Diana Ávila: “La poesía es un misterio y una magia”

Palabras vivas Editora, traductora, poeta y amante de los animales, obtuvo el Premio Aquileo J. Echeverría en poesía por Gramática del sueño

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De muchas maneras, Diana Ávila es una gata. Como Nina, felina ya fallecida que la acompañó por años y que contempla al lector desde la portada de Gramática del sueño (poesía reunida 1976-2005 y poemas inéditos) (Editorial Germinal).

Con ese libro, la editora y traductora obtuvo el Premio Aquileo J. Echeverría en la rama de poesía, compartido con Osvaldo Sauma.

Ávila es como una gata porque es poeta. “Viven intensamente el mundo y se comunican con él. Hay gente que no entiende a los gatos. Para mí, son lo más poético que hay”, dice. Sus poemas son íntimos, cargados de vitalidad e imbuidos de un profundo amor por la naturaleza, los animales y el amor mismo.

“Muy a menudo escribo a mitad de la noche, o en momentos en que estoy absolutamente sola. Generalmente en la noche, cuando el ruido del mundo baja, cuando puedo estar conmigo misma”, confiesa. En esa soledad absoluta, encuentra conexión con el mundo. La poetisa se aparta para ver mejor.

Miradas. “Mis temas son la vida, la naturaleza –me inspira mucho–, amistades, amores, desamores, el silencio, el agua. A mí me habla toda la naturaleza; me habla mucho”, explica Ávila.

En cuatro delgados libros ha cincelado lo que sus ojos han capturado del mundo, y están todos presentes en este volumen.

Sus libros, ya fuera de circulación, son: El sueño ha terminado (1976), Contracanto (1981), Mariposa entre los dientes (1991) y Cruce de vientos (2005). También se incluyen poemas inéditos en la colección.

Para Ávila, la poesía es una forma de expresar lo inexpresable. Hay que inventarse una gramática del sueño para poder externarlo.

“Es muy difícil llevar lo que uno siente a palabras y, además, hacerlo de una manera que otra persona que lo lea, cualquiera que sea, pueda sentirlo, comprender y hacerlo suyo, de la manera que quiera”, explica.

Es una labor dura, pero necesaria. No hay rodeos posibles. “Si no lo lee nadie, el poema se ahoga. Queda ahí como una pieza de museo. El poema tiene sentido cuando le dice algo a alguien, cuando le hace sentir algo a alguien”, asevera.

La poetisa descifra y codifica lo que siente: “La poesía es un misterio y una magia”. “La poesía es música y uno tiene que ir sopesando, cuando escribe, que todo salga armonioso, como una canción”, añade. Sus versos son libres, pero aspiran a transmitir ese sonido propio de la ensoñación.

Asimismo, es una poesía herida, aunque sus cicatrices no siempre estén expuestas. “Yo siento mucho dolor en el mundo y en la vida. Hay un dolor dentro de mí que está ahí, que no sé de dónde vendrá y supongo que todos los seres humanos lo tenemos”, reflexiona.

“Están mis heridas ahí, las que tienen nombre y las que yo no sé de dónde vienen, y también de otras personas, de animales y de la naturaleza que estamos matando”, lamenta Ávila.

No es, sin embargo, una obra que agobie el dolor. “Si no hubiera esperanza yo simplemente no escribiría poesía. La herida puede dar mucha densidad a un poema, pero la esperanza le da vuelo”, admite.

Niña y animal a un tiempo, Ávila, extrae de la curiosidad su materia prima: “A veces he tenido que inventar palabras para poder decir lo que quiera”. Su libro es una invitación a la sorpresa.