El actor Gerardo Arce rememora sus inicios en las artes dramáticas

Años magistrales. Un mago de la escena de Costa Rica vuela sobre su memoria teatral

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¿Nombre?–Gerardo Arce Quesada.–¿Nombre del padre?–Marcial Arce Salazar.–¿Nombre de la madre?–Isabel Quesada Araya.

–¿Profesión?

–Actor…

–¿Cómo?

–¡Actor!

…Y el funcionario del Registro Civil dejó escapar una risita burlona mientras dirigía incrédulas miradas a sus colegas de oficina. Después de una pausa continuó:

–¿Lugar y fecha de nacimiento?

–Merced Central, San José, 28 de junio de 1948.

Mi madre insistía en que nací en julio, pero, como en la casa éramos tantos, pensé que ella se confundía y terminé por creerle más... al Registro.

Como ven, soy hijo del 48, como Muni Figueres; pero no hijo de un expresidente de la República; eso sí, hijo de un honrado y humilde sastre que me transmitió –tal vez sin proponérselo– los primeros conocimientos del arte teatral.

Por las noches, mi padre nos narraba las películas de Chaplin Tiempos modernos , El chico y otras. Esto lo hacía con tal maestría que, cuando tuve la oportunidad de verlas por primera vez, me parecían conocidas. Con mi fantasía de niño me parecía estar viendo a mi padre en la pantalla, con su bigotito y todo.

En otras ocasiones, yo escuchaba a mi tío Aníbal recitar La gran miseria humana ; a mi tío Carlos, El eco del borracho , y a mi tío Toño cantar algunos de los tangos de Gardel en un solo tono.

Otros de los estímulos a mi fantasía eran los cuentos del “Mago de la Luna” escuchados al calor de la radio, y, por supuesto, todos los días 2 de noviembre, Don Juan Tenorio interpretado por la Compañía de Alejandro Ulloa .

Ya más grande, escuchaba Bardos en la Noche , programa de poesía en el que el locutor hacía los efectos especiales, recitaba algunos versos y realizaba los anuncios de Carnicería La Guadalupana.

Vinieron luego los años de escuela y sus veladas en el salón de actos con telón, piano y luces, y tiempos de ver a Fulvio, el maestro, interpretando, junto a otros lugareños, El brindis del bohemio . Desde ese momento se me fue metiendo el gusanillo del teatro en la mente.

Otras de las cosas que recuerdo con mucho cariño son las presentaciones de títeres de cachiporra, con el diablo pegándole al policía, y con este dándole porrazos a la muerte. “¡Qué gozada!”, como decía la suegra.

Después, en la secundaria, en las clases leía La vida es sueño, El condenado por desconfiado y Fuenteovejuna. A petición de algunos profesores de español recitaba poemas de García Lorca.

Así pues, cuado llegué a la universidad, no dudé en matricularme en “Práctica de teatro” con los profesores Guido Sáenz y Sergio Román, a quienes les agradeceré siempre el impulso que me dieron para animarme a concursar en la Compañía Nacional de Teatro (CNT).

Un día, mi hermano Wilburg llegó con un recorte de periódico. La CNT invitaba a todos los interesados a formar parte de su primer elenco. Me presenté al concurso animado por mis amigos con quienes había compartido la experiencia de trabajar en un pequeño grupo de teatro aficionado.

A los pocos días recibí un telegrama que me comunicaba la aceptación en el elenco de aspirantes. Recibimos un entrenamiento básico: canto, expresión corporal y dicción. Después de algunos meses ya estaba yo debutando en el Teatro Nacional.

Actué en Juego de pícaros, damas y cornudos y tres entremeses de Cervantes, con un prólogo escrito por el director Esteban Polls.

Recuerdo que mis padres me acompañaron gustosos al estreno. A la salida del espectáculo le pregunté a mi madre qué le había parecido, y ella, muy orgullosa de ver a su hijo trepado en el escenario, me respondió que le había gustado mucho, pero que lo que más le había encantado era el prólogo, precisamente la única parte de la obra en la que yo no aparecía.

Años después, en reconocimiento a su gran apoyo, regalé a mis padres el pergamino que nos dieron a todos los actores del elenco de Puerto Limón , premio a la CNT como el mejor grupo de teatro extranjero en México, compartido nada menos que con la Compañía de María Guerrero, de España.

Se nos abrieron las puertas en el extranjero. Vinieron festivales internacionales muy importantes: Guanajuato. Bogotá, Caracas, Nueva York.

He tenido la dicha de trabajar con grandes directores: Alfredo Catania, Óscar Fessler, Atahualpa del Cioppo, Remberto Chaves, Virginia Grütter, Daniel Gallegos , Luis Rábago, Marvin Araya, Fernando Rodríguez y David Korish, entre otros muy queridos.

Todos ellos me han dejado grandes enseñanzas, que siempre tengo presentes, y no me canso de seguir trabajando para poder decir con toda propiedad después de más de cuarenta años de carrera teatral:

–¿Profesión?

–¡Actor!