allí sentados tuvieron una presentación de primer nivel y soñarán, toda su vida, con una vida en puntas.