Discurso en loor de la gallina y su ADN

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La gallina no es objeto lírico. Los aedos no dedican sus plumas a las de la gallina; prefieren al inoficioso cisne, quien únicamente espera que surja un poeta modernista y le tome la foto de un soneto. En 1905, don Rubén Darío se puso a escribir: “ El dueño fui de mi jardín de sueño, / lleno de rosas y de cisnes vagos ”, lo cual suena bien, mas nos parece que aquello de “vagos” no se refiere a la nebulosa vaguedad de lo impreciso, sino a la más pura y directa vagancia.

Lo único que se le conoce al cisne es su empeño en gastar la vida yendo sobre la pasarela del lago.

En los pisos bajos del lirismo, la gallina sí consta: vive en la poesía querendona por lo rural: “en el chiquero, dos chanchos / redondos de pura grasa / y gallinas y chompipes / y zopilotes que aguardan”, compuso el poeta costarricense Carlos Luis Sáenz en el romance La casa , de 1955.

Incluso cuando el poema se cristaliza en lirismo, la gallina suena a pretexto para cantar al gallo: “ crestadas aves / cuyo lascivo esposo vigilante / doméstico es del Sol nuncio canoro ”, escribió don Luis de Góngora en su Soledad primera . El protagonista es el esposo y es el gallo; mas, si escribiese el gallo, otro gallo cantaría.

Parece, pues, que algunos objetos pastan fuera del paraíso del lirismo; los ha expulsado el ángel de fuego del buen gusto: la gallina, el virus, el pantalón, el peine... Entra la rosa, mas no la lechuga.

Había que esperar a las Odas elementales , del chileno Pablo Neruda, para que nacieran, a la dignidad poética –por ejemplos–, el traje y la cebolla ( “pétalo a pétalo se formó tu hermosura, escamas de cristal te acrecentaron” ).

Se ve: lo que da dignidad poética no es el objeto, sino la forma con la que presentamos el objeto.

Entre los filósofos, la gallina logró mayor fortuna. Ya en tiempos de Platón y su díscolo discípulo Aristóteles, preocupaba la paradoja de qué apareció primero: el huevo o la gallina . En realidad, la gallina solo es una especie tardía pues los huevos existieron desde el Precámbrico, y con ellos se reprodujeron peces y reptiles.

El huevo es un óvulo fecundado y expulsado cuya placenta es la cáscara. Se ignora qué apareció antes: el animal X o el huevo del animal X, y nadie puede decirlo ahora pues el tiempo es un asesino que no deja testigos.

A Aristóteles también lo desconcertaba el vértigo de ignorar cuál fue el primer hombre porque debió haber alguno en una esquina del tiempo. Esta paradoja da origen a los mitos religiosos de la creación de la especie humana. Ignorantes de la evolución de las especies, la gente creó dioses que crearon a la gente.

No hubo un primer ser humano, sino una gradación de “grises” que va hacia atrás, de individuo en individuo ( Richard Dawkins : La magia de la realidad , cap. II). Retrocedamos: cambiando un poco cada vez, seremos reptiles, peces y bacterias: hasta que, como diría Pablo Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos” ( Poema 20 ).

En realidad, casi somos los mismos. Con todos los seres vivos y los que vivieron, compartimos secciones del ADN: el espejo que nos hace sentirnos en familia.